ParalefikZland

                                                                                  Un moa sin cuello se escapó de su jaula; lo encontraron en el rio sin sus plumas ni sus pies. Dos moas sin cuello se escaparon de su jaula; los encontraron en el rio sin sus plumas ni sus pies. Tres moas sin cuello se escaparon de su jaula; los encontraron en el rio sin sus plumas ni sus pies. ...

  Cien milpiés sin pies ven cien ciempiés sin pies dar cien traspiés.

                                                                         Ignorancia es estómago sin náusea.

Tengo los ojos de mi padre, la nariz de mi madre, el cabello de mi abuelo, las orejas de mi abuela. Todo en una olla.

Me arrojé al mar pensando que tenía un salvavidas, pero era un ancla.

Iban dos hermanas músicas. Una era la mayor, y la otra la menor.

En algunas cuevas hay calaveras ocultas, esperando que sus cuerpos vayan por ellas.

"Tortuguita de plata, ¿por qué vas tan triste?"

Pásame el martillo.

  Un ciempiés dijo una vez, en un ataque de estupidez, que se está mejor en la vejez, y se lo comió un pez.

  ¡Cállense!

  Sus manos cubrieron lo que la tela descubrió.

  Tenía hambre. Comí y se me quitó el hambre. Pero luego tuve sed.

Entre los árboles lo vio ahogarse.

  Algo se movió adentro.

"Yo no odio ni condeno."  Y me llamaste buena persona, pues no odié ni condené aquello que no creías merecedor de odio y condena.  "Yo no odio ni condeno."  Y me llamaste mala persona, pues no odié ni condené aquello que sí creías merecedor de odio y condena.  

Tenía tantos problemas que perdí la cabeza. Afortunadamente, la encontré sobre mi cama.

El hombre sin pies pisó al hombre sin manos. Éste respondió con un puñetazo. El hombre sin boca les dijo que dejaran de pelear mientras el hombre sin cara miraba todo con desapruebo. El hombre sin cabeza reflexionaba sobre sus compañeros. El hombre sin cuerpo se reía de todos.  

  El viento mueve las frutas, pero sólo caen las hojas.

Toqué la puerta.  "No hay nadie", respondieron del otro lado. Volví a tocar.  "No hay nadie", repitieron.  Desesperado, entré por la fuerza, y en efecto no había nadie.