Evangelium Yíos: Omega (Tertius)
Más momentos oníricos con personajes que Yíos ha sido.
Trae a diferentes alter egos de Yíos de diversas realidades y describe sus reacciones al encontrarse frente a él.
Ahí está Dézen, que estaba a punto de cruzar una calle. Sólo miró a Yíos con confusión, pues parecía un espejo que no reflejaba.
He ahí al valiente Zúruk, que deja caer su gruesa espada con estrépito, pero rápido la recoge y lo amenaza con ella, pues lo ve como a un gigante.
Mira ahora a Áte y su mirada adormilada, pues cree que sólo sueña, pero al darse cuenta de que Yíos es igual a la persona que menos soporta de su realidad, se despabila y abre grandes los ojos.
Ése de ahí es Yóno, el más fiel de los amigos, que mira a todos lados porque Yíos le parece el mundo entero, y no sabiendo dónde detener la mirada, por defecto se queda con la cara hacia el cielo.
Ahora tenemos a Délo en traje de gala, pues iba a un baile con su novia. Se mira desesperado, aterrado e impaciente. Yíos es para él algo parecido a la mancha de concreto de una pared vieja que apenas parece un rostro humano.
Admira allí al gran Ákel, en sus pantaloncillos de lucha que dejan ver su cuerpo musculoso, con la solidez del metal. Se queda mudo y con el cuerpo flojo, porque Yíos se le aparece como quien fuera su más preciado maestro en su mundo.
Contempla a Yéyan, que en su mundo fuera el macho más deseado por las hembras de su montaña. Tiembla porque Yíos es él mismo pero escuálido y con el rostro desfigurado.
Aquél es Kuánt, el cojo, pero al ver que en ese mundo su pie estaba curado, pasa rápido de la sorpresa a la emoción, más aún porque Yíos se presenta con la imagen que su mundo concebía como la de dios.
En ese lugar se encuentra Hénduo, el soñador, que de inmediato acepta la nueva realidad y se alza de hombros. Ni siquiera le importa que Yíos se vea como una esfera de la que salen cabezas de cocodrilo y serpientes con setenta ojos cada uno.
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Reporta de forma indirecta lo que sucedió cuando estuvieron todos reunidos, pero de forma directa lo que decían los alter egos.
Yíos anunció que iba a adquirir sus naturalezas y estructuras, luego intentaría explicarlos como él los entendía, y que después cada uno debía decirle si había sido una descripción lo suficientemente acertada según si se parecía a cómo ellos se comprendían a sí mismos.
Fue primero Kányu, diciéndole que tenía miedo de que hubiera conflictos en su presencia, por lo que casi siempre fungía de mediador cuando todos discutían, pero en realidad solía por terminar huyendo en silencio. A lo que dijo Kányu: “Sí, pero nunca huyo cuando hay gritos, pues si alguno de ellos es compañero mío, me quedo para hacerle compañía cuando todos se vayan.”
Siguió con Genáo, diciendo que era incapaz de guardar secretos, porque sentía como si fueran hormigas que le carcomían las arterias. Respondió Genáo: “Es cierto, pero hubo uno con el que sí pude guardar un secreto, uno tan aterrador que más temí a su reacción que a las hormigas de mis arterias.”
Se convirtió luego en Vorúm, diciendo que una vez vio a alguien haciendo algo muy malo, pero como sentía además cariño por él, no dijo nada, sino que transformó lo que atestiguó en un poema que después quemó. Vorúm contestó: “No estoy seguro de si fue algo objetivamente malo; sólo pensé que sería como mínimo muy incómodo o vergonzoso; pero lo quemé no para que no lo encontrara él, sino con la esperanza de que un día lo olvidara yo.”
Continuó con Télke, diciendo que odiaba ser tan pequeño, porque en su mundo sólo los grandes podían tener grandes ideas, y él con su estatura sólo podía tener pequeñas ideas. A eso dijo Télke: “No es que sólo puedo tener ideas pequeñas, es que mis ideas, aunque sean grandes, sólo afectan a los pequeños, y como casi todos en mi mundo son grandes, mis ideas no sirven a casi nadie.”
Después lo intentó con Dónimo, diciendo que tenía envidia de los que habían sido bendecidos en su realidad con más libertad que la suya, y que aquellos debían pasar el resto de su vida sirviendo a los más limitados y con naturaleza más mediocre. Dónimo replicó: “No de ese modo; sólo quiero que a los mediocres y limitados como yo se nos exija menos que a los poderosos; no que nos sirvan, sólo que no nos pidan nada.”
Luego se transformó en Íbien, diciendo que se sentía aliviado cada vez que moría alguien cercano a él, porque así tenía a alguien menos de quien preocuparse, como si fuera un peso menos en su vida. Íbien dijo: “Eso es incorrecto, y la verdad es todo lo contrario: no me gusta relacionarme con muchas personas, porque casi todos a los que aprecio terminan muriendo, y sólo no quiero que siga aumentando ese peso sobre mis hombros.”
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Pónganse ahora a jugar una partida de Énkar. Si caen en las casillas donde hay representado un depredador, tendrán un castigo. Si caen en aquellas donde hay una presa, tendrán un premio.
Pasa primero tú, Álkun, tira el dado y cae en la casilla del pangolín. Felicidades, el premio será hacerlos a todos un poco más fuertes.
Ahora tú, Dákede, cae en la casilla del hipopótamo, el premio será hacerlos a todos un poco más valientes.
Te toca, Práke, cae en la casilla del cocodrilo. El castigo para todos es que los percibirán de apariencia espantosa durante un año.
Sin miedo, Káin, cae en la casilla de la libélula. Como premio, recibirán todos una gran fortuna.
Valor, Préske, cae en la casilla del moa. Me temo que el castigo será ser torturados de las formas más crueles, repugnantes y humillantes posibles.
No te desanimes, Írgend, cae en la casilla del orangután. ¡Qué suerte! El premio es que pueden cambiar algún aspecto de su naturaleza de forma libre.
No te emociones tanto, Hóuye, cae en la casilla del tigre. ¡Qué desgracia! Su castigo es que cuando vuelvan a su realidad, les esperará lo que más temor les cause.
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Sustrae las diferentes versiones de Belenzítih, ¿qué percibes?
En uno de sus orígenes fue maldecido con la perfección, gran inconveniente para todo personaje de ficciones. Pero lo admiraban y adoraban como a un dios porque desde el punto de vista de sus compañeros no era ficción sino realidad, y a la realidad se le permite de todo porque no siempre hay alguien a quien reclamarle por crear personajes tan absurdos y tramas tan incoherentes. Mira sus facciones apenas humanas, tan simétricas y placenteras, todo un desvío de la normalidad en que vivían sus compañeros de mundo, sin la más minúscula huella ni mancha de nada que pudieran catalogar como fealdad. En esta imagen se lo ve jubiloso porque se sabe un ser real, y como tal cree que su perfección es una bendición. Vamos más adelante, cuando te le apareciste para hacerlo tu discípulo. Aquí se lo ve con una sonrisa culpable, muy curva pero avergonzada, incrédula y torcida, uno podría decir que entorna los ojos adrede para hacerlos lucir todavía más asimétricos con el resto de los adornos de su cara, como queriendo parecer un garabato amorfo en lugar de una escultura hecha por las manos de la perfección. Aquí ya sabe que es un personaje de ficción, infinitamente observado y analizado por infinitos seres que desde la seguridad de sus realidades lo atestiguan. Sabe que lo están juzgando y evaluando según los diversos criterios que esas realidades han deparado para establecer las bondades y las fallas de una ficción, y que nunca podrá dar gusto a todos. Los testigos en mundos donde todos son perfectos lo verán como alguien normal, sin importancia ni gracia, más entretenidos por los personajes secundarios, víctimas de la imperfección. Los testigos de los mundos donde todos son imperfectos lo percibirán como un desastre, una calamidad con la que es imposible empatizar, un ser que hace inverosímil toda historia. Para los que sólo viven de los vicios les parecerá una entidad ridícula. Para los que viven sólo de virtudes les parecerá corriente. Aquí en esta otra imagen ya está resignado y emocionado por recorrer el camino de la imperfección; ha entendido que su valor como personaje consiste en darle al espectador algo entretenido, incluso más que el ser significativo, y por ello se ha puesto un saco elegante encima de una camisa raída y manchada, un pantalón viejo, desgarrado y descolorido, un zapato elegante y muy brillante en el pie derecho y una sandalia con un calcetín agujerado en el izquierdo, un par de lentes al que le falta el cristal derecho, y el izquierdo está cuarteado y opaco, en la cabeza un gorro de lana con gruesas rayas blanquirrojas, un viejo trapo gris a guisa de bufanda que sólo tiene sostenida sobre los hombros sin que le cubra la garganta, en el anular de la mano izquierda un anillo de oro muy brillante y en la muñeca un reloj roto cuyo segundero se balancea entre el segundo trece y el catorce. Ahora sí se ve imperfecto, y sólo le falta actuar de forma imperfecta. Aunque