Evangelium Yíos: Omega (Primus)
Sanát escoge para el texto Omega las láminas más abstractas y oníricas del Evangelium Yíos.
Soy Sanát. Conocí a Yíos durante su existencia como homo deus delta y por ello muchos me consideran alguien cercano a él. Pero la verdad es que sólo me pareció un ser libre más que a veces ayudaba a mi grupo de paladines, y con el que viví algunos episodios memorables. No fue sino hasta que me enteré del proyecto del Evangelium Yíos y que leí algunos de sus textos, que fui consciente del resto de su historia.
Pese a que me considero de escasa importancia en sus vivencias, de todos modos uno de los grupos de viajeros que estaban a cargo del Evangelium Yíos me contactó para invitarme a participar en la elaboración del texto Omega. Mi primer impulso fue rechazarlos y recomendarles otros delta que también lo conocieron, y con quienes supuse habría tenido una relación más íntima, pero la curiosidad se apoderó de mí en cuanto leí algunos de los otros textos, y cómo la elección de los mismos obedecía a criterios arbitrarios, lógicos o no, elegidos bajo la influencia de los seres a los que invitaban. Me pregunté entonces, sea sólo por malsana curiosidad, cuáles serían los tipos de láminas que mi naturaleza me haría elegir, aportando así aunque sea un poco de mi sustancia a la historia de Yíos.
Me recibieron con más veneración de la que merecía, e hicieron surgir en mi consciencia todas las láminas que su grupo había atestiguado.
Las reviví todas durante una eternidad, eliminando las que me parecía que ya había visto en los otros textos, o las que no fueran lo suficientemente variadas. Al final, tras mucha cavilación, seleccioné un cúmulo de esas láminas y dije:
—Si en verdad me permiten elegir, entonces propongo estas láminas, pues yo mismo no habiendo sido muy íntimo con Yíos cuando existía en este zlánd de forma concreta, tengo la curiosidad de saber qué ocurría en su introspección más profunda; es decir, quiero que utilicen las láminas más abstractas y complicadas, las que se sientan como brumas y que se centren en dibujar a Yíos por dentro, como una entidad sin forma, sin volumen, apenas posible de visualizar. Si consideran que mi elección es poco adecuada para sus metas, en caso de que prefieran una narrativa más sólida y accesible a los sentidos, o si temen por su recibimiento en donde sea que planeen llevar este proyecto, son libres de rechazarla. Pero al menos explorémoslas antes de decidir.
Dicho lo cual, coloqué la primera lámina frente a todos y nos sumergimos en ella:
***
“¿Yíos?”
¿Preguntas dónde está Yíos?
Mejor pregunta dónde estás tú en Yíos, o dónde está Yíos en ti. Pregunta si aquella roca que acabas de patear contra el tronco de ese árbol seco ya ha descubierto que es Yíos, y haz lo mismo para el árbol, el aire por el que hiciste volar la piedra, el polvo de la corteza que salió volando cuando la piedra impactó con el árbol, el impacto en sí mismo, tu propio pie, la acción de patear, el tiempo que transcurrió entre la patada y el desprendimiento de las partículas de polvo de la corteza, el lugar hacia el que se dirigió cada mota, tus boca y tus labios al pronunciar la pregunta, tu cara de incredulidad ahora que escuchas mi respuesta, y para un número infinito más de naturalezas y definidores que haya aquí o en cualquier otra realidad y ficción.
Pregúntate mejor: “¿Cuándo se manifestará Yíos en el estado en el que mi conciencia existe actualmente?” A lo mejor tienes suerte y la respuesta es pronto, o puedes tener mala suerte y que no sea nunca.
Pero en vez de perder el tiempo preguntando, mejor sólo percibe cómo cada aspecto de tu esencia es parte también de Yíos. Consuélate sabiendo que toda historia es su historia, una variación a la vez, y que por lo tanto él vive sus historias a través de ti.
Mira, sentémonos ahí a la orilla del río para seguir charlando.
***
Mi propuesta fue recibida con gran entusiasmo por los viajeros que habían atestiguado las láminas que elegí. El resto se mostró algo escéptico y cauteloso, pero accedieron a seguir con el resto de las láminas.
Yo me hice a un lado y esperé a que las terminaran. Por dentro no pude evitar ponerme a variarlas un poco, imaginando cómo habrían sido algunas de ellas de haber sido atestiguadas por mí.
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