La realidad de Yáke y Sínke 22: Compromisos


 
Aparecen nuevas responsabilidades.


61

Debido a la inauguración del comité de moral de Séntsa, Hínta pasó a ser la representante del aula 1-C. El día en que Séntsa anunció su retiro para centrarse en su nuevo puesto, Sínke propuso casi inmediatamente que Hínta la supliera; la gran mayoría de sus compañeros de aula estuvo de acuerdo con eso, alegaron que Hínta era la chica más responsable y disciplinada de la clase, y que, pese a su dificultad para hablar en público y nada intimidante presencia, su honradez y disposición inquebrantable por buscar siempre lo mejor para los demás le daban un gran valor como representante. De manera exagerada pusieron toda su confianza en ella.
Hínta estaba atónita por el repentino apoyo, pues, según su punto de vista, ella no había hecho nada muy especial para demostrar todas las cosas buenas que le atribuían.
—El último en darse cuenta de su propia influencia sobre los otros es uno mismo —le dijo Sínke, sentados bajo la palmera solos los dos, esperando a que llegaran los demás.
Sus nuevos uniformes les daban calor, y de rato en rato se sacudían la blusa y la camisa para que entrara aire.
—¿Pero yo qué he hecho para que piensen así de mí?
—Pregúntales —contestó Sínke—, quizá tenga que ver el hecho de que eres la que mantiene unido nuestro jínnliù.
—¿Tú crees eso? —Hínta volteó sorprendida hacia Sínke.
—Eso es lo que los demás parecen percibir, que de algún modo la cohesión de nuestra pluralidad se debe a alguna influencia tuya. Podemos o no estar de acuerdo con eso, pero quién sabe.
A partir de ese momento, Hínta tomó realmente el cargo de representante de su aula.

***

Quizás la ayuda más inesperada le llegó de manos de Sínke, el mismo que la había propuesto para comenzar. Se volvió su ayudante en un acuerdo sin palabras, siendo muchas veces el que hablaba en público cuando debían hacerse avisos importantes, o informar de diversas cuestiones a las que la representante se iba enfrentando en relación al resto de la escuela. Pocos días antes de la confesión de Kányu a Íma Líb, los representantes tuvieron que anunciar en su aulas las advertencias que el comité de moral de Séntsa iba a implementar desde ese día, y en caso de violarse, podría suponerles expulsión inmediata. Estando Hínta asustada por tener que dar noticias tan tiránicas de su propia jínne, escribió la noticia de manera que quedara en claro que aquella no era su opinión ni estaba de acuerdo con las medidas, pero a última hora se afligió y Sínke tuvo que darla por ella.
—No puedes tener estos lapsus de inseguridad, estimada —le dijo Sínke alegremente, rato después, al caminar con ella hasta su casa—. El príncipe debe verse seguro aunque sólo diga idioteces.
—No me puedes culpar por ponerme nerviosa —dijo Hínta—, y mucho más en esa situación. Siento que pueden juzgarme por ser jínne de Séntsa.
—Podría ser también que te hayan elegido precisamente por ser la jínne con más sentido común. Si hubieras levantado la vista a todos en el momento en que daba la noticia, no hubieras encontrado recelo hacia ti. De hecho, únicamente hubo fastidio debido a mi expresar y hablar, pero más bien sentían lástima por ti, como si vieran que estabas al mismo nivel de ellos y sufrieras lo mismo. Es la empatía, estimada, el sentir que tu representante te entiende, que vive lo mismo que tú, y que a la vez está tan cerca del problema, lo suficiente como para tener probabilidades de arreglarlo desde adentro. Teniendo todo eso, pasan de tus defectos, aunque sean importantes. Pero una cosa sí, estimada, así como te lo dije en nuestro primer día: te ayudaré en todo como un jínn debe hacerlo.
Semanas después, cuando hubo que dar la terrible noticia de que los noviazgos iban a ser completamente prohibidos, Hínta misma fue la que encaró a sus compañeros, respirando nerviosa como el día de su presentación. Con los ojos cerrados, como pidiendo una disculpa anticipada, dio la noticia.

***

—¿Qué tal es Sínke como novio? —preguntará Yúska, suspicazmente.
Hínta trató de usar el examen parcial de ese mes como excusa para no responder. Del otro lado del teléfono, Yúska escuchará su respiración nerviosa, reirá y le volverá a insistir.
—Yúska… acabamos de volver de… viajes a otro universos paralelos. Aunque ahora estemos en esta situación, no tenemos que hablar de eso.
—¿Por qué no? —Yúska se echará para atrás en su silla— Después de todo esta es nuestra nueva realidad; como dice Yáke, una realidad que hemos creado con nuestras decisiones, o algo así. —Se incorporará repentinamente, y preguntará entusiasmada—: ¿Qué fue lo que hizo Sínke para que le dieras el sí?
Hínta se quedará con decenas de palabras al borde de la boca, y la maliciosa Yúska escuchará los tiernos titubeos que su jínne solía hacer cuando trataba de contener su incomodidad.
—¿No… no puedes recordarlo? —preguntó Hínta luego de un instante—, Yáke dijo que recordaríamos lo que estuvimos haciendo mientras no estuvimos.
—Sí, lo sé —responderá Yúska, volviendo a sentarse en su silla—, pero aún sólo tengo recuerdos borrosos desde ese día en que lo anunciaron oficialmente. Más bien recuerdo las cosas que pasaron en la escuela entre Yáke y yo. La verdad no recuerdo qué sucedió entre Sínke y tú.
Húba apura a Hínta para que termine con el teléfono, por lo que Yúska le propondrá que mejor se lo cuente en persona al día siguiente, en su casa.

***

Yúska le dirá a Yáke que cierre los ojos, y cuando lo hizo, lentamente comenzó a desvestirse. La piel se Yáke sintió cada uno de sus pasos y sus formas femeninas tan nítidamente que era como si lo sintiera. Entonces recordó aquella ocasión en que había creído encontrarse en similar situación el día en que conoció a su padre, pero sólo se trató de mostrarle la pintura de la manzana. La sensación que percibió de ella era tan exacta a la de aquel día que se estremeció, y luego permaneció quieto, atónito, porque entonces sintió que unas manos le acercaban un objeto cuadrado a la cara. Yúska le dirá que mire, y Yáke verá la piel canela, suave del abdomen y los pechos de Yúska.

***

Húba Sémt. Sentada en una silla playera frente al estanque de su casa, después de haber visto a su hermana salir con su novio Sínke.
“¡Increíble! No hizo más que hablarle a mi padre con ese estilo antiguo tan mareante y automáticamente se ganó su confianza, ¡hasta para dejarlo salir con mi hermana! Pero bueno, no es que me importe; aunque la verdad se veía muy claramente desde que te volviste representante de su clase. ¿Cómo lo ignoraría? Papá no dejaba de hablar de lo orgulloso que estaba de ti en cuanto supo la noticia. Y más aún ayudada por un chico que hace artes marciales y habla como poeta idiota, tu jínn o lo que sea ese tonto círculo social en el que te metiste. Papá debe estar seguro de que hiciste buenas influencias, por ahora. ¿Necesito un chico que hable como ese Sínke para poder tener un novio? ¡Qué idiotez! Sin embargo pareces feliz con él. ¿Por qué será? No lo entiendo, si hace menos de un año apenas y podías estar cerca de él sin poner cara de gallina, pero no era nerviosismo de atracción, si ya lo sabré yo, ¡era nerviosismo de miedo! ¡Ah, claro! Jejeje, hermana, por poco se me olvida ese detalle… tal vez papá tenga razón en que te hace bien juntarte con Sínke. Parecías superar poco a poco tu miedo a no agradar a la gente, te conozco, hermana, te conozco, tu miedo a lo que la gente pueda pensar de ti se fue yendo entre más tiempo pasabas con Sínke, parecía que su pedantería y extrema confianza se te pasara en pequeñas cantidades. ¿Por qué estoy pensando tanto en eso? La verdad me enoja un poco. No eres ni la mitad de buena que yo para luchar y por eso papá me tiene más fe a mí. Ganar un tonto torneo de tu escuela no significa nada. Yo seré la que continúe con la escuela de papá, por mi gran talento, y fíjate que ni siquiera preciso de mucho entrenamiento, soy una virtuosa en esto… aunque ese Sínke me venció esa vez; todavía pienso pedirle la revancha… Aunque quizás sea justo: tú me envidias por mi talento, y yo... ¿Sentimos así todos los adoptados con hermanos, esa extraña necesidad de superar a los hijos biológicos? ¡Bah! No sé ni me importa pensar mucho en eso. Mientras aún tengas esa timidez tan tierna, será divertido molestarte a veces.

62

Fueron los novios Délo y Déla los que le dieron a Kányu el valor final para hablarle a Íma Líb.
—El amor se trata de experiencias —dijo Déla, con la solemnidad de una predicadora—, nunca sabrás si amas a alguien si no tienes experiencias con ella, y las experiencias nunca comienzan si no das este paso.
—Aun si te rechaza, es una experiencia que puede contar para tu futuro —dijo Délo, un poco menos severo.
Contaron cuando, estando todavía en la primaria, los dos se aventuraron en un terreno baldío con enormes rocas que les parecían gigantes monumentos naturales, se subieron en ellas y jugaron a saltar de una a otra. En una parte había dos rocas lo suficientemente cercanas para que Délo, alardeando de su fuerza infantil y su estatura, se colocara como un puente humano entre las dos. Aseguró que podría soportar el peso de su riente amiga, pero al pisar ella sobre su espalda, las manos del chico no aguantaron y ambos cayeron los dos metros que había hasta el suelo, siendo Déla amortiguada por el cuerpo de Délo, quien terminó con dos costillas fracturadas y un brazo roto, llorando agudamente de dolor. Días después, ya enyesado el chico en el hospital, ambos se reían de lo ocurrido como si hubiera sido algo divertido, salvo que a Délo le dolía el pecho al reír.
Kányu interrumpió la historia para preguntar qué tenía que ver todo eso.
—Que si no estás dispuesto a romperte unas cuantas costillas, no estás listo para amar —dijo Délo.
—Pero si logras superar ese dolor y seguir adelante, el amor durará para siempre —dijo Déla.
Sintió Kányu que lo que le decían todavía carecía de mucho sentido, y hasta demasiado cursi, pero de todos modos agradeció que lo apoyaran, así que un momento después tomó aire y caminó hacia la chica de ensueño, que almorzaba con una amiga en una de las mesas del área común de alumnos.

***

—Antes veníamos mucho a este parque, ¿recuerdas? Tú estabas apenas comenzando la primaria y yo en la secundaria.
—No ha cambiado mucho, la verdad.
—Hubieras traído tus bumeranes. Quisiera ver que tal los lanzas.
—Te aburrirías mucho.
(El viento sopla tan fuerte que por momentos se sienten sordos.)
—Te veo muy meditativo.
—¿Sí?
—¿Qué estás pensando? Dime.
(Dos jóvenes se pusieron a jugar con un frisbee a cincuenta metros de ahí.)
—Recuerdas a mis jínnyi.
—Sí, me acuerdo.
—Poco después de comenzar la prepa, se nos unieron otros dos.
—Vaya, así que después de tanto tiempo aún siguen con eso.
—Ajá. Son hermanos gemelos, muy raros; sienten que vienen de otra realidad.
—¿Otra realidad?
—Eso no importa. Uno de ellos, Sínke, hace algunos días comenzó a hablar conmigo de cosas que me están haciendo pensar.
(Uno de los que se lanzaban el platillo volador golpeó al otro en la cabeza.)
—Siempre habla con un estilo antiguo y tonto; siempre suena como diciendo tonterías y cosas que no entendemos, pero últimamente me ha estado hablando de cosas que, no sé por qué, me vienen dando vueltas en la cabeza.
—¿En serio? ¿Y qué te hace pensar?
—No lo sé explicar bien, pero te puedo decir que, aunque me avergüence un poco, siento que el jínnliù cada vez es algo más y más tonto.
(El césped dejó la huella del cuerpo de Kuésta cuando se levantó.)
—¿Quieres dejarlo?
—No lo sé. Quizás todavía no.
—¿Qué te hace seguir en él?
—No lo sé explicar… tal vez me acostumbré a su compañía; al temperamento moralista de Séntsa, al positivismo de Kányu, a la tranquilidad de Hínta, a lo energético de Yúska, e incluso un poco a los gemelos tan extraños. Pero no puedo decir que los haya llegado a sentir como si fueran mis hermanos, como se supone que es el jínnliù…
(El frisbee chocó contra la cabeza del mismo chico, quien reclamó por el doble accidente).
—Entonces, ¿qué te hace dudar permanecer en tu jínnliù?
—Se supone que somos como hermanos. Pero, ¿qué significa eso?

***

Primero había comenzado como acontecimientos raros, aislados de toda conexión con lo que sea que estuviera ocurriendo en el momento, pero poco a poco comenzó a ser más notable la actitud de Yúska en relación con Yáke.
Pocos días antes del viaje al universo de la gente sin rostro, estando Yáke todavía muy hostigado por el tema de los breves cambios que su hermano y él habían hecho entre realidades levemente diferentes, llegó Yúska a la habitación de Yáke y radiantemente le propuso que vieran una película. En su estado de estupefacción por su actual circunstancia, Yáke aceptó sin esperar demasiado de esa experiencia. Para su sorpresa, Yúska había traído un documental sobre la vida de Ráu Shórsta, escritor danzilmarés ganador del premio nobel de literatura en 1935. Se sentó ella a su lado, al borde de la cama, se recostó en el pecho del gemelo y vieron la película.
—¿Sabías que James Joyce estuvo nominado al nobel el mismo año que Ráu Shórsta, pero Shórsta le ganó?
No supo Yáke si fue la naturalidad con la que Yúska había articulado esa pregunta, pero logró sacarle una pequeña exclamación de sorpresa. Ella no había dejado de mirar el televisor ni de sonreír, pero sí movió los pies con cierta ansiedad.
—Sí, lo sabía —respondió Yáke—. Estuviste viendo la Wikipedia, ¿verdad?
Ella no dijo nada. Al terminar el documental ella quiso hacer el amor. Yáke se dejó acostar y besar sin decir nada. Al ver su inconvincente disposición, Yúska le dijo al oído.
—También leí que Ráu Shórsta sólo tenía sexo con su esposa por cada capítulo que escribiera, y a veces podía estar semanas sin terminar un solo capítulo. Eso no es de la Wikipedia.
Cuando hubieron terminado, y Yúska se hubo despedido y salido de la mansión, Yáke volvió a sentir el malestar en el cuerpo que había estado teniendo desde hacía días, cada vez que su relación con Yúska se hacía más cercana.

***

—¿Lo dije bien? —preguntará Yúska.
Hínta bajará el libro y le dirá sorprendida:
—Sí, todo lo memorizaste bien.
Yúska lanzará una exclamación victoriosa, y dirá:
—Bien, ahora la siguiente página.
Hínta dará la vuelta a la hoja, pero antes de que su jínne comenzara a hablar le dirá:
—¿En serio quieres memorizarte tanto El corazón delator? ¿Para qué?
Yúska reirá con algo de pena.
—Ese cuento le encanta a Yáke. Me enteré una vez cuando estábamos pintando… bueno, no estábamos pintando en ese preciso momento, pero logré sacarle esa información. Tal vez se sorprenda si le demuestro que puedo aprender las cosas que le gustan, en especial cosas literarias.
Y volviendo a alzar el libro, sintiéndose de algún modo contenta, Hínta le dijo que prosiguiera. Yúska cerró los ojos, buscando en su memoria las palabras que había leído tan esmeradamente el día anterior:

***

“¡Pensar que estaba yo ahí, abriendo la puerta poco a poco, y que él no podía ni siquiera soñar en mis actos!...”

Entró tarareante, pero al sentarse a pintar volvió a sentir ese fuego irreal en la piel de su espalda, y por la tensión no pudo pintar bien de nuevo.

“…y sabiendo que no podía ver la puerta, seguí empujándola cada vez más.”

Lo único que podía ver de Yáke era su mano sujetando el mismo pincel, la mano también le temblaba.

“—¿Quién anda ahí?”

Yáke se alejó de ella de golpe. Retrocedieron las paredes oscuras, apareció de nuevo la habitación tal y como estaba.

“Permanecí inmóvil sin contestar; durante una hora me quedé petrificado, y en todo ese tiempo no lo vi acostarse de nuevo; seguía sentado y escuchando, como lo había hecho yo noches enteras.”

Respiró Yúska normalmente. Yáke se sienta en el banco del piano; no la mira.

“Pero he aquí que de repente oigo una especie de queja débil, y reconozco que era debido a un terror mortal; no era de dolor ni de pena, ¡no! Era el ruido sordo y ahogado que se eleva del fondo de un alma poseída por el espanto”.

Dijo Yáke que ya podía irse. Se queja que después de tantas veces todavía no puede pintar bien ni tres círculos. La cara de Yúska se ensombreció, pero vuelve a reír como si nada. Se despide, pero antes de salir, se detiene y le pide que le preste un lienzo y unos pinceles para practicar en su casa.

***

—¿Y después qué? —preguntó Hínta.
—Creo que hasta ahí llegué —rio Yúska.


63

Zúruk. La explanada del instituto Ítuyu. Cuando Séntsa hubo terminado su discurso previo a la votación.

Vaya, Séntsa parece más confiada que nunca. Aún después de haber sido tan dura durante todo este tiempo parece segura de que va a ganar. Pero lo más seguro es que gane de nuevo la presidenta Áltra. Sin embargo, ahí está Hínta, junto a los otros representantes. Se ve tensa. Es obvio; tiene que apoyar a su jínne pese a no estar de acuerdo con sus acciones. Es admirable que permanezca seria ante las duras medidas que Séntsa aplicará si es electa. No parecías así antes, cuando no podías ni estar frente a un grupo de personas sin perder la compostura, o al hablar directamente con algunos de tus jínnyi, en especial con ese Sínke… No es que los estuviera observando mucho. Ese lugar que escogen junto al lago para sentarse queda muy a la vista. Prácticamente toda la escuela sabe que ese es su lugar y al pasar cerca del lago es imposible no mirarlos ahí. Como sea, es obvio que te preocupará que gane Séntsa, o que no lo haga más bien.

Zúruk. La cola para votar del aula 1-E.

