Orgía caníbal

 


Un trío de filántropos altruistas se toman un descanso para participar en una fiesta depravada.



       




Las infernales luchas por encarcelar a los responsables de la explotación infantil en las plantas de reciclaje de Níhg habían llegado a su fin. Pese a que se trató de un trabajo en el que participó mucha gente de varias organizaciones danzilmaresas, todos estaban de acuerdo en que el crédito se lo merecían los Tres Tigres, como los había llamado la prensa debido a la ferocidad con la que se habían enfrentado a la corrupción del país y al ímpetu con el que combatían las injusticias del mundo. Su emblema eran tres enormes tigres que se lanzaban a despedazar y devorar una quimera entre lobo, serpiente y jabalí, