La realidad de Yáke y Sínke 23: Movimientos y caídas


 
Festival deportivo.

64

Al regresar el Bumerán, Áte ya lo esperaba.
“Entonces, ¿qué quiere decir eso?”
Yáke contestó:
“Quiere decir que, a pesar de lo que nos sucede con el agua, eso no es algo que nos suponga una gran importancia.”
“Si el agua se les pega, o lo que sea, ¿por qué no les importa?”
“¿A ti te importa acaso?”
Áte detuvo su lanzamiento por un segundo, y luego dijo:
“Si yo tuviera ese poder, lo usaría a mi favor”.
Salió volando el Bumerán.
Yáke dijo:
“¿Un poder? A mí no me gusta esa palabra”.
“¿Cómo lo llamarías entonces?”
“Habilidad, definición, característica, atributo quizás. Parte de mi ontología, como lo es para ustedes el comer todos los días”.
“No lo adornes sólo para que suene menos tonto; es un poder y punto”.

***

— …—¿Por qué no nos dijeron que tenían el poder de controlar el agua? —preguntará Yúska, medio enojada, medio sorprendida.
Yúska se habrá enterado poco después de que Sínke le mostrara a Hínta, la cual habrá intentado mantenerlo en secreto, pero Sínke le sugerirá que se lo cuente a Yúska sin miedo alguno.
Yáke parecerá desconcertado, luego resignado. Su hermano reirá; los demás jínnyi se quedarán confundidos. Yáke mirará a Hínta, quien tendrá un escalofrío delator.
—¿Qué pueden hacer con el agua? —preguntará Séntsa, incrédula.
Pensará que es una tontería por parte de Yúska, pero entonces, ésta destapará su botella de agua y arrojará su contenido hacia Yáke. Él se apartará rápidamente y el agua mojará el tronco de la palmera.
—No es algo importante —dirá.
—¿Por qué no lo sería? —preguntará Yúska— Si es verdad, entonces es algo maravilloso.
Y mientras dice esas palabras, Sínke acercará su mano a las gotas que resbalan del tronco, y recibirá en su piel los pedacitos de agua que se le pegarán, volando suavemente hacia a él. Los demás se quedarán pasmados, mirarán la fina película líquida sobre la palma del gemelo, y ésta le recorrerá el brazo como una mascota juguetona.
Y mientras todo eso todavía no ocurre en aquella versión de esa realidad, me debato sobre cómo afectará ese hecho la manera en la que los jínnyi verán a los gemelos. ¿Con lo que sabes hasta ahora de esa realidad, qué es lo que esperas? En realidad no importa mucho lo que concluyas, o yo, pues todo será, todo estará, es tonto rebatirse por ello. Solamente puedo recordar lo que pude atestiguar en mi momento, y desafortunadamente no fue tan emocionante, pues el acontecimiento en sí mismo resultó tan raro, aun para los estándares de los gemelos, que la mayoría no pudo sino fingir que nunca lo supieron, y como Sínke no volvió a exhibirlo, el asunto pasó como una mera curiosidad de los gemelos sin utilidad ni estorbo.
—Cada uno debió haber experimentado algo diferente. Revelaciones como esas no pueden sólo olvidarse.

***

Fue Yúska a casa de su novio para ayudarlo con unas tareas de mantenimiento para el jardín, Yáke la recibió mostrándose agradecido, mas sólo en palabras y no en actitud. Rastrillar las hojas de los árboles al final del otoño, cortar las ramas que habían crecido demasiado, trasplantar algunas plantas de lugar y cubrir algunos agujeros dejados por topos, fueron las tareas que Yáke hubiera terminado rápidamente de no ser porque su novia se empeñó en ayudarlo en todo. Reflexionó que ya había sido mucho tiempo en que los pensamientos más fuertes que rondaban su mente eran Yúska y los viajes a otras realidades, y no entendía cómo podía Yúska permanecer tan indiferente ante aquel fenómeno y sonreír tan tontamente al intentar, subida en una escalera metálica, cortar las ramas sobrantes de un bambú con el machete.
Estaba tan concentrado pensando en eso que no se dio cuenta de que Yúska se dirigía hacia la manguera, abrió la llave, apuntó hacia Yáke y tapó la mitad de la boquilla con el pulgar. Una gruesa capa de agua transparente le quedó a Yáke pegada al cuerpo.
—¿Qué pasó, Yáke? —rio Yúska— ¿Mi novio, incapaz de ser sorprendido por nada, de repente bajó la guardia?
Algo debió haber pasado por la cabeza de Yáke, pues Yúska, no bien hubo terminado de decir esas palabras, se sintió golpeada por la misma agua que el gemelo había tenido alrededor de sí. Pero él no había movido ni la mirada; el agua había respondido a algún deseo de su consciente o inconsciente. Riéndose por millonésima vez, Yúska volvió a mojarlo burlándose de su seriedad, y volvió a ser recibida por la misma agua, y el mismo juego continuó por unos minutos. ¿Había acaso una pequeña sonrisa en Yáke? Su cara permaneció sombría, los ojos ocultos tras las tiras de cabello húmedo.
—Oye —dijo Yúska cruzándose de brazos, temblando—, si seguimos así, me voy a enfermar. Creo que es tu deber dejarme tomar un baño en tu casa, ¿no? —Fingió un estornudo, en voz baja para no delatar mucho su falsedad.
Yáke sólo se le acercó lentamente y la abrazó, sin decir una palabra. Sorprendida por eso, Yúska no se dio cuenta de que, al contacto con su cuerpo, el agua y humedad de su ropa y piel se pegaban al gemelo hasta dejarla seca segundos después. El agua flotó lentamente hasta los azahares que había junto a ellos en unas macetas; el agua los alimentó. ¿Por qué lo había hecho así? Era lo que se preguntaba. Si quería secarla, lo hubiera podido hacer sin necesidad de abrazarla.
Pasada la sorpresa, Yúska estornudó, esta vez de verdad, y dijo:
—Creo que el frío ya me afectó un poco —se dirigió hacia la entrada, y con una mirada picaresca y roja añadió—: ¿te importa si me acuesto un rato en tu cama?
Y pensó que Yáke se lo había creído, porque no dijo nada en contra de eso.
Minutos después, cuando Yáke hubo terminado de trabajar, tomó un baño rápido y entró en su cuarto, Yúska lo esperaba sobre la cama, cubierta solamente por las cálidas sábanas. Yáke curvó levemente la boca; el cómo llegaron a esa situación le daba risa. Cerró la puerta y ésta no se abrió durante horas.

***

5 de diciembre.

Seguimos en la misma realidad. Me parece increíble que Sínke no haya intentado provocar un cambio. Supongo que de algún modo este asunto ha comenzado a perturbarlo. Fui a visitar a mi padre a la cárcel. Le conté que había soñado que mi mente había viajado a otro universo paralelo, reaccionó sin interés, como los que se dicen que sólo es un sueño y por tanto no tiene importancia. Me sentí un poco incómodo después porque pensé que él querría soñar que vuela lejos de aquella prisión.

6 de diciembre.

Aparentemente ya no nos queda mucho más que recordar de lo que nuestros cuerpos estuvieron haciendo mientras no estábamos. Séntsa se mostró sorprendida de recordar que se llevaba relativamente bien con su madrastra, pero todavía le falta recordar un poco sobre por qué exactamente. Áte recuerda el haberse llevado bien con su hermana en la semana de su cumpleaños; también le hace falta recordar un poco más. Hínta recordó haber entrenado más tiempo con su padre, pero a diferencia de antes, se sentía tranquila y segura, no con el excesivo respeto de siempre. Yúska ya casi parece haber superado por completo el abandono de su madre, o al menos así parece, pues ha comenzado a hablar de ella sin inhibirse. Me alegra que todo parezca mejor ahora. Pero se me hace un poco extraño que todas estas mejoras en nuestras vidas se hayan dado de esta manera. ¿Cómo es posible que después de habernos ido por un tiempo, nuestra vida acá haya mejorado por sí sola para todos? Hablaré de eso con Yáke y Sínke.

7 de diciembre.

Ahora que lo he pensado todo el día, es curioso que todos nosotros tengamos o hayamos tenido algún tipo de problema asunto complicado con algún familiar. Ya éramos todos conscientes de eso, incluso yo, pero ¿por qué ahora me pongo a pensar tanto sobre eso?

8 de diciembre.

Le conté lo que pensaba a Sínke. Nos dijo en el instituto que aquello era nuestro cliché de vida (lo dijo riendo), y que gracias a eso parecía haberse formado el jínnliù en primer lugar, así como los de alcohólicos anónimos forman sus grupos por un problema común. Hínta dijo que ya estaba algo consciente de eso desde hace años, pero que no le parecía nada malo. ¿Será verdad que eso fue lo que nos hizo unirnos al jínnliù? Aún me falta hablar con ellos sobre lo que pensé el 6 de diciembre, pero una cosa a la vez.

9 de diciembre.

Yúska derramó agua sobre Yáke. No sé si fue a propósito o no. Es la primera vez en mucho tiempo que volvemos a ver el asunto del agua. Nunca lo olvidé, pero se volvió algo de uso tan escaso que a nadie le importó. Creo que Sínke tiene razón: algo no está muy bien con los seres de esta realidad si pensamos así de lo extraordinario. Pero él tampoco quiso seguir mostrándonoslo, ¿de qué se apenaba?

10 de diciembre.

Mis tíos no estuvieron todo el día. Me quedé sólo cuidando a mi primo Práke. Me preguntó si tenía alguna foto de Séntsa que le pudiera regalar.

65

¡Qué pereza, es el día del festival deportivo! Incluso los que no participamos tenemos que venir a apoyar. Demasiado ruido; viene gente de fuera para ver a los estudiantes competir; calientan chismorreando las chicas del equipo de voleibol; los de soccer alardean en voz alta; quieren presumir, estoy seguro. Me como un perro caliente mientras Kányu se estira junto a la piscina. Mírenlo, sonriendo como siempre. Su novia Íma le da ánimos. ¿Por qué te sentaste junto a mí? ¿Quieres demostrarle a Kányu que te puedes llevar bien con nosotros? Pues hazme un favor y deja de moverte tanto al saltar de alegría para animarlo, ¡vas a tirarme mi bebida! Y antes de comenzar, nuestro dichoso himno nacional. Hay que ponerse de pie. Bla bla bla, tierra de los mareses sobre la montaña que encara el mar y lo que sigue, bla, bla, bla. Todos cantan con tanto entusiasmo y tan fuerte que el resto de la letra no se entiende. Al fin comienza. Kányu en verdad nada muy bien; aventaja a todos desde el comienzo. Pero parece que al final pierde fuerzas y se deja rebasar. Queda en segundo lugar. Qué mal.

***

Arranca Yáke de su posición al recibir la estafeta de su compañero. Kúsat observa desde la tribuna con ojos suspicaces, anticipando lo que acontecería. Por haber tenido que decir que no sabían nadar, la oficina de la escuela les llamó porque aparentemente había un problema con eso. Pronto Yáke se quedó sin nadie a su derecha ni a su izquierda. Ignora a todos los que lo animaban desde la tribuna, y continúa corriendo hacia su hermano. Fue la presidenta la que abogó por ellos cuando hubo que discutir qué debían hacer los gemelos para cubrir el programa obligatorio de natación. Sínke objetó que era injusto que saber nadar fuera parte de la calificación final. Pocos segundos después, comienza a disminuir su velocidad. La competencia aún está algo lejos, pero poco a poco lo van alcanzando. Le gritan que se apure. Se sorprenden todos al ver que el gemelo ahora sólo camina tranquilamente, y en seguida los demás lo pasan sin que él reaccione. A Yáke no le importó que su promedio final fuera reducido por no participar en las horas de natación. Sabía que a su hermano tampoco, pero de todas formas discutía por el mero amor a las discusiones. Los competidores entregan las estafetas. Los nuevos corredores pronto están lejos de Sínke, que permanece quieto, mirando arrogantemente a su hermano, la palma lista para recibir el palo de madera. La presidenta Áltra sugirió entonces que las horas que debían cubrir en natación las cubrieran en otro deporte, y sugiere amablemente que sea en atletismo. Ninguno objetó nada en contra. Yáke se acerca lentamente, la estafeta como un péndulo al final de su mano. Le siguen gritando; algunos se burlan, dicen que ya se cansó el gemelito. Cuando llega a su hermano, los corredores están en la recta final. Desde entonces nunca volvieron a la piscina, y los días que tocaban deportes se quedaban una hora más en la pista de la escuela. [Un momento de tranquilidad en el que no había nadie más cerca de ellos, hasta el día en que se unieron al jínnliù, cuando algunas veces uno de los jínnyi se quedaba a hacerles compañía].

***

Acércate, hermano, o vamos a perder. La mano de Sínke recibió la estafeta; los dedos la apresaron, pero Yáke no la soltó de inmediato. Je, je, no quieres que haga lo que sabes que estoy a punto de hacer, por eso no la sueltas. ¡No! Al contrario, ¡quieres que lo haga! De otro modo no los habrías dejado pasar en primer lugar para hacernos perder tiempo, tiempo que hay que recuperar rápidamente. ¿Al fin quieres revelar esta parte de nuestra definición? Pero eres muy cobarde para hacerlo por ti mismo. ¡Suelta, están a punto de llegar!

***

Yáke abrirá la mano y se alejará. Su cabello evitará que se le vean los ojos mientras sale de la pista. De todos modos nadie se fijará en él y su lúgubre semblante. Todos gritarán atónitos cuando Sínke se encuentre a la cabeza de los corredores, estando a sólo unos metros de la meta. Todos se preguntarán cómo, qué drogas consumió o qué alucinación están teniendo, cuando vean al gemelo acortar la distancia entre sus rivales en cuestión de instantes, en lo que dura un soplido. Todos se quedarán helados instantes antes de que salga corriendo a esa velocidad, luego de que la mano de Yáke se lo permita.

***

Gira y gira la rueda con el pedal. Funciona bien, se siente suave, pero estable. Cae la rueda y da un pequeño rebote.
—¿Ya estás lista, estimada jínne?
Estudiaba la determinación que refulgía en sus ojos. La primera vez que la verá correr en una carrera. Lo disfrutas, ¿verdad? Al fin queda más evidente tu propia importancia. Los paseos en bicicleta que dabas con mi hermano. Te querías lucir. Y hoy también lo harás, ¿no es así?
—¡Claro que sí! —alzó el puño y se bajó los brillantes anteojos protectores— Todos van a comerse mi polvo.
(Pasóle Kányu una botella con agua. Yúska la acomodó en la parte de abajo de la bici.
“¿Qué te pasa? Te noto un poco nerviosa”, dijo al sentarse Yúska en el sillín. Le pareció que le incomodaba, pero el problema no estaba en el asiento. “No, nada. Sólo que esta vez sí voy a ganar”, dijo probando la soltura de los frenos. Kányu, notando la minúscula inseguridad en la voz de Yúska, le puso la mano en el hombro con suavidad. “No te preocupes. Esta vez sí lo harás”).
Áte se cruzó de brazos y apretó los labios. Nunca había visto a Yúska tan emocionada con una bicicleta desde hace años, antes de entrar al instituto. Nunca se separaba de esa bicicleta. Yáke sabrá mejor, después de todo, es con quien más se junta. Es verdad, me he dado cuenta de que desde que los gemelos están en el jínnliù he convivido mucho menos con Yúska, creo que hasta con Hínta. Me han robado tiempo con ella. Mírala ahí, preparándose junto a todos los demás que van a participar. Se ve feliz, muy feliz. Ojalá ganes, jínne.
Yáke estaba dentro del instituto cuando el disparo sonó, veía la muchedumbre, no quería ir pero terminó dirigiéndose hacia ella, primero caminando, y al final infiltrándose entre todos con cierta violencia. Una ola de gritos de ánimo surgió de los mirantes. Yáke llegó al frente y alcanzó a ver las espaldas con números que se alejaban. Ninguna de esas espaldas es la de Yúska; ya adelantó a todos.
(El circuito había cambiado un poco desde la carrera del año pasado: un poco más corto; algunas partes de la ruta habían sido atajadas por callejuelas menos transitadas. “Quizás la escuela recibió quejas porque tenían que cerrar algunas calles solamente por esta carrera”, pensaba Yúska, adelantaba a todos por pocos metros; una chica de cabello rosado casi le igualaba a la rueda trasera. “Parece más corto… pero hay más en dónde doblar”. Como ya estaba acostumbrada desde hace años, zigzagueaba osadamente por las pequeñas calles adornadas de señales de color rojo indicando el camino. Las estampas de nubes de su casco volaban. Algunas personas que sabían de la competencia los animaban a todos a su paso, y se asombraban de la habilidad de Yúska para doblar y continuar perdiendo la mínima velocidad. Frenaba hasta casi derrapar sin miedo a caerse; apoyaba el pie en el suelo y se impulsaba sin dejar de pedalear; el pie regresaba rápidamente al pedal sin fallar).
Al fin se vio libre de la parte más intrincada. Los ruidos apoyadores de los transeúntes dejaron de entusiasmarla y comenzaron a fastidiarla. Sudó de cansancio y tensión. El agua de su botella se agitó como el mar en un tifón. Esta ya es la parte larga, debo ir más rápido, ¡sí, pedalea más! Ni siquiera se molestaba en ver qué tanto ya ha adelantado a los demás. ¡Vamos, vamos, vamos!
(Bebió de la botella y rio. “Esta ya es la última curva antes de la meta”. La chica de cabello rosado había quedado muy atrás. Dio la última curva tan bien como todas las demás y apareció la meta a lo lejos, a la entrada del instituto Ítuyu, donde todos la esperaban entusiasmados).
Violento retortijón en su pantorrilla izquierda, ahogó un quejido de dolor. Le quemaba y aprisionaba el músculo.
No. Estuvo tan emocionada revisando la bicicleta que no calentó lo suficiente. Sintió que las fuerzas se le escapaban. La pierna dolía al subirla para pedalear y no había tiempo para descansar. No le importó el dolor y continuó, mas cada pedaleo le entumecía más la pierna. Escuchó las bicis de atrás acercarse. Oh, no, vamos. Ya no pudo mantener la velocidad (“¡Ya casi llego!”, pensó casi gritándolo, el viento estrellándose en su garganta. “Esta vez no me dará un calambre, esta vez sí será”. En su éxtasis no se dio cuenta de que se estaba incorporando demasiado, y entre más la distancia entre ella y la meta se acortaba, más se alejaba del punto de equilibrio y su pie izquierdo vaciló en el pedal) y casi llorando se sintió adelantada por la pelirrosa, por un chico de piel morena, y una chica que la volteó a ver por un instante con lástima, pero sin detenerse. Llego en cuarto lugar, y lo primero que hizo fue bajarse y tumbarse al suelo, aferrándose a su pierna (poco a poco, hasta que resbaló. No tuvo tiempo de gritar. Rodó por el asfalto y raspósele la piel. Las nubes de su casco se rajaron. Su cuerpo se detuvo contra la pared del instituto; mientras los demás pasaban de largo solamente volteando a mirar el accidente con horror).