¿Qué hago? No quiero votar por Séntsa, pero Hínta querría apoyarla para que ganara, eso es lo que se hace en un jínnliù, ¿no? Sólo lo supongo, nunca he pertenecido a uno pero es lo que parece ser. ¿Sería capaz de votar por Séntsa sólo para apoyarte? ¿Cómo podría ayudar eso? La mayoría votará por Áltra; un voto por Séntsa no significará nada. Pero aun así quizás esté dispuesto a hacerlo para demostrarme a mí mismo que no siento rencor por lo de ese día. Dijiste que no y por poco pierdo la compostura de vergüenza. Luego llegó Sínke y tu rostro también se avergonzó, y reconocí que la facción de vergüenza que pusiste con él era la misma facción de vergüenza que pongo yo contigo. Una parte de mí se sintió llena de rabia. No me importó en absoluto lo que pasó después con Yáke e Íma; sólo podía mirarlos a ustedes dos ahí tras el árbol, muriéndome de celos. Al volver a mi casa lo primero que hice fue ir hacia mi poste de madera con el que entreno y lo pateé con fuerza hasta que se me astillaron las tibias. Salió mi madre y me vio al borde de las lágrimas, y sólo le dije que no sucedía nada. No sucede nada, ¿verdad? Ya es mi turno. Tres opciones hay ante mí. Mi propia elección me hace querer meter la boleta en la urna de Áltra, ¿pero qué me detiene? Cuando veo la urna de Séntsa veo tu determinación, tu autosuperación, y quiero meter ahí la boleta. Tal vez lo más fácil sea sólo votar por Tárka, pero eso sólo sería huir del problema, no enfrentarlo. ¿Qué es lo que quiero? Quiero que estés contenta, aunque no pueda lograrlo, pero votar por Séntsa al menos demostrará que seguí de tu lado pese a todo; quiero sentir que te apoyo. Vamos. Mete la boleta en la urna de Séntsa. Que no te importe que no quieras; lo haces por ella, por Hínta.

***

Diario de Kányu.
23 de noviembre 2016.

Hoy regresamos después de que Sínke nos enviara a esa realidad en la que Séntsa casi es arrestada sólo por decir “por favor”. Estábamos todos en la mansión de los gemelos porque (según dedujimos todos) habíamos decidido hacer la tarea en grupo, como es costumbre. He decidido comenzar este diario dadas las increíbles y misteriosas circunstancias que hemos estado teniendo con los viajes a otros universos paralelos. En caso de que volvamos a viajar, escribiré mis observaciones apenas regresemos.
Me impresionó mucho el haber despertado en el universo de la gente blanca, quizás más que los demás. Me hubiera gustado haber comenzado este diario en aquel momento; pero, por estar asombrado y asustado, no se me ocurrió.
Sínke estuvo muy decepcionado por nuestro repentino regreso (en verdad quería decirle algo a ese juez), y se molestó con Yáke cuando supimos que él fue quien nos había regresado al recordar toda su vida en ese mundo. Fue ahí mismo que los recuerdos comenzaron a volver a nosotros; algunos recordamos cosas que los otros no podían. Yo, por ejemplo, recordé la rudimentaria fiesta de cumpleaños de los gemelos de hace un mes, y también otras cosas relacionadas a la escuela y a mi propia vida privada (Mi primo Práke por alguna razón parece ahora atraído por Séntsa). Luego de eso, Séntsa le pidió a Sínke, con una extrañísima mezcla de exigencia y ruego, que por el amor de los dioses no intentara aparecernos en otro mundo. Lo prometió, pero yo no creo que lo cumpla.

24 de noviembre.
Hoy Yúska nos propuso ir al centro comercial. Supongo que ya superó la sorpresa de los universos paralelos. Me pareció que solamente quería presumir que Yáke seguía siendo su novio. Sínke hizo algo parecido con Hínta. La pasamos bien, al menos creo yo. Aunque fue algo nuevo, hasta raro, el ver a los cuatro como parejas.

25 de noviembre.
Hoy visité a mi padre en la cárcel. Me recibió como siempre, con un abrazo y una escondida sonrisa de felicidad. Casi me siento tentado a decirle que había viajado a otro universo, que aparentemente los gemelos sí tienen algo de razón con eso de sentirse de otra realidad. Pero sólo hablamos de lo mismo de siempre: la escuela, los compañeros, el jínnliù, la familia.

26 de noviembre.

Estuve en casa de Áte jugando videojuegos. Más bien nos la pasábamos hablando de lo que había sucedido. Áte también parecía afectado por esas experiencias, en especial los sentimientos que había tenido dentro de la jaula habían permanecido con él desde nuestro regreso. No lo admitirá, pero sé que es algo a lo que ni él puede ser indiferente. A diferencia de Yúska, noté que para él esos viajes habían sido como salir del mar después de estar nadando durante horas: la sensación de que el cuerpo pesa y las piernas están débiles, la cual poco a poco va pasando hasta sentirse normal otra vez. Le tomará un tiempo sentirse como antes, estoy seguro, pero tal vez ocurra otro viaje antes de eso.

