Codex Buranus 3: Veris Leta Facies



La cara jovial de la primavera está frente al mundo.



II. Primo Vere

Veris Leta Facies

La primavera se abre paso jovial por entre la nieve que se aparta ante su rostro, cuyo signo son las flores y los árboles que rodean los caminos del instituto Ítumi. Andando lento, con gran sosiego, los estudiantes quedan expuestos al nuevo verdor que de los árboles comienza a brotar. Vemos a uno que, deteniéndose un momento, observa junto al camino la primera flor cuyo capullo ha quedado descubierto. Se llama Dézen, y va hacia su edificio con la bufanda descubriéndole el cuello por el nuevo calor.
“Todos se calman; la despedida del frio hace que ya no haga falta mover tanto el cuerpo. Todos caminan tranquilos, casi durmiendo, sin hacer ruido. Pero sólo yo me quedo, aunque nadie me vea, contemplando un pequeño capullo de flor.”
Sigue su camino.
“Flor que ha de abrirse, una flor abritura, nacetura, vivitura, que hay en todos nosotros. Mas nuestro invierno seguirá por el resto del año, y por varios años más, y quizás hasta nuestra muerte, pues los dioses han dispuesto que, para los hombres, la flor no se abra sino hasta el fin, cuando se confunde con su propia muerte.”
Otro día pasa por el mismo camino. La nieve ha retrocedido, pero el capullo aún no se abre. Se expresa de este modo:
“Aún nadie me ve; a nadie le importan ya los contempladores, sino a los que actúan, y contemplar no es ninguna acción.”
Le habían dicho que saliera a caminar más seguido, que el encierro le impediría la correcta salud de su cuerpo, mas ese era todo su ejercicio, al menos en lo que terminaba el invierno. Se encontraba con sus compañeros Genáo, Óira y Yíran en las bancas de afuera de su edificio, y en una ocasión se les pudo escuchar teniendo la siguiente conversación:
Genáo: Ayer en la noche me dieron la llamada.
Yíran: ¿De verdad?
Dézen: No se supone que llegue hasta que haya acabado el invierno.
Genáo: Me dijeron que no lo diga a nadie; unos pocos hemos sido elegidos para planear dónde será y en qué circunstancias.
Óira: ¿Y por qué a ti en concreto?
Genáo: Algún criterio habré cumplido, no sabría explicar un porqué razonable.
Lo que ahora desencadena los celos de Dézen, y escucha a Óira suplicar que le adelante un poco cuáles serán sus designios para el encuentro, a los que Genáo se niega por falta de respuesta.
Días después, habló Óira con Dézen de este modo por teléfono:
Óira: ¡Me han dado la llamada! Quieren que organice a las chicas como Genáo lo hará con los chicos.
Dézen: ¿Habrá más llamadas adelantadas, para cubrir algún otro puesto?
Óira: Decirte no sabría, estimado. Pero te suplico que en secreto guardes mi noticia, pues mi emoción no podía quedar congelada en mi pecho, y entre todos no hay otro en quién tanto confíe.
Dézen: Mas si en algo pudieres, sería grato si por mí intercedieras.
Oira: No entres en dudas.
Y vuelve a las caminatas para ver el capullo de la flor que aún se niega a despertar, y nada oye a sus espaldas, nadie lo ve de reojo, nadie cuchichea ala palma en la mano. Poco falta para que la flora reine en ese pequeño bosque escolar, lo que será alabado con los cantos del coro que ahora mismo se encuentra ensayando en el edificio de artes.
“Primero a Genáo y luego a Óira, pero nada han hecho para darles el lujo de florecer, a menos que en secreto una acción notable efectuaran. Movilizarse es la respuesta a mi mente de estatua.”
Y pasa los días por entre los clubes, codeándose con los que se sospecha están tras el futuro encuentro. Pero todo es secreto, y todos nada saben, o no pueden o no quieren decir, quién está detrás de las llamadas que reclutan a los que serán los jefes de su gozo futuro.
Estando un día Dézen, recostado en el regazo de Óira, en un banco en medio de la selva, siente el sol que calienta su mejilla, y la risa de Óira, por su semblante embobado, parece que viene del sol, para burlarse de Dézen y su envidia malsana. Tiene Óira una flor en el canalillo, arrancada de su propio jardín, que se ha adelantado a la selva escolar; Dézen gira la cabeza y la mira con la visión periférica, y se expresa de esta manera:
Dézen: ¿Sabes lo que yo decidiría, de haber sido o de ser elegido? Sería aquí mismo, en nuestro auditorio, todas las ventanas cubiertas de negro, todo iluminado por velas, colchones con sábanas anaranjadas.
Óira: Suena algo tétrico y más parece de secta.
Dézen: ¿No contamos como una, al menos en parte? ¿No actuaremos por encima de las normas, y no cometeremos sacrificios hacia nuestra propia integridad, como los demás del mundo creerían?
Óira: Es imposible que tu plan se realice, aun si la suerte te hiciera elegido. Pero no te preocupes, estimado, cuando el día llegare, haré que no haya goce que no pruebes.
Dézen incorpora su cuerpo, mirando a los ojos a Óira desde abajo:
Dézen: Poco me importa con cuántas me toque, pero si incluso entonces soy del montón, ¿para qué querría pues siquiera asistir?
Y Óira ríe entre dientes, sin pena y con gracia, perfumando a Dézen con su dulce aliento que le mueve los cabellos, y se torna llorosa y feliz a la vez.
Óira: Cómo me entristece, amigo mío, que lo que a tu corazón perturba sea siempre la atención, y cuenta no te das de la que yo te he querido ofrecer desde hace dos años. Te diré que desde entonces busqué medios para lograr lo que ahora te da envidia, porque pensaba, llegado el momento, aprovechar mi lugar para ganar por premio tus amores.
Fue largo y dedicado cómo llegó a enterarse de quién organizaba los encuentros de los primeros dos años, pues se decía: “Dézen se encelará, y si se encela de mi puesto, cuando llegue el momento podré sorprenderlo mejor, y veré cómo sus celos se transforman en sorpresa y luego en éxtasis, pues qué difícil es amar a aquel por el que a la vez tienes celos, pero qué satisfactorio cuando lo segundo sólo es una estratagema para lo primero.”
Y ahora la sorpresa ha tomado el lugar de los celos en Dézen, que se incorpora con la piel como la nieve que se derrite. Óira sostiene la contradictoria tristeza y alegría en su rostro rojo como la flor de su pecho.
De ahí se va Dézen a grandes zancadas; nunca se había movido tan rápido, nunca había querido poder moverse a la velocidad de un caballo, nunca había sentido tanto calor en sus piernas.
Y tras varios días hay más pájaros cantando; la primavera al fin se ha despertado, ya con la nieve apenas con vida entre el césped. Platican Dézen y Yíran sobre las llamadas que pronto habrán de llegar, y éste último, feliz de ver revolotear a los pájaros, menciona a todas las doncellas que espera ver en el encuentro, a las cuales dará felicidad por millón, y Dézen se ríe al imaginarse al coro que hace su último ensayo, pues pronto cantará un coro más placentero y liberador.

La flor finalmente se ha abierto. 

           






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Comentarios

  1. Interesante relato y dialogo, también me es interesante el blog. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO

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  2. La primavera siempre alegra y las flores se abren al buen tiempo 👍

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