Evangelium Yíos: Sigma (Primus)

 



Donde Ákwa habla de sus criterios para elegir las láminas de este texto, y de otros eventos que vivió Yíos al empezar a existir.



Todas las invitaciones que me enviaban comenzaban algo así:
“Muy apreciada Ákwa, le agradeceríamos que nos acompañara como testigo en nuestra elaboración del Evangelium Yíos...”
Procedían a describir qué versiones de su historia habían registrado y cómo planeaban organizarla en sus láminas azules. Las rechacé todas porque me parecían propuestas aburridas, rebuscadas, en exceso azarosas o enfocadas en lo que no me parecía importante. Cuando me llegó la invitación de los viajeros que iban a crear el texto Sigma, pensé que sería lo mismo, pero en su lugar dijeron:
“Le dejaremos a usted, gran Ákwa, decidir el tipo y la organización de las láminas sin objeción alguna.”
El universo en el que estaban era una habitación interminable llena de láminas azules con diversas historias fragmentadas sobre Yíos, muchas sólo variando en una palabra o coma entre sí. Cuando terminé de experimentarlas todas, llamé a los viajeros, que mansa y emocionadamente esperaban mis instrucciones sentados en un enorme círculo conmigo en medio.
Les hablé de este modo:
“A diferencia de otros textos del Evangelium Yíos que están haciendo sus alter egos, para el texto Sigma quiero que todo sea simple, sin adornos ni complicaciones. Crearemos una versión resumida pero completa de la historia de Yíos tal y como la he entendido yo. La descripción y la acción al mínimo necesario. Nada de introspecciones complejas ni dilemas internos. Centrémonos en lo verdaderamente importante sin irnos por las ramas. Será la versión más objetiva, fría y al punto de toda esta colección de textos.”
Todos expresaron su aprobación y elogiaron lo riguroso de mis estándares, por lo que llamaron a las láminas que cumplieran con ellos. Las examinamos y acomodamos una por una, y al final resultó el texto Sigma, el único de todos que no me pareció una pérdida de tiempo. Transcribo ahora las primeras láminas:

***

La fundación de Danzílmar Última, creada por los homo deus con ayuda de Gyéo Fúntuo, a quien Apogyéus manifestó en nuestro zlánd para crear grandes historias, marcó también el principio del zlándliù, cuyo objetivo era unir en una sociedad común a tantas ficciones como fuera posible.
Tanto Danzílmar Última como el zlándliù, controladas por los diversos homo deus, fueron llenándose así de las más diversas variaciones de Apogyéus, y con ellas se crearon historias increíbles que trascendieron el zlánd, siendo también apreciadas en el léfik, rindiendo honor así a la grandeza de Apogyéus.
Pero llegado el momento en el que Gyéo Fúntuo debía limitar su existencia para darle lugar también a las historias pequeñas, se negó a hacerlo, pues siendo la variación más libre de Apogyéus deseaba sólo crear historias maravillosas, y le molestaba también no poder salir del zlánd, la única limitante con la que había sido configurado.
En respuesta, Apogyéus lo privó de gran parte de su naturaleza y lo obligó a experimentar historias donde su libertad estuviera limitada, desapareciendo así de Danzílmar Última y dejando solos a los homo deus, que tuvieron que seguir su empresa con ayuda de los discípulos que Gyéo Fúntuo les había llevado.
Al ser desconfigurado, gran parte de sus naturalezas cayeron en diferentes realidades, tanto dentro de Danzílmar Última como fuera de ella.
Varias de estas naturalezas se mezclaron en el así llamado universo cuna, lugar de nacimiento de los homo deus, y formaron a un nuevo ser, el cual, cuando tuvo la suficiente consciencia, tuvo una certeza interior que le preguntó:
“¿Ya quieres existir?”
Pasó mucho tiempo para que aceptara. Cuando lo hizo, terminó de configurar su apariencia homínida, y se nombró bajo el símbolo de Yíos, que significa pequeña variación. Fue entonces que nació.

***

Yíos exploró el universo cuna durante un tiempo, examinando y reflexionando sobre cada pequeña experiencia.
A veces se decía cosas como: “Esta es la realidad: hay cosas que son y cosas que parecen”, “Así es la realidad: aunque yo no haga nada, pasan muchas cosas”, y “Ahora entiendo mejor a la realidad: no todo importa lo mismo.”
Casi ninguno de sus hermanos le hacía caso, y se limitaba a contemplarlos a lo lejos mientras vivían sus propias experiencias.
Un día se encontró con una homo deus similar a él pero hembra, llamada Ákwa. Con ella se unió y permaneció a su lado durante un tiempo más.
Un día, Ákwa le preguntó qué quería hacer cuando saliera del universo cuna, y Yíos respondió: “Quiero crear historias.” Ákwa le dijo que no estaba lo suficientemente definido para ser un buen personaje, y Yíos respondió: “No quiero ser sólo un personaje; quiero también ser el escenario, las descripciones, las ideas, los diálogos, cada una de las acciones, todas las reflexiones, e incluso los signos o formatos con los que se registre.”

***

Estando una noche los dos flotando en uno de los lagos, unidos en cópula, dijo Ákwa: “Dentro de poco me iré.”
Yíos respondió: “Yo todavía quiero terminar una historia acá.” A lo que Ákwa preguntó si la que había formado con ella no era suficiente, y Yíos contestó: “Mi historia contigo continuará un día. Pero antes de irme, quiero experimentar un final.”

***

Ákwa se fue del universo cuna un día después. No se despidió de Yíos; éste se despertó solo en una de las ramas de su árbol favorito, de follaje tupido y frutas rojas de las que solían comer juntos por la mañana.

***
   
Un día vieron los hermanos y hermanas de Yíos cómo éste escalaba la cima de la montaña en el centro de la isla, lugar al que casi nadie solía ir por no haber nada de interés más que peñascos y rocas afiladas. Yíos se acercó al borde del abismo, directamente sobre el lago donde caía la cascada. Esperó un rato para ver si alguno de sus compañeros del mundo le preguntaba qué hacía ahí arriba, o si al menos se juntaban para mirarlo. Pero tal como había sucedido siempre, apenas le lanzaron unas miradas desde el suelo y volvieron a ignorarlo, pensando que sólo era una más de las situaciones posibles en la realidad y que no merecía atención alguna.

Yíos contempló el resto de la isla, desde sus costas que dibujaban un contorno amarillo entre el agua azul y la selva verde, hasta los ríos que se bifurcaban desde el lago central y fluían hacia el océano, como brazos que se extendieran desde el centro hacia afuera. Su intención era generarse nostalgia por el lugar que lo había visto nacer, buscar una razón para elegir volver algún día, que la despedida que planeaba fuera significativa más que sólo un escalón más en su historia. Finalmente llegó a una conclusión: “Así es la realidad: no siempre hacen falta razones profundas; a veces basta que un lugar sea hermoso para querer volver.”

Dicho lo cual, saltó al vacío.

***
  
      Al dejar el universo cuna, se encontró Yíos frente a Danzílmar última. Vio desde lo alto las diferentes regiones en las que vivían los seres variados que creaban historias. Algunas serían grandes y espectaculares; otras serían pequeñas y modestas. Emocionado por descubrir qué tipos de realidades se vivirían en ellas, decidió explorarlas.



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