***

Kányu se apresuró a vestirse para no perderse el torneo de artes marciales. Íma estaba esperándolo fuera del vestuario y lo acompañó amorosamente.
Primero fue la categoría femenil. Hínta se había apuntado desde hacía semanas, más que por elección propia, porque su padre se había enterado de los eventos del festival, y si bien no le ordenó que participara, hizo alarde de que a su hermana Húba le gustaría participar y sería seguro que ganaría. Durante una hora, con lapsos de varios minutos para descansar, pasó a combatir y ganó a todas sus adversarias, y no podía evitar mirar con orgullo a su familia en la tribuna con cada una de sus victorias. Ahora se encontraba frente a su última rival, una chica a la que no conocía llamada Zóbi. Pese a ser de su misma estatura su aspecto era severo, pero le dijo que no iba a subestimarla, como si con eso quisiera hacerse la sabia.
—¡Pártele la cara! —gritó Yúska.
—¡No digas esas cosas! —la regañó Séntsa.
—¡Ya cállense las dos! —exclamó Áte.
—A los seres de esta realidad les encanta gritar por todo —gritó Sínke.
Al comenzar la pelea, Hínta mantenía su distancia de los golpes y patadas. Al ver el momento oportuno; cuando su rival dio una patada de gancho a su cara y la eludió agachándose, aprovechó para darle un golpe en el estómago.
—¡Punto! —dijo el réferi.
El señor Sémt se veía sereno; Húba miraba a su hermana como diciendo “yo lo hubiera hecho más rápido”.
En el siguiente round, Zóbi comenzó más salvajemente: pateó tan rápido y fuerte que le dolieron los brazos a Hínta, terminó recibiendo una patada en el estómago.
—¡Punto!
—¡Ja! Ni siquiera encontró oportunidad para atacar —dijo Húba en voz baja.
Intentó calmarse Hínta. “Sus patadas son muy fuertes; pero después de atacar muchas veces descuida su guardia; se cansa pronto”. En el tercer round, se mantuvo de ella lo más cerca posible. Zóbi le quiso atacar con la rodilla; pero Hínta pudo pararla con la pierna. Entraron en un clinch y forcejearon. Zóbi intentó barrerla para llevarla al suelo, pero Hínta logró eludirlo y aplicarle un seoi-nage, mandándola al suelo.
—¡Punto!
—Qué bien, un punto más y gana —dijo Kányu.
Mientras descansaba en lo que volvían a sus posiciones, Hínta vio a sus jínnyi y les sonrió mostrando los dientes. Sus brazos estaban algo adoloridos, pero su resistencia estaba lejos de venirse abajo. Húba aproximó más el cuerpo al barandal cuando el siguiente round comenzó.
Zóbi se movía con rabia en los ojos, volviéndose más intimidante que antes. Hínta intentó acercarse pero una patada casi le hunde el estómago. Zóbi, con los puños de guardia, no la dejaba aproximarse sin recibirla con patadas cada vez más fuertes. Esas patadas que hacían vibrar el aire aterraron a Hínta. Intentó parar una con el codo; pero resultó lastimada y gimió. Sin tiempo para detenerse, no pudo sino retroceder por toda la arena, cuidándose de no salirse.
Yáke, mirando de pie junto a los demás, parecía interesarse.
Se sorprendió Sínke cuando vio una mirada de gran seguridad en Hínta, quien encaró en posición de guardia defensiva a su rival con un brillo en los ojos, y se preguntó qué había provocado ese cambio tan repentino.
Hínta volvió a intentar acercarse, y volvía a alejarse cada vez que Zóbi respondía con patadas, y ésta cada vez se desesperaba más e intentaba patearla en las piernas. Apenas vio Hínta un momento de apertura, se abrazó a su cintura, inmovilizó sus piernas y la llevó al piso. Zóbi intentó rodearla con las piernas, pero Hínta notó que no era muy experimentada en el suelo, por lo que se liberó fácilmente, la montó de lado y le aplicó una llave de brazo. Instantes después, Zóbi se había rendido y el referí declaró a Hínta como la ganadora.

***

Sínke decidirá inscribirse a última hora al torneo en categoría masculina debido a que uno de los que estaban inscritos se había lastimado al calentar. ¿No te cansará mucho antes de tu carrera? Preguntará Yúska. Para nada, contestará presumido, No olvides que tenemos mi hermano y yo mucha resistencia. Poco después, verá con sorpresa que entre los concursantes se encuentra Zúruk.

