Láminas azules XI

 


Nuestra realidad se vuelve parte de las ficciones del ParalefikZland.


La última gran crisis del ParalefikZland empezó cuando la anterior todavía seguía en curso y con pocas esperanzas de terminar, al menos en gran parte del mundo.
Los pocos países en los que las políticas represivas no lograron instalarse, o donde lo hicieron con mucha menos fuerza, se volvieron los únicos en los que continuaron los grupos de voluntarios para la recolección de las láminas azules, y como tales continuaron proveyendo a las casas editoriales. Por otra parte, los Rékail de otras partes del mundo emigraron los contenidos de sus láminas a las páginas de estos países, pues las de los suyos se veían poco a poco obligadas a cerrar.
Es ahí, en esos pequeños estanques de libertad, que un nuevo tipo de láminas comenzó a aparecer. Al principio parecían confundirse con otras ficciones, relatando historias de algún personaje en cierto tiempo y lugar, a veces de forma similar a una biografía. Pero con el pasar del tiempo, y conforme este tipo de historias se iban acumulando, algunos empezaron a comentar que algunas de esas historias se parecían mucho a sus vidas, coincidiendo a veces todo salvo el nombre y algunos detalles, pero luego aparecían versiones nuevas en las que ahora el nombre era correcto y otros detalles eran diferentes, y al final uno comentó, muy alarmado, que en efecto las láminas azules contenían una biografía exacta de su vida tal cual la recordaba.
Entonces comenzó a rodar la bola de nieve. Cada vez más personas en todo el mundo, en cada país y de cada lengua, afirmaban que alguno de los escritos representaba total o parcialmente la historia de su vida, a veces con una gran atención al detalle en los aspectos más personales. Así pues, las peticiones para retirar dichas historias de las páginas no se hicieron esperar, y los moderadores accedieron de inmediato únicamente si se les daba evidencia de que en efecto las láminas revelaran información sensible de alguien real.
Pero estas medidas no fueron suficientes para que el pánico sembrara su semilla en toda la comunidad del ParalefikZland. A partir de ahora, la vida privada de cualquier persona común podía ser encontrada bajo la cama de cualquiera; todos los pensamientos más privados, los deseos más guardados, los secretos que más se intentan ocultar, y todas sus variantes infinitas eran ahora parte del ParalefikZland. Las editoriales, al enterarse de esto, retiraron de circulación las colecciones que habían contenido dichas historias, y emitieron disculpas públicas por haber expuesto sin querer la privacidad de personas reales sin su consentimiento.
Pero seguían apareciendo más “Narraciones de la vida real”, como se le llamó informalmente a estas láminas, y cada vez más personas pedían que se dejaran de ensamblar y publicar, llegando al punto en el que los medios empezaron a dedicar espacios para anunciar sobre estas láminas, pidiéndole al público que si encontraban una de ellas, por el bien a la privacidad de esa persona, entregara la lámina a los recopiladores y que no publicaran su contenido.
También aparecieron historias de horror en las que alguien afirmaba que por culpa de una de las historias que habían sido publicadas, una persona había descubierto cómo entrar a su casa y dónde guardaba sus objetos de valor, o en las que la historia de las láminas habrían hecho que varios amigos y familiares dejaran de hablarle por exponer sus verdaderos pensamientos sobre política y religión, e incluso que por culpa de una de esas historias una mujer pidió el divorcio a su marido. De nada sirvió decir que bastaba con negar la información privada o vergonzosa de esas láminas; no había al fin y al cabo manera de saber si era verdad o una invención a menos que uno mismo se delatara, pero de todos modos, se había generalizado el temor de que salieran a la luz versiones indeseadas, y que éstas se volvieran la principal referencia de la vida de dicha persona.
Esta vez no había nada que discutir. Las láminas azules habían hecho de nuestra realidad un caldo de ficciones más, como lo había hecho con las otras ficciones que a nadie importaban porque no eran parte de nuestra realidad.
Todos en cierta medida empezaron a cuestionarse si era correcto crear y consumir ficciones ahora que sabíamos que nosotros mismos somos parte de ellas. Quizá sea peligroso que nuestras vidas sean un libro abierto porque nuestros compañeros de mundo podrían usar eso en nuestra contra, pero un ser de otra realidad está demasiado lejos para que podamos hacerle daño, ¿es entonces correcto meternos en su vida, en sus pensamientos y en sus deseos sólo porque no podamos tocarlo? Si ya de por sí tenemos que aceptar la idea de que la nuestra no es la única realidad, ahora tenemos que lidiar con la idea de que tampoco somos más que otro mundo de ficción con seres ficticios, y que nada nos aseguraba que en otro universo paralelo no estuviera pasando esto mismo, pero ahí serían las historias reales de nuestro mundo ficciones insignificantes y pueriles, y las historias que para nosotros son ficciones serían ahí la realidad que hay que apreciar y valorar.
Una vez más, la mayor parte del mundo no pensó muy profundamente las implicaciones de estas láminas, limitándose a preocuparse por los daños a la vida privada de las personas. Todo esto consiguió que, conforme aumentaba en número este tipo de láminas, y no dando muestras de querer retroceder hasta que haya contado la vida de cada ser humano que alguna vez haya habitado la tierra, y todas sus variables, se decidiera por dejar de recibir definitivamente láminas azules para su traducción, organización y publicación, terminando así con con todos los esfuerzos y proyectos que habían sido puestos en marcha desde hacía décadas.
En realidad no se detuvo del todo, pues todavía solían aparecer algunas láminas con historias ficticias que nada tenían que ver con este mundo, pero eran tan escasas entre todo un océano de historias reales, que sólo se ensamblaban y publicaban muy esporádicamente, tanto así que podían pasar meses para que las páginas tuvieran alguna actualización importante, tiempo que poco a poco empezó a alargarse más y más.
Todo esto ocurrió de forma generalizada por todo el mundo, cada país llevando a cabo sus propias medidas al respecto. Hubo noticias de que algunos gobiernos corruptos utilizaban las láminas de historias reales como una forma extra de espiar a sus enemigos políticos, haciendo obligatorio el entregarles todas las láminas para la protección de la privacidad de los ciudadanos y la seguridad de la nación. Los gobiernos se comprometían a custodiar bien las láminas para que todos pudieran dormir tranquilos por la noche sabiendo que su privacidad estaba bien custodiada.
No había ya más camino para el ParalefikZland en nuestro mundo. No sólo nos había hecho parte de él, sino que al hacerlo nos hizo temerle y renunciar casi totalmente a querer tener algo que ver con él. Nuestra privacidad, con todas sus verdades y sus mentiras, está ahora en manos de gente en la que no podíamos confiar, que en cualquier momento puede leer alguna versión de lo que pensamos o deseamos, y si decidiera que nuestra historia no es buena, no sabemos qué podrían hacernos.
La mayoría de las páginas del ParalefikZland siguieron abiertas, pero dedicándose más a promover la lectura y la variación personal de las ficciones que lo habían iniciado todo.
El gran proyecto que había sido en su momento pareció de hecho dar un suspiro de alivio, como si fuera un descanso muy necesitado ante un número interminable de historias. Ésta sería la nueva realidad del ParalefikZland en nuestro mundo, o más bien nosotros nos habíamos vuelto parte de la realidad del ParalefikZland.


          


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