no tiene la necesitad de comer, se obliga a hacerlo sin lavarse las manos; todos los días se baña un octavo de su cuerpo en un río usando sabia de un árbol como jabón; bebe haciendo pozos con las palmas de las manos; cojea al caminar alternando las piernas; no tiene más placer que rascarse hasta sangrar y curarse con una pasta que crea con pedazos de plantas mezcladas; va al pueblo a cantar y contar anécdotas para ganarse unos centavos que de inmediato se traga literalmente; habla con un acento fino y pulcro, con un vocabulario bien cuidado y elegante, una gramática de libro de texto y una pronunciación en exceso articulada, y con todo eso lanza piropos y cumplidos a la gente hermosa, regaña y sermonea a los que van por malos pasos, aconseja a los que quieren aprender e insulta a los que sólo quieren burlarse. Ahora cree que se ha vuelto un mejor personaje, uno que pueda ganarse el aprecio o al menos la atención de algunos de los miles de millones espectadores en las miles de millones de realidades que lo ven en sus ficciones. Pero nada ha cambiado, pues basta con que en los mundos que rinden culto a la verosimilitud de su realidad lo vean para condenarlo por no atenerse a la verdad estricta que conocen; los que viven en mundos donde se aprecia la libertad lo condenarán por querer complacer a seres de otros mundos; los que valoran el buen gusto y lo enaltecedor lo juzgarán por escoger el camino de la imperfección de manera desagradable. Míralo aquí, ahora que ya ha entendido perfectamente que algunos ya creían que era un gran personaje como estaba antes y que sólo se degradó, y que otros creen que antes era infumable y ahora es interesante. Comenzaste hablando de sus versiones, ¿verdad? Pues aquí está la que volvió a ser perfecto en un mundo imperfecto e hizo feliz a todos. Aquí está el que se volvió el dictador de su mundo y los hizo humillarse ante él. Aquí está el que se quedó como un ridículo mendigo que se humillaba ante todos. Aquí está el que se volvió tu discípulo y se hizo un ser trascendental más libre que muchos de esos seres llamados dioses. Aquí está el que se puso a vagar por ahí sin hacer nada. Aquí está el que se puso a conquistar universos con su libertad y belleza. Aquí está el que se fue a otros universos a hacer el ridículo. Escoge el que más te interese, el que tenga algo que puedas valorar y apreciar, y deshecha el resto...
Escoge la versión que más te agrade de lo que sucedió con Luzbel luego de revelarse contra su creador, Jehová.
Para que algo me agrade debo caer en el artificio de olvidar, ignorar y desinteresarme de todas las demás versiones, y aun así el resultado no será diferente del mero azar o de una mentira. Pero supongamos, para no quedarme sin decir nada, que lo más memorable para mí fue cuando fui homo deus delta y me lo encontré entre los paladines, también llamados los Ku Klux Klan. Entre ellos estaba Luzbel, como uno de sus miembros más leales y que más deseos de placer despertaba. Me recibió como a un gran amigo, agradecido por haber ayudado a desconfigurar a su padre, el pequeño dios que aspiraba ser el único y más grande. Junto a los demás miembros recreamos la batalla y sus pormenores. Mi parte en esa versión no fue muy relevante, pero sí lo suficiente para sentir la admiración de Luzbel. Me habló después de cómo su padre lo había creado porque éste, que pese a sentirse infinitamente poderoso era muy descuidado con sus planes, temía que un día sus creaciones pudieran cuestionarse por qué debían estar sometidos ante él y rendirle tanto tributo y veneración. Así que fue creado como un enemigo, un monstruo al que todos temieran para correr a refugiarse en su seno luminoso y escapar de la oscuridad. Les dijo: “He ahí Luzbel, quien fuera la más hermosa de mis creaciones, pero en su corazón sólo había envidia y soberbia, y deseo por apoderarse del mundo para someterlo, por lo que fue expulsado de mi paraíso y condenado a una vida apartado de mí, donde el sufrimiento y la angustia son el único estado posible, y a causa de eso vaga por la tierra buscando perderlos, apartarlos de mi lado para arruinar a mi creación, pues su objetivo es que todos ustedes sean tan miserables como él como venganza por no poder ser superior a mí.” Cuánta ironía sentimos los dos viendo que había creado a Luzbel como antesala a su propia historia contra Danzílmar Última. Luego se mostró melancólico. Dijo que aun si su imagen ante la creación de Jehová había sido la de un ser maligno, ahora quería dedicarse a liberar a otras realidades de otros seres malignos, convencerlos de que no son ficciones inferiores que deben obedecer a una realidad superior.