66

Fue algo de miedo lo primero que sintió Íma al ver a Yáke. Es verdad que el hermano tenía un físico muy similar y los mismos ojos penetrantes que tanta gente volteaba a mirar resistiendo las ganas de señalar; pero en el gemelo silencioso le hacía sentir su propia sangre fluyéndole por la piel de la cara. Entre los muchachos que salían al descanso lo vio dirigirse detrás de una bodega, donde había un árbol de limón casi deshojado, y ahí se sentó en una gran roca a leer. No le importaba que el sol le cayera encima, calentándole la coronilla de la cabellera. Discretamente, Íma lo examinó en ese lugar durante algunos días hasta que Yáke se dio cuenta de que era observado, e Íma no volvió a intentar buscarlo durante el descanso.
Poco después lo volvió a ver con un grupo de jóvenes junto al lago durante los descansos. Se enteró de que eran un grupo de jínnyi, quizás el único de toda la ciudad.

***

¿Cuántos “No” tendrán que recibir los pobres chicos del instituto Ítuyu antes de que sólo uno de ellos pueda escuchar el tan anhelado Sí de parte de la chica de cabellos de mar? No supo Kányu exactamente por qué había oído el Sí. Había hablado muy poco con ella antes, y su atracción hacia ella se debía, según admitía con pena, a su belleza. “Sé que casi no nos conocemos. Y lo admito, es por tu belleza. Pero, si quieres, si no te desagrada la idea, permíteme conocerte mejor para ver si puedo enamorarme de algo más de ti. Dame la oportunidad de amar quien eres en verdad y no sólo el cómo te ves. Lo siento si sueno muy tonto”. Y en la mente de Íma Líb esas palabras fueron como una señal, pues todos sus anteriores pretendientes no admitían que lo único que los impulsaba a ella era su hermosura, sino que se esforzaban por disfrazar sus hormonas con palabras de amor; decían amar su inteligencia, su manera de pensar, su perspectiva de la vida, pese a no conocer en realidad nada de eso, y era obvio que sólo la querían por su atractivo. Tenía Íma además inculcado el sentimiento de que, en caso de buscar novio, tenía que escoger uno sincero en primer lugar, y en segundo, que quisiera enmendar sus faltas. “No te conozco y sólo me gusta tu belleza, pero dame una oportunidad y aprenderé a amar tu alma también”. Le rondaron esas palabras en la cabeza el resto del día, sus amigas le dijeron que sólo era otra táctica de un pervertido de closet; pero ella las ignoró, tan tontamente hechizada parecía por aquellas palabras, y a la mañana siguiente le dio el “Sí”.

***

—Me quedó la incertidumbre de qué hubiera yo atestiguado si en ese momento, ante las miradas atónitas de todos los alumnos, después de que Yúska rompiera el desesperado abrazo con el que Íma apresaba a Yáke bajo el naranjo, y sintieran los gemelos esa ruptura del espacio, mareante y desesperante como una parálisis de sueño, Yáke le hubiera dado un “Sí” a Íma Líb por alguna razón. Me puedo imaginar el rostro de todos, de una sorpresa para dislocarse las mandíbulas, sin haber ya duda de que algo andaba mal con el gemelo. Ni su propio hermano lo reconocería. Después comenzarían a salir, y aunque sé que todo lo que pueda imaginarme será la realidad en infinitos universos, me mataba la intriga del porqué Yáke lo habría hecho en aquella versión de la realidad. ¿Qué pasó? ¿Qué hechizo existencial le hará abrazar a la divina muchacha y salir con ella? ¿Habría atestiguado su caída final hacia la aceptación de esa realidad? ¿Habría crecido y aceptado al fin su condición en el único mundo que había conocido? ¿O la habrá dejado poco después y regresado a su estado de intriga y deseo de vivir una realidad verdadera para él?
—Todo eso será.
—Sí, pero quisiera haber atestiguado un poco de eso.
—Así que en tu caso no se dejó caer.
—Así es. Además, aunque sea otra historia, en la realidad de otro de los hermanos encontré a la gemela de Íma Líb.

***

—Buenos días, presidenta —saludó la chica recién llegada, asomando la cabeza tras la puerta—, ¿está ocupada?
—No tienes que ser tan formal, Íma. Sólo entra; ya terminé lo que debía hacer.
Íma se sentó frente a la presidenta y le sirvió un poco de té que tenía guardado en un termo, ambas se aliviaron un poco del frío con él.
—Ya hace tiempo que no sales con las demás —dijo Íma.
—Lo siento, he estado bastante ocupada. Cosas de los parciales que comenzarán mañana. ¿Estás preparada?
La chica bajó la cabeza.
—Sí, creo…
—Mejor hablemos de algo más alegre, ¿sabes quién es esa chica que acaba de salir?
—Sí, todos la conocen, pero no recuerdo su nombre.
—Bueno, se llama Séntsa Fónet, de seguro sabes que es una de las jínne de Yáke Grámt, ¿verdad?
Íma detuvo el sorbo que estaba a punto de dar al oír el nombre del chico, bajó la cabeza y su rostro se ensombreció.
—Sí… lo sé. Siempre se sientan a almorzar en el mismo lugar junto al estanque. Es intimidante.
—Sé lo mucho que te gusta Yáke Grámt, y por eso te tengo buenas noticias. Al terminar las vacaciones de navidad, Séntsa ocupará el cargo de la presidenta de un nuevo departamento de moral, por lo que estoy segura de que no tendrá mucho tiempo para estar con ellos durante la escuela.
A Íma se le iluminó el rostro.
—Entonces, ¿ella no estará con ellos?
—Es muy probable, así que quizás puedas aprovechar la oportunidad para acercarte a él sin temor a Séntsa.
Íma sintió su corazón acelerarse ante esa posibilidad; sin embargo, esa misma posibilidad le hizo brotar otro tipo de temor.
—¿Por qué pones esa cara? —preguntó la presidenta con un gesto amistoso— Deberías estar más alegre por eso, no me digas que tu timidez te va a ganar de nuevo.
—No es sólo eso —dijo desviando la mirada y jugando con su cabello—, es que también además de Séntsa hay otras dos jínne con él…
—Así que eso es lo que te preocupa… bueno, no tienes por qué temer.
—¿Por qué no?
—¿No lo sabes? Una de las reglas de los jinnliù es que no puede haber relaciones románticas entre ellos, pues se supone que es sólo una fuerte relación de amistad, casi de hermandad. El romance lo rompería, como es obvio.