27 de noviembre.

Por primera vez noté que el Facebook de Yúska dice que está en una relación con Yáke. No sabía que Yáke tenía Facebook. Le di me gusta a una foto que se hizo con él en el patio de la mansión. El Facebook de Sínke tiene una foto similar con Hínta. Se me hace curioso que la primera publicación en su muro diga “¿En serio quieres saber lo que pienso?”, y más aún porque ya tiene más de un año sin publicar nada más hasta su respectiva foto con Hínta.

30 de noviembre.

No pude escribir nada por dos días porque fui a visitar a mis abuelos a Zéu y olvidé el diario. Aunque tampoco pasó nada muy interesante salvo que mi abuelo parece estar interesado en el tema de los universos paralelos y tiene varios documentales en DVD. Platicamos mucho sobre eso mientras recorríamos la costa y contemplábamos los monumentales riscos de la región; me pregunté si los gemelos podrían sobrevivir a una caída desde ellos. No pude evitar decirle que sería muy divertido que la mente pudiera viajar a la de un alter ego y recordar todas sus vivencias. Él lo pensó con seriedad y yo también.
Poco después de llegar, estuve conversando bastante rato con Yúska por Facebook y me contó las cosas que poco a poco iban recordando. Le pregunté, sin esperar que supiera la respuesta, por qué no podíamos recordarlo todo de una vez tal como los gemelos, y contestó que Sínke le había dicho que podría deberse a que ellos eran los seres de otra realidad, y de algún modo lo provocaban todo, mientras que las mentes de nosotros (los seres nativos de este universo) quizá no éramos tan sensibles a eso. No me satisfizo mucho la respuesta. Publique unas fotos de los famosos riscos en mi muro, Sínke no tardó en comentar que desde ellos podría lanzarse de cabeza contra las duras estructuras coralinas de abajo sin lastimarse. Creo que ya varias personas han muerto por resbalarse desde la cima, no estoy seguro.

***

Creo que ofendí a Séntsa con mi mirada; quizás era de lástima, no sé, uno no siempre es consciente de cómo los demás perciben la mirada de uno. El día de la boda de su padre estuvo evitándonos a todos, o al menos estuvo evitando mirarnos, y mantenía esa compostura tensa, insensible pero respetuosa como la que se tendría en el funeral de un extraño. Hicieron una boda tradicional danzilmaresa pese a la afiliación del señor Fónet por lo occidental. Yúska y Sínke fueron los únicos en animarse a hablar con Íhra, la mujer con la que el señor Mírt Fónet iba a casarse. Yúska me dijo después que originalmente habían planeado la boda en una iglesia, con sacerdote y todo lo demás, hasta que Íhra sugirió que la cambiaran a algo más tradicional. Quizás ese cambio fue lo que más le molestó a Séntsa; por percibir que ese cambio era un intento de la mujer para verse tan tradicional como lo había sido su madre, o al menos eso me pareció ver en su rostro mientras los novios se dirigían hacia el riúmk[1], mientras el monje Drìny[2] pronunciaba las plegarias en danzilmarés antiguo. Estábamos todos rodeándolos en silencio, el monje se arremangó las mangas de la túnica y unió las manos de los novios entre sí, amarrándolos con el yúm-pôuh[3] con el que se había amarrado a su anterior esposa. En ese momento fue cuando Séntsa casi no pudo evitar derramar lágrimas. Estando yo junto a ella, pude ver apenas una lágrima que se deslizó hasta su labio, pero Séntsa permanecía tan rígida como una roca, o un monumento a la fortaleza emocional cuyo concreto se cuarteaba poco a poco, luchando por no hacerse pedazos.
Fue tiempo después, por los días en que me pidió que la secundara para poder ser candidata a la presidencia del instituto Ítuyu, cuando me dijo, muy casualmente, que la razón por la que ese día se había sentido tan mal era porque Íhra había usado el mismo tiégh[4] de la boda de su madre.
—Mi madre me lo mostraba todo el tiempo —dijo—, y le pedía que se lo pusiera sólo para que yo lo pudiera contemplar bien.
El tiégh era largo y adornado con franjas doradas que emulaban el brillo del sol; de tela azul, como casi todo lo tradicional en Danzílmar, y con el símbolo del triángulo isósceles de la antigua dinastía Máryo. Séntsa no es una chica romántica ni interesada en las bodas, pero alguna vez me había dicho que si llegaba a casarse, lo haría usando ese mismo vestido.
—¿Por qué me hablas de eso ahora? —pregunté.
Parecía no querer contestar, pero dijo:
—Por ayudarme, Hínta.
No sabría decir exactamente en qué momento superó ese rencor hacia Íhra, pero en ese tiempo todavía estaba lejos de ello.
Terminó la ceremonia. El yúm-pôuh fue desatado y guardado en el bolsillo de la novia. Nos sentamos todos en silencio mientras los esposos bajaban del riûmk, tomados de la mano. No fue hasta comenzada la fiesta que empezaron los aplausos y las felicitaciones, para respetar el sagrado silencio que se exigía durante el ritual. Entonces vi que Sínke se acercaba a los novios acompañado de sus padres, los Grámt.

