El parque del lago 2

Dézen acepta investigar con Kuésta.



Kuésta se había levantado temprano a refrescarse al lago, el cual de cerca le parecía más verde que desde afuera. Se habría jurado estar en el mar de tanto verdor si no fuera por la falta de sal en sus labios. Cuando se hubo empapado lo suficiente, salió a la orilla y vio a Dézen sentado en una silla, entretenido arrojando al lago los guijarros que le quedaran al alcance de la mano.
—¿Ya fuiste a desayunar? —preguntó Kuésta.
—Aún no se despiertan los demás.
—Eso no fue lo que pregunté —y acercándosele—: yo ya tengo hambre, ¿por qué no nos adelantamos?
Dézen lo pensó un momento. Era la primera vez que veía a Kuésta mojada, o en ropas que no fueran las pertinentes para un ambiente académico. Sus formas estaban bien ocultas por la camisa holgada, pero tan ceñidas por el agua que poca diferencia había entre mostrar y ocultar.
—Está bien, vamos.
Kuésta no se molestó en regresar por una toalla, sino que así, mojada y chorreando, caminó junto a Dézen hacia la cafetería, sacudiéndose únicamente con las manos el exceso de agua del cabello.
—¿Tuviste miedo anoche? —preguntó Kuésta.
—¿Miedo de qué?
—De ese ruido.
—Ah. Habrá sido algún tronco que chocó contra un pilar de la cabaña. Ayer en que estuve explorando vi varios flotando en el lago.
—Pero sin corrientes ni viento que lo arrastren... Es todo un misterio.
—Tal vez no sentimos el viento desde dentro de la cabaña.
—Hmmm. Me gustaría ver si hoy vuelve a escucharse. Tal vez me quede fuera parte de la noche a ver si pasa algo.
En la cafetería aún no terminan de freír el pescado, pero hay ensaladas, draóhis y panes.
—Creo que esperaré el pescado frito —dijo Kuésta—. ¿Me acompañas?
—No, yo voy por ensalada y pan de durazno.
—Digo acompañarme en la noche afuera.
—¿Por qué te interesa tanto? ¿Qué esperas encontrar?
—Nada, lo mejor es no encontrar nada.
Y como se quedó callada, Dézen fue a comprar su ensalada y su pan. Cuando regresó, Kuésta continuó:
—A veces es mejor que no haya nada detrás de un ruido en la noche. Es más, quiero que se repita sólo para asegurarme de que nada lo causa. Será decepcionante si al final es un tronco, un rinoceronte pigmeo, o alguna otra cosa.
Dézen sólo comía en silencio.
—Sé lo que estás pensando: que por qué te lo pido a ti y no a otro. Bueno, Ánke tiene el horario de sueño de un niño, y los novios no van a perder el tiempo cuando podrían estar follando en silencio.
—¿Cómo sabes que no preferiría yo estar haciendo otra cosa?
Esta vez, Kuésta se cruzó de brazos y lo miró como una niña enojada.
—Conozco tus insomnios y lo que haces cuando no puedes dormir, lo cual es nada. A ver, si tienes que hacer otra cosa, dímela de una vez.
Dézen siguió comiendo, pero antes de terminar, Kuésta quiso ir al baño. Cuando salió, le pareció que la luz del sol se había vuelto azul por un instante y miró al cielo.
Los demás, ya bien despiertos, habían ocupado su lugar junto a Dézen y habían ya pedido sus platillos. Cuando terminaron de desayunar, Dézen miró a Kuésta y asintió con la cabeza, a lo que ella sonrió triunfante.