***

Yáke se ve agitado, como si se diera cuenta de que acaba de hacer algo tonto y tiembla. ¿Que no es por eso, entonces por qué? Finalmente me atreví a confesarme yo, y ahora que no quiere hablar, me hace triste. ¿Vas a decirme que sí o que no? De nuevo temo ponerme más triste. ¿Tal vez? ¿Tal vez? ¿Qué es esa respuesta? ¡Ah! No, un chico se le ha acercado por la espalda y lo golpea en la cara. Le dice que es un idiota por dejarme esperando así. Rápidamente se le suma otro, y otro y otro y otro, ¡Déjenlo en paz! No me hacen caso. Yúska me aleja asustada, más y más chicos coléricos lo patean en el suelo.

***

Saldrás corriendo de entre los árboles para acudir a la ayuda de tu hermano, impulsado por un molesto sentimiento fraternal. Te preguntarás por qué no se defiende, por qué sólo permanece ahí tirado, recibiendo golpes que en realidad no le deben lastimar mucho, y al llegar a él, tras haberte metido como un león y apartado y arrojado a los chicos furiosos a varios metros de distancia, lo verás ahí con una pequeña sonrisa satisfecha, y pensarás que lo hizo porque así se había salvado del influjo en que la realidad le obligaba a hacer algo contrario a su esencia. Los que antes lo golpeaban huirán asustados de tu fuerza. Todo el ambiente permanecerá silencioso como un santuario sagrado; aunque los pájaros seguirán viviendo sus realidades como si nada en las ramas de los abundantes árboles de ese jardín. Nadie, ni Íma, ni Yúska, ni Séntsa se atreverán a decir nada hasta que la alarma suene instantes después, y el jardín se vaciará rápidamente de los morbosos jóvenes que salieron sintiéndose un poco culpables. Se irá de ahí Zúruk, a quien tan impulsivamente arrastraste junto con Hínta, y también Délo, secándose el sudor frío de la frente. Íma permanecerá ahí unos instantes, viéndolos a ustedes irse, y no tendrá valor para hablar con Yáke después de eso.

***

¿Crees en dios? Me preguntó un día. Estábamos almorzando juntos bajo el naranjo bajo el cual me le confesé, y al preguntar aquello parecía mirar un punto perdido en la huerta, pero su voz se escuchaba auténticamente interesada. No lo sé, respondí, no era algo en lo que pensara mucho la verdad. ¿Crees que una mente fue lo que creó este universo? Preguntó con el mismo tono. Tal vez sí, dije. Se ve lindo cuando habla de esas cosas, pero a veces era demasiado insistente. Si ese ente es consciente, entonces existe en algún tipo de tiempo, pues el tiempo es esencialmente una sucesión de eventos, y el pensar implica una sucesión de pensamientos, de estar en estado A a pensar en B, por lo tanto no es atemporal. Y yo no le dije nada, sólo me alegré por dentro de su inteligencia. Me miró por un instante, como para evaluarme, y volvió a mirar la huerta. Sin embargo, dijo, algunos dicen que ese simple capricho, sin explicación del porqué lo haría, pudo haber ocurrido simultáneamente, al mismo tiempo, por lo que no habría una sucesión de pensamientos. ¿Tú qué crees, Íma? ¿Tiene sentido decir que antes de la creación de nuestro universo existía una cronología de eventos en la mente de dios sin ser una cronología temporal? Y yo, con pena, le dije que no tenía idea.

***

—A ver —Yúska mirará el cielo, tocándose la barbilla—, veamos: si pienso en un pato que vuela y luego en una tortuga que camina, uno de esos pensamientos habrá ocurrido primero y luego el otro, por lo que hay un tiempo entre ambos pensamientos, pero puedo imaginar un pato volando al mismo tiempo que una tortuga caminando.
—Pero habrá un momento en el que no estabas pensando ni en el pato ni en la tortuga —dirá Yáke—, sino que en el momento de no pensar en ellos a estar pensando en ellos ya hay un evento temporal.
—Entonces, para estar fuera del tiempo, ¿dios tendría que no pensar en absolutamente nada?
—Tendrías que estar en un estado en el que una sucesión de eventos no se dé ni siquiera dentro de tu mente.
Yúska parecía luchar por seguirle el argumento, y luego dijo:
—¿Entonces dios no estaba pensando nada antes de crear el universo?
—Pero de no pensar en crear un universo a pensar en crear un universo ya hay una sucesión de estados de pensamiento.
—¿Estaba en estado de coma entonces?
—Según algunos, estaba muy ocupado simplemente existiendo en la nada.
—¿Sólo existiendo?
—Una conciencia no-pensante que existe inútilmente.
Los alumnos comenzarán a entrar al auditorio antes de comenzar la ceremonia de graduación.
—¿Pero cómo es que puedes estar consciente sin estar pensando? —preguntará Yúska.
Yáke sonreirá por un momento, con inusual satisfacción, y levantará los hombros.