***

Ya los estaban esperando en la entrada cuando los vieron llegar en taxi (“Después de tantos meses al fin los vemos de nuevo”, “¿Qué tiene eso de emocionante?”) y salieron a recibirlos. Náo Grámt salió con una maleta. Era muy diferente a como lo recordaba en otra realidad, pero seguía teniendo ese porte vivaz y creído, y la misma sonrisa del que tiene todo bajo control.
—¡Hijos! —exclamó al verlos acercarse.
Kinábi Grámt salió del otro lado del vehículo. Ella también se veía igual de segura, sin demostrar demasiada añoranza tampoco, pero un poco más feliz que su esposo.
Sínke abrazó a ambos con un cariño quizás muy fingido, pero parecía auténticamente contento de verlos de nuevo. Su hermano apenas les sonrió.
Una vez instalados en el interior de la mansión, se sentaron a platicar con sus hijos. Me sentí un poco nostálgico por verlos ahí a los dos, casi tanto como cuando volví a ver a Ábant, Zíyi y Yísa, Mírt, Bái, y Vérend con sus respectivos hijos.
Después de las preguntas comunes sobre su bienestar, la escuela y su vida en Shórsta, y después de presumir de los bien que marchaba la empresa Mâre’kói en Estados Unidos y China, finalmente se enteraron del jínnliù al que pertenecían sus hijos.
—Eso sí que es una sorpresa —exclamó Náo.
—Tenemos que conocerlos, ¿no crees? —dijo Kinábi, un poco más sorprendida que su esposo.
—Pues en dos días el padre de una de nuestras jínne se casa por segunda vez —dijo Sínke—, deberíamos ir todos.
—Perfecto —dijo Náo.
—Por cierto, su padre es Mírt Fónet, el dueño de Wrìo’Fonet —dijo Sínke.
Rato después regresó la tía Kísa, que había salido de la casa y esperaba volver antes de que su hermana llegara.


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[1] Plataforma circular en la que se celebran las bodas tradicionales.
[2] Sacerdote que en la antigüedad participaba en múltiples eventos sociales, hoy en día su trabajo es sólo simbólico.
[3] Hilo blanco que según la costumbre se debe conservar el resto de su vida matrimonial, celosamente guardado.
[4] Traje de bodas tanto femenino como masculino. Tienen un bolsillo en la cintura donde se guarda el yóum-pôuh.

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