***

Esa tarde volvió a salir Dézen para dejar que los demás hicieran sus cosas, aunque oficialmente estarían tomando todas las siestas que pudieran hasta recuperar seis años de noches en vela. Esta vez no caminó hacia la selva, sino hacia el resto del establecimiento, siempre siguiendo el camino del lago. No le agradaba mucho la idea de tener que encontrarse con otros inquilinos y sus hijos, pero más le aburría hacer lo mismo del día anterior.
Llegó a las cabañas centrales, construidas en tierra firme, y le parecieron mucho más bonitas que las del lago. Pasó por la piscina, donde algunos jóvenes jugaban al voleibol. A su derecha, el lago seguía igual de impasible, si acaso un poco más azul. Enfiló hacia las canchas deportivas y solicitó un balón de baloncesto. No era fan del deporte, pero pensó que aún no era tiempo de volver. Deseó haber al menos llevado su hamaca para colgarla en la zona de los hamaqueros, y su termo de té también se había quedado olvidado. El ejercicio cuanto mucho le haría bien, y con sorpresa descubrió que no tenía mala puntería para encestar.
Si hubieran optado por compartir todos una misma cabaña, ¿habría sido necesario estar ahí ahora, sólo y sudando como nunca lo había hecho? Fue a Kuésta a la primera a la que Genáo le había presentado, apenas un mes antes de conocer a Líe. Se olía en el ambiente que algo había habido entre ellos, pero no tenía tiempo para desperdiciar en conjeturas. Ánke y Líe también se habían visto muy unidos antes de que ésta última consolidara su relación con Genáo, y para ser justos nunca dejaron de verse muy unidos. En un principio pensó que eran hermanos, o hermanastros, siempre apapachándose y riéndose a escondidas de todos. Lo malo de ya no tener que presentar exámenes, ir a las prácticas o preparar una tesis es que de repente regresa todo aquello a lo que no prestaste atención por no ser importante en ese momento. Ahora que todo acabó, que los títulos están impresos y bien resguardados, lo importante es saber qué será de todos. Ese pensamiento le hizo fallar la canasta.
—¡Hey!
Genáo se le acercó riendo, recogió el balón y se lo arrojó.
—Un Dézen aburrido es un Dézen novedoso.
Se posicionó como para intentar bloquearlo. Dézen rebotó el balón varias veces y empezaron a jugar.
—Hoy estuvo muy corta la siesta, ¿no?
—A veces, la necesidad de movimiento le gana al sueño, como parece que te pasó a ti.
—¿Y Líe? ¿Todavía duerme?
—A veces parece que nunca despierta.
—¿Quieres ir a nadar después?
—No sé nadar, pero puedes meterte tú y yo te miro.
—Ah, no sabía eso de ti.
—Y gracias a que no lo sabías, te puedo dar más sorpresas.
—¿Qué harán Líe y tú cuando volvamos?
—Queremos viajar a Dyánz a pasar lo que queda del verano.
—¿Y después? ¿Piensan seguir un posgrado? ¿Trabajarán?
—Aún no sabemos de eso, pero tal vez me anime a pedirle que nos casemos.
Dézen se detuvo de repente, jadeando y con las manos en las rodillas, casi sin aire.
—Si quieres mi opinión, amigo, ella no parece de las que se casen. Se ve feliz cuando está contigo, pero tiene algo de distante, y tal vez sólo es una mala idea mía, pero las restricciones del matrimonio no le harán bien.
Genáo se acercó y le dio una palmada amistosa en el hombro.
—Agradezco cada día más nuestra amistad, pero en todo caso, si resulta que me equivoco y ese no es el rumbo correcto, sólo podremos tomarlo como algo más de lo que reírnos cuando estemos viejos.
Dio un largo vistazo al lago y a la selva del otro lado.
—Si todo sale mal, amigo, y llego al punto de no querer verla nunca más, por cualquier razón, ¿te gustaría volver aquí solos tú y yo?
Dézen se incorporó:
—Sólo si yo no he encontrado a nadie más. Entonces sí.
Genáo rio y se ofreció a ir a regresar el balón. Cuando estaba regresando, vio un rápido parpadeo azul. Se detuvo y miró alrededor.


          


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Comentarios

  1. Me ha sido muy grato visitar tu espacio. Tu narrativa me gusta. Felicitaciones hermano.

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  2. El relato me ha resultado simpático sobre todo esta frase: "todas las siestas que pudieran hasta recuperar seis años de noches en vela".
    Un saludo!

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