***

—Déjame ver si entendí —dice Áte—. ¿Entre más cosas sepas hacer, más existes?
—Es una manera poco elegante de llamarlo —dice Sínke—; es más bien que tus habilidades, proyectos y propósitos revelan qué tanto existes para ti mismo y los demás, revela la importancia que cumples en un ambiente en el que la gente está necesitada de cosas. ¿Crees que es verdad cuando alguien te dice que, para ser exitoso en la vida, tienes que ser tú mismo? Pues es una gran mentira. En realidad uno tiene que ser uno mismo si ese “uno mismo” implica desde el principio una actitud o serie de virtudes y habilidades que lleven a un fin deseable para alguien. La gente de éxito aprende lo que los demás necesitan y quieren, y al mostrarles su apoyo se ganan sus favores y culpas o admiraciones; de ese modo prosperan a base de manipular la consciencia de los demás, haciéndose más existentes para ellos.
—Explícate mejor.
—Al ir a una entrevista de trabajo tienes que ir presentable, bien vestido, peinado, actuar con firmeza y saber expresarte de manera que se note que eres alguien seguro de ti mismo, y al mismo tiempo servirle de tapete al jefe. Todo eso no tiene nada que ver con qué tan bueno seas en verdad en tu trabajo o de tu compromiso real; por más que escribas en tu currículo clichés como “soy muy trabajador, siempre trato de aprender, me gusta trabajar en grupo” etcétera. Sin embargo, esa imagen cuenta a veces mucho más que quién seas en verdad. De hecho, al jefe poco le importa el conjunto de características que conforman totalmente tu ser: si en privado eres todo un poeta romántico, si amas a tus hijos, si recuerdas el cumpleaños de tu esposa, o lo que sea. Lo que le interesa es que esa actitud deseable que vio en ti cuando te contrató esté ahí cuando trabajes, y esa es la parte de tu existencia que él recordará de ti y se tomará en cuenta a la hora de contratarte, subirte el sueldo o despedirte.
Llegan a la panadería de la calle hyû. En esa época del año, durante la semana nacional de la gastronomía danzilmaresa, establecimientos de comida tienen la costumbre de adornar sus fachadas con luces e imágenes de paisajes del país. Dicha panadería había colgado sus luces como una brillante cascada en las vitrinas, alternándose éstas entre los colores azul, amarillo y verde. Estaban esas luces colocadas de manera tal que los panes que ahí se exhibían reflejaban los colores en su superficie, y por consecuencia, esa panadería sobresalía por su esplendor mucho más que otras tiendas cercanas.
—¿Ves ahí, Áte? El pan de esta panadería no es malo: es horrible; su harina es de baja calidad, el sabor de su grasa está disfrazado por el chocolate y las almendras mal almacenadas. Los que no te rompen los dientes se te rompen en los dedos.
—¿Cómo sabes todo eso?
—No te lo diría si no los hubiera probado antes.
—¿Los comiste sólo por curiosidad?
—Eso no importa. El punto es que, pese a lo malo que sea su producto, se está vendiendo muy bien, como lo puedes ver. ¿Te das cuenta? Ese ambiente familiar y fiestero; alegría visual casi como fuegos artificiales en miniatura, es deseable en el subconsciente de las personas. Lo ven y dicen “¡Oh, ese pan se ve muy bueno!” Luego irán a sus casas, lo probarán, se jurarán no volver a comprar aquí nunca más, y al día siguiente volverán a quedar hipnotizados, dudarán y se dirán “a lo mejor en realidad no es tan malo como creía”, y volverán a comprar.
—No creo que haya gente tan estúpida.
—Ahora es estúpido porque sabes, estimado. Pero ya qué —continuó caminando y Áte lo siguió—. Dejemos a esa panadería existir un poco más, obligada por necesidad a disfrazar su mediocridad y ganando por eso.

***

El bumerán amarillo fue lanzado. La luz de la luna comenzaba a ganarle terreno a la luz del sol en el cielo.
—Por eso los que no poseen esas cualidades deseables lo tienen difícil —dijo Yáke—. Los inútiles, los vagos, los antisociales, los que no aportan nada a nadie no pueden darse el lujo de ser ellos mismos.
—¿Lo estás diciendo por mí? —preguntó Áte.
El bumerán dio la vuelta.
—De algún modo, pero también aplica para mí —dijo Yáke.
—Pero no todos podemos ser ricos —dijo Áte antes de atrapar el bumerán.
—No hablo de dinero, sino de condicionar mentes.
—¿Qué?
Lanzó el bumerán de nuevo.
—Basta con lograr hacer algo deseable para alguien más, y así adquirirás una existencia notoria. Los jínnyi no existíamos antes de conocernos, o al menos no existíamos para los demás. Pero ahora que lo somos, se supone que debemos existir mucho para nosotros.
El bumerán regresó y no volvió a volar por ese día.
—¿Qué tanto existo yo para ti? —preguntó Áte.
—Estás a la cabeza de todos los demás, por ahora.

***

23 de diciembre.
Sé que no es correcto, pero voy a hacer una lista de mis jínnyi según el aprecio que siento por ellos. Me temo que casi no recuerdo cómo los veía en el universo de la gente blanca, lo que me ayudaría mucho, aunque supongo que no sería justo por tratarse de los alter egos de otra realidad. Me ha costado mucho hacer esta lista:
1- Hínta. Tal vez porque era con quien más me llevaba en la secundaria, y fue con la que más conviví cuando los conocí a todos. Significó mucho para mí cuando me acompañó un día a visitar a mi padre a la prisión; aunque no la dejaron entrar, estuvo ahí para cuando salí, sin haberse movido de lugar. Quizá supuso que me sentiría triste al salir y me propuso que fuéramos a comer un pan. La verdad sí lo estaba.
2- Áte. No sabría contestar por qué sin sonar muy trivial, pero fue el único hombre del jínnliù además de mí antes de que llegaran los gemelos y, por lo tanto, me sentía cómodo con él de un modo que no podía con las chicas. Supongo que es natural entenderse mejor con los de tu género en determinados momentos. Visité muchas más veces su casa que las de todos los demás, y podíamos hablar de casi lo que fuera. Con las chicas todavía me muestro muy optimista. Es con Áte con quien tengo el valor de no estar sonriendo a cada rato.
3- Yúska. Me divierte. Además es la única de nosotros que parece tener una pasión por algo: el deporte, sobre todo lo relacionado con las carreras de bicis. Su determinación para no rendirse me hace querer desearle suerte y apoyarla en todo lo que se proponga, aunque no siempre le encuentre mucho sentido. A veces es fastidiosa, pero es difícil no querer seguirle la corriente.
4- Sínke. Es el que tiene las charlas más interesantes, aunque un tanto difíciles y exageradas. Digamos que es divertido escucharlo hablar cuando te acostumbras, y hasta aprendes algo nuevo.
5- Yáke. Antes me ponía nervioso, aunque ahora ya me acostumbré. Se podría decir que sus pláticas son parecidas a las de Sínke, pero más serias y algo deprimentes, sin el factor entretenido de su hermano.
6- Séntsa. Lo siento, jínne, me gusta tu sentido común y que en el fondo de tu arrogancia moral seas capaz de una gran humildad, como el día que perdiste las elecciones y ante toda la escuela te disculpaste, con lágrimas en los ojos, por no haber sido lo suficientemente buena para ellos; pero no puedo dejar de sentir que a tu lado me siento restringido; no es tu culpa, me restrinjo yo mismo para que estés contenta conmigo; es problema mío. Aún recuerdo cómo estuve a punto de decidir que los gemelos no se unieran a nosotros sólo para que no te enojaras conmigo, y desde ese momento intenté evitar cualquier actitud o comentario que pudiera no agradarte. Me das miedo, como la lideresa del jínnliù que eres, y no quisiera enojarte.
Tal vez esta lista sea muy superficial todavía. Intentaré hacerla más precisa después.

