Láminas azules XII

 


Las láminas desaparecen.


Yo era uno de los trabajadores que se encargaba de supervisar las bodegas donde el gobierno mantenía las láminas azules. Nada más al entrar se hallaba uno ante hileras interminables de cajas llenas hasta el borde con dichas cosas azules, pero no me gustaba quedarme mucho tiempo viéndolas, aunque admito que me gustaba cómo se sentían en mi mano, era como relajante y confuso a la vez, creo que nadie ha profundizado en los efectos de sujetar una de esas láminas por mucho tiempo.
Desde los eventos ocurridos en Láminas azules XI, me empezaron a llegar láminas casi todos los días, casi todas con esas llamadas historias de personas reales, y como siempre decía que las dejaran por ahí y que después decidiría dónde ponerlas.
Tal vez se pregunten si no me daba curiosidad leer lo que ponían las láminas, y la respuesta es que sí. No me avergüenza decir que, gracias a mi posición, podía dedicarme un tiempo a leer un poco, no tanto por morbo, no, sino porque quería saber si alguna de ellas contenía un fragmento de la historia de mi vida. Nunca encontré nada, aunque tampoco habría podido hacer mucho en caso de encontrarme con algo.
De vez en cuando venían los lectores del gobierno, un grupo de jóvenes que habían sido seleccionados de yo qué sé de los ministerios de cultura. Cuando llegaban, se instalaban en sus cubículos y pedían el grupo de láminas de tal o tal lugar, y yo ordenaba a mis trabajadores que se las trajeran. Primero leían con mucha atención la lámina, si no era de interés, la dejaban de lado, pero si había algo que les llamara la atención, la transcribían y la escaneaban.
Fuera de eso, era todo muy aburrido en las bodegas, pero lo preocupante era que poco a poco nos quedábamos sin espacio. Varias de mis bodegas ya habían debido ser ampliadas varias veces, pero ahora se valoraba si no sería mejor sólo transportar parte de nuestra colección a otra bodega más amplia o construir otra. Y lo mismo estaba pasando en todo el mundo; como las láminas no se pueden destruir, sólo van a seguir acumulando espacio. Llegamos a bromear diciendo que un día el mundo se ahogaría en láminas azules, pero esa amenaza parecía cada vez más real, sobre todo porque las láminas parecían querer abarcar absolutamente todas las historias de verdad o de ficción que pudieran ser imaginadas, y todas las variaciones posibles de éstas. No saben la cantidad de veces que leí fragmentos de mis programas y películas favoritas que encontré espontáneamente mientras husmeaba entre las láminas, y sabía que en otras bodegas había más fragmentos que todos juntos volverían a recrearlas miles de veces, y no me cabía duda de que llegaríamos al punto en el que la única diferencia entre un escrito y otro sería una simple coma, o un punto, o un punto y coma en un sólo fragmento.
Pero bien, mientras los intelectuales se hacían de todo tipo de preguntas y escenarios a futuro, mi gente y yo sólo teníamos la tarea de que las láminas estuvieran bajo techo y de que nadie se acercara sin permiso. A veces, cuando venían los inspectores, escuchaba pláticas de lo problemático que era no poder destruirlas, y que deberían arrojarlas al mar o enterrarlas en la tierra, pero todavía no daban autorización para ello, aunque se vislumbraba que el gobierno en el futuro cercano optaría por alguna de esas opciones. Yo no me metía en esas pláticas, pues no estaba para eso.
Quizá todas las cosas que la gente temía habrían ocurrido tal cual las habían pensado, si no fuera porque un día, cuando abrimos la bodega y nos disponíamos a hacer los movimientos correspondientes para albergar nuevas láminas, mis chicos se dieron cuenta de que las cajas se sentían vacías, y al recibir mi orden para abrirlas, éstas en efecto lo estaban. No perdí el tiempo quedándome con la boca abierta, sino que de inmediato ordené a todos que abrieran todas y cada una de las cajas que teníamos en la bodega, y tras todo el rato que aquello nos tomó corroboramos que no quedaba ni una sola lámina azul en toda la bodega. Evidentemente, mientras mis chicos estaban en lo suyo abriéndolas, yo me dispuse a llamar a mi supervisor para reportarle lo que había pasado, y éste me dijo apresuradamente que lo mismo había pasado con todas las bodegas y que ahora no tenía tiempo para dar explicaciones, por lo que me colgó. Al rato recibí la llamada del proveedor diciendo que no irían a entregar las láminas nuevas porque éstas habían desaparecido. Nos quedamos todos ahí como idiotas todo el día hasta recibir nuevas ordenes.
Encendimos las noticias y resulta que por todos lados se reportaba lo mismo: las láminas azules venidas de otro mundo estaban desapareciendo. Todas las bodegas, o cualquier lugar que se usara como bodega para las láminas, de repente se hallaba vacía y sin rastro de las láminas. Se sospechó de robos masivos, pero esto fue desmentido por las cámaras de seguridad y los testimonios de gente que afirmaba que una lámina había desaparecido ante sus ojos, aunque en realidad desaparecían en el momento en el que salían de la vista, incluso durante un parpadeo.
Los días siguientes seguimos al tanto de todo, y supe que hubo algunos que intentaron proteger sus láminas de desaparecer, pero nada resultaba, y poco a poco, las láminas fueron desapareciendo del mismo modo misterioso en el que aparecieron.
Al cuarto día me llamaron para decirme que ya no tenía caso seguir custodiando mi bodega, que me darían de baja indefinida y que me avisarían si tenían algún otro trabajo para mí.
Bueno, pues así quedó todo. Seguí atento a las noticias por un tiempo, esperando que las láminas regresaran aunque sea para recuperar mi trabajo. Pasé por varias librerías e incluso me compré uno de los libros. La repentina desaparición de las láminas pareció volver popular a algunos de esos libros, porque todas las librerías que alcancé a ver estaban llenas y ofreciendo libros del ParalefikZland. Seguro que durante los próximos tiempos volverá esa emoción por las láminas a causa de su desaparición, así como al principio lo hizo su aparición, pero pronto todo pasaría y se preguntarían por qué emocionarse tanto sólo porque ahora desaparecieron. Bueno, a mí no me importaba realmente mucho salvo porque ahora debo buscar otro trabajo. El libro que me compré ni siquiera me gustó mucho.
Tengo que admitir que también voy a extrañar la sensación de tocar esas láminas. Incluso si me da lo mismo lo que pongan, sentirlas con mi piel era una buena recompensa. Creo que hubieran tenido más éxito como relajadores para el estrés que como obras literarias.

Ya habían pasado muchos años desde entonces. Yo estaba ya viejo y postrado en cama, aunque aún estaba lejos de morir, y para pasar el rato veía videos o leía las noticias. En una de ellas hablaban acerca de un extraño descubrimiento de las agencias espaciales del mundo, un objeto captado por telescopios orbitando la luna. El video que venía en la página se había vuelto viral. Mostraba un rectángulo azul, un pedazo de océano congelado, flotando silenciosamente con la luna y el oscuro universo de fondo.


          


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