Un libro perfecto 6

                                                                          


Írgend termina de analizar el Libro Perfecto.

La recta final de la historia del Libro Perfecto comienza a mediados del siglo pasado, más exactamente con la llegada de Ráu Shórsta[25]. No era posible saber qué esperar de su aportación, y siendo honesto no me sentía muy cómodo de tener que valorarlo en las circunstancias en las que lo encontré, pues para estas alturas mi opinión del Libro Perfecto no era muy positiva, porque, salvo por algunas muestras excepcionales de inventiva en cuanto a la estructura, en general no me parecía que tuviera una historia ni personajes adecuados para tal ambición. A causa de eso, no se sentía que el aporte de Shórsta tuviera lo “shorstiano” que lo caracterizaba. Habiendo sido él un escritor tan meticuloso, tan buen explotador de todas las técnicas literarias y maestro de las historias inmortales, me sorprendió de verdad que su aporte fuera tan flojo en ese sentido.
Para poner un ejemplo de la obra de este escritor tan aclamado, que vivió grandes periodos de conflictos y de extremas dificultades durante la primera y segunda guerra mundial, transcribiré un fragmento de su novela Los demonios. En dicha novela, un hombre es acosado por cinco demonios: Esperanza, Hambre, Futuro, Paz y Sueño, los cuales le traen una maldición y un poder cada uno: Esperanza le trae la maldición de la fealdad y el poder de la fuerza; Hambre, la maldición de la quietud y el poder de la inmortalidad; Futuro, la maldición de la vejez y el poder de volar; Paz, la maldición de la guerra y el poder del control de la gente; y Sueño, la maldición de la estupidez y el poder de la suerte. El protagonista nunca sabe cuándo va a ser atacado por cuál demonio ni cuánto tiempo durará en él su influjo, por lo que tiene que asegurarse de sobrevivir el tiempo suficiente para encontrar una solución. Noten el aire de similitud que tiene con el periodo anterior, siendo la diferencia más apreciable su nulo uso del concepto de los mundos múltiples para dividir las historias; en vez de eso, aplica el concepto de los mundos múltiples para dividir a los personajes por dentro:

“…Hambre volvió a manifestarse una mañana que había bajado para tomar el desayuno. Se quedó ahí quieto, con la mano agarrando el tenedor, que llevaba en sus dientes un pedazo de manzana de la ensalada de frutas que había preparado; la boca semiabierta; las mandíbulas apenas se habían movido para abrir la boca cuando se quedaron a medio camino. Frente a sus ojos, el sol ya había hecho su aparición tras la ventana. Ahí permaneció, mientras el mundo continuaba su curso, como una estatua cuya única parte viva era su conciencia.
Pensó Dárum:
Cerré todo, ¿verdad? Sí, sí lo cerré todo. [La puerta de enfrente] Sí. [La puerta trasera] Sí. Falta algo, falta algo. [Alguien detrás de él] (Respira agitado por dentro) No es nadie.
Nadie (con voz que recuerda a la de un ebrio): No cerraste el lavabo del baño.
Dárum: No es verdad.
Nadie: Sí lo es. ¿No oyes desde aquí al agua cayendo?
Otro (con voz somnolienta): ¿Estás seguro de que cerraste la puerta con llave?
Dárum: Sí lo hice.
Otro: Oí que al hijo de la señora Nín de nuevo se le sorprendió robando en las casas de los vecinos.
Dárum: Pero sí lo cerré todo.
Escucha un ruido de pisadas. Sus oídos no reconocen el sonido de pasos de zapatos o de pies humanos. El sonido hace aparecer en su mente la imagen de un ser con pies de madera como las patas de una silla.
Su lado bueno: Se apiadará de tu condición y te dejará tranquilo.
Su lado estúpido: Ignóralo.
Nadie: Se acerca
Incapaz de ver otra cosa más que el tenedor con el pedazo de manzana y la ventana, siente con los pelos de la nuca la sombra que se ha infiltrado en su casa aprovechando la maldición.

Permanecerá ahí durante cuatro días. El hambre lo atosiga y gime de impotencia. La manzana se pudre frente a sus ojos; los días van y vienen en insoportables ciclos de oscuridad y luz. Siente la casa hecha un desorden por acción de la sombra con patas de silla. Los cristales los escucha romperse, los muebles los escucha despedazarse bajo el peso de un monstruo saltando sobre ellos, las cortinas y su ropa las escucha rasgarse como se rasga un papel.
Antes: Siempre acababa pronto.
Ahora: ¿Por qué no se acaba?
Después: ¡No acabará!
Salud: La manzana apesta. Vienen insectos. ¡Que no entren en la boca!
Asco: ¡Cierra la boca, cierra la boca!
Dárum (llorando): Por favor, espanta a los insectos.
La sombra se detiene; escucha la petición de Dárum sin moverse.
Súplica: Destruye todo, pero protégenos.
Horror: ¡Se acerca uno por el brazo!
Conocimiento: Es un ciempiés de tres antenas, le gustan los lugares húmedos y cálidos.
Pánico: ¡Está ya junto a la boca!
Consuelo: No moriremos de esto.
Dicha: Una vez fuimos a la costa de Platino a ver los barrancos grises.
Dárum: ¡Sombra, por favor!
Entusiasmo: Sirven ahí un sabroso pez Kádo, con salsa y acompañamiento de mariscos.
Asco: ¡Está entrando!
Éxtasis: El jugo que salía de su carne, sus olores a sal, limón y salsa de frutas; la piel frita crujiente bañada en esos jugos; mantuvimos adentro un bocado sin masticarlo y agregamos un camarón bañado en otra salsa un poco más ácida, ¿qué contenía?
Memoria: Una pizca de ajo con cilantro y nueces de Lyána, mezclados en una solución salada de agua con líquido de ojos e hígado de pez…

Imaginarme este sistema aplicado a las circunstancias del Libro Perfecto simplemente no me acaba de complacer. Si Shórsta hubiera escrito las primeras versiones, probablemente habría creado una historia y personajes en los que valiera la pena haber aplicado su talento.

Después siguió el turno de mi bisabuelo, que al parecer se había sentido igual de intimidado ante la idea de continuar una obra de Shórsta dado lo escaso de las modificaciones. A decir verdad, las últimas versiones del Libro Perfecto son esencialmente idénticas a la versión de Shórsta salvo por minucias que no valen la pena detallar: algunos cambios en algunas oraciones, cambiar el orden de algunos fragmentos, o añadir fragmentos que buscan imitar el estilo de Shórsta. Incluso en la versión de mi abuelo, de la que se supone estuvo muy orgulloso, no percibí apenas indicios de una huella personal propia.
Creo que el mayor peso de mi evaluación final sobre el libro perfecto recae sobre estas últimas versiones, y no pude evitar sentirme decepcionado de mi abuelo. Pero antes de cerrar esta parte, quisiera mostrarles un fragmento de uno de los cuentos que mi abuelo publicó, para que tengan una idea de cómo se ve, más o menos, su aportación al libro perfecto. Sin embargo, consideren que mi abuelo intentó más que nada imitar el estilo de Shórsta, por lo que no vale la pena esforzarse por vislumbrar gran novedad o huella personal.
El fragmento corresponde a un cuento titulado Yo lo vi[26]:

“Llegado a Korens, me dirigí rápidamente al asilo donde estaba mi padre, y al llegar, los enfermeros me aseguraron que no viviría más de unos cuantos días, y que lo más probable es que tuviera que estar sedado.
—Está bien —dije—. Me quedaré con él.
El enfermero me llevó hasta su habitación y en la cama había un hombre dormido. No, los dormidos están en una especie de limbo entre la vida y la muerte, siempre más del lado de la vida; pero ese hombre, mi padre, estaba más del lado de la muerte, por lo tanto dormido no podía ser la manera de definirlo. Me senté a su lado y ahí permanecí.
Hace varios años: Roncaba, ¿te acuerdas? Te despertaba cuando ambos se quedaban dormidos en el sofá tras ver Himarút.
Infancia: ¿Te acuerdas de Himarút?
Adultez: Cómo olvidarlo; a él parecía gustarle más que a mí. Se reía mucho cada vez que Himarút metía la pata y causaba problemas a sus amigos de la selva, ¿cómo se llamaban?
Infancia: Kuínk el moa, Háe la serpiente, Praút el dragón… y Himarút el mono.
Ahora: Se acordará todavía de ellos.
Esperanza: El dragón Praút era su favorito, ¿recuerdas cómo era su llamado cuando estaba en problemas? Tal vez lo escuche si lo imitas.
Imitación de Praút: Pyuíiiiiiiiingh, pyuíiiiiiiiiingh…
Sentido común: ¿Qué estás haciendo? Aún si oyera, no lo molestes con estas cosas.
Ahora: ¿Qué crees que te diría si se despertara ahora?
Hace varios años: “¡Arriba, pequeño venado!” Así nos despertaba a veces. Te decía “Pequeño venado” porque te encantaba el juego de saltar obstáculos.
Memoria: Él hacía un circuito con cubetas, tablas, sillas y otras cosas y competían para ver quién lo terminaba más rápido.
Sorpresa: ¡Se ha movido!
Sentido común: No, no se ha movido. Queremos que se mueva, por eso vimos eso.
Pasmo: ¡No, ha movido su mano!
Miedo: ¿Un espasmo como los de los muertos?
Calor en la espalda: Está vivo, vuelve a moverla de nuevo.
La boca: ¿Papá?
Las sábanas: Al fin algo de movimiento.
Los ojos de papá: Al fin luz otra vez.
De acuerdo al prólogo, este cuento está basado en la experiencia real de mi abuelo cuando murió su padre.

***

Extenuado, Írgend dejó caer la última hoja y se fue a dormir.


          


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[25] Primer danzilmarés en ganar el premio Nobel de literatura, en 1935.
[26] No existe en nuestro mundo.

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