***

—¡Estaba a punto de decir tantas cosas a ese juez! —se quejó Sínke con su hermano.
Yáke no le regresó ninguna réplica hasta que, minutos después, las mentes de todos fueron bombardeadas de recuerdos. Eso no le importó a Sínke.
—Tenemos que regresar —dijo.
Séntsa, quien al recibir sus recuerdos parecía estar a punto de entrar en pánico, murmuró un “No”.
—Ya terminó todo, hermano —dijo Yáke—, olvídate de esa realidad —miró a Yúska, quien pensaba con la mano tapándole la boca—; ya tenemos una más aquí.
—¿No entienden lo que esto significa todavía, pese a todo lo que hemos visto? —preguntó Sínke, incrédulo— Podemos elegir qué en qué tipo de realidad será. No sé cómo es que todos pueden venir también, pero hay que averiguarlo…
—¡No! —gritó Séntsa. Había perdido el control, y ahora lo encaraba colérica y llorosa. Todos guardaron silencio— ¡No más universos paralelos, por favor! Tal vez es divertido para ti porque no eres de este mundo… pero yo tengo miedo, tengo miedo.
—¿De qué? —preguntó Sínke, retador.
—¡No importa de qué! —contestó Séntsa— Sólo promete que no intentarás llevarnos a otra realidad. No piensen en ninguna metáfora que les haya dicho su maestro o lo que sea que nos haga salir de nuestra realidad.
Y al hablar se le acercaba a Sínke, alzando cada vez más la voz. El gemelo no le contestó, sólo adoptó un aire tranquilo y asintió suspirando. Cuando Séntsa se fue de ahí, instantes después, se prometió que si algo así volvía a pasar, dejaría el jínnliù.

***

Séntsa se encontrará con Íma Líb a la entrada de la escuela, ésta abrirá la boca al verla y se irá apresuradamente. Tal parecía que, desde lo ocurrido hacía más de un año, Íma Líb había adquirido una especie de fobia hacia los jínnyi, provocada por la vergüenza, y durante el resto del año y el año siguiente los había evitado lo más posible, volviendo sobre sus pasos, desviando su camino o esperando tras alguna esquina. Séntsa, quien, debido a las nuevas circunstancias que había vivido desde entonces, había comenzado a ser más sensible hacia los sentimientos de los demás, la detendrá de un grito. ¡Espera, Íma! La chica de rostro angelical desconfiará por un instante y se detendrá mientras Séntsa se le aproxima, pero al llegar con ella se dará cuenta de que no sabe qué decirle. ¿Cómo estás? Saludó intentando sonar amable, pero no pudo evitar cierta rudeza en su tono. Eh… bien, dirá Íma Líb. Y tras cinco segundos de silencio incómodo, Séntsa se atreverá a decir: Oye, ¿está todo bien en serio, con respecto a lo de hace un año? Por primera vez se dará cuenta de lo incómodo que es el hablar con alguien con quien no se ha hablado en la vida, y por quien, no obstante, se llega a sentir lástima, todo eso sumando al temor que Íma por naturaleza demostraba hacia ella. No esperará una mejor respuesta que un Sí titubeado. En su lugar, Íma Líb dirá: No quiero hablar de eso. Con algo de alivio ante una respuesta que la liberaba de seguir la plática (aunque sin sentirse del todo liberada), Séntsa se despedirá. Espera, interrumpirá su partida Íma Líb. Séntsa verá que la chica tiene unos brillantes ojos tristes, pensará que se esfuerza por decir algo, pero no encuentra las palabras. Nada, dirá finalmente, bajando la cabeza. Si Séntsa hubiera sabido que aquella sería la última vez que cruzaría palabras con Íma Líb, no se habría ido tan rápidamente. Quizás imaginaba que tendría la ocasión de volverle a hablar en algún momento del resto de su estadía en el instituto Ítuyu. No estuve yo ahí para atestiguarlo.

***

Después de la silenciosa disolución del jínnliù, Kányu acudiría a casa de su novia para tener algo de consuelo; aunque no lo diría de ese modo, sino que sólo se sentaría con ella abrazándola. Ella escucharía la triste noticia y pensaría que nunca había visto a su novio tan deprimido. Después se besarían, creyendo Íma que así Kányu sería más feliz. Él le correspondería con más caricias, cada vez menos inocentes; Íma se dejaría tocar amorosamente por primera vez en partes de su cuerpo que otros chicos sólo visualizaban en sus fantasías. Si no hubieran estado los padres de Íma en ese momento en la casa, no se habrían contenido y se habrían dirigido a la habitación de ésta.

Al despertarse por la mañana, después de un sueño intranquilo que lo había dejado amodorrado, Kányu bajaría a la cocina a prepararle el desayuno a su primo Práke, y al subir de nuevo, con la intención de seguir durmiendo, se encontraría en un universo paralelo en el que el jínnliù nunca había existido.



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