Detalla por qué Áswel, uno de los gamma más respetados, se resintió por dejarte ir cuando quisiste hacerte delta.
Para ello escogeré una de sus historias que más me agradaron en su momento: Áswel nació en un mundo que necesitaba del sufrimiento constante para existir; de no haber sufrimiento, el universo se desmoronaría como polvo en una tormenta, y entre más dolor hubiera y más horripilante fuera, más gracias y comodidades se les concedía. Él era parte de la raza que había sido designada para vivir esos tormentos por el bien de los demás, por lo que desde su primer día de vida fue canibalizado brutalmente, pero siempre resucitaba sólo para volver a padecer de otros tormentos igual de pérfidos e inmisericordes. Cuando creció, intentó liderar una rebelión para que alguna de las otras razas fuera la víctima, pero falló y volvió a los suplicios. Hacia el fin de su vida, Gyéo Fúntuo se manifestó en su mundo, y lo configuró de modo que el sufrimiento ya no fuera necesario. Era la época en la que Danzílmar Última había sido fundada, y los homo deus buscaban mundos que quisieran unirse al zlándliù, siendo el de Áswel uno de los primeros en aceptar dicha unión. Estaba Áswel tan impresionado por la forma en la que Gyéo Fúntuo había erradicado el sufrimiento, que sin tardar se ofreció como aprendiz, en compañía de los dioses que lo seguían. Gyéo Fúntuo se negó, pero le ofreció ser parte de los homo deus que custodian a Danzílmar Última y le obsequió una naturaleza más libre, prometiéndole que si hacía un buen trabajo, lo haría su aprendiz. Áswel cumplió su parte, y en pocas eternidades ya era de los gamma más respetados y temidos de Danzílmar Última. Pero por esos tiempos también fue que Gyéo Fúntuo, por negarse a ser parte de historias pequeñas, fue desconfigurado y su naturaleza se disolvió. Casi no pudo evitar Áwel entrar en pánico, pues aunque en sus filas tenían a entidades extraordinariamente libres, la desconfiguración de Gyéo Fúntuo conllevaba el riesgo de que algún ser con intenciones hostiles fuera beneficiario de ellas y atentara contra Danzílmar Última, temiendo especialmente que resultara más libre que él, pues había aprendido que la libertad no se gana sino que sólo puede ser otorgada, sea de forma justa o injusta. De ahí que, cuando nos conocimos, y tras haber vivido muchas experiencias juntos, intentó convencerme de que me dedicara a incrementar mi libertad para proteger a Danzílmar Última, para que fuera más fácil defenderla como cuando la atacó Jeohvá. Grande fue su decepción cuando le dije que no era mi voluntad comprometerme a dicha responsabilidad, sino que quería ser delta para explorar sin rumbo. Y ahí sigue, temiendo que un día alguien más libre supere todas las defensas de Danzílmar Última, y que lo regresen a un mundo donde lo obliguen a ser devorado vivo.
***
Ayúdame a llevar toda esta cosecha, pues tanta ha salido que muchos viajes me tomará llevarla al pueblo.
Luego acompáñame a mí a Tyúni. Se dice que hay un malhechor transformando a todos en esferas, cubos y pirámides para jugar con ellos a armar figuras.
Después ven conmigo a ese universo, donde tienen cautivas a unas entidades como alimento para sus crías.
Si tienes tiempo, ven conmigo al concierto; vamos ahí a cantar Mag der Himmel euch vergeben.
Cuando termines con eso, ayúdame a llevar toda esta basura a un universo vacío. Ya no nos permiten hacerlo, pero no pasa nada si no lo saben.
Si no te es mucha molestia, hay que reparar unos mundos que quedaron jodidos cuando fue lo del choque; necesito tu ayuda para separar a los que eran de primera dimensión de los de segunda, tercera, cuarta, quinta, etc.
Al terminar, ¿podrías ir a avisarles a mi realidad que llegaré tarde? El representante del universo que queremos integrar quiere volver a discutir los términos.
Si aún no estás muy ocupado, hay unos seres del universo tal que no dejan de acosarme porque quieren devorarme para aumentar su libertad, ¿podrías tomar mi lugar al menos por hoy?
Bueno, y ya para que te relajes, te invito a mi mundo de ilusiones. Trae a algunos alter egos para que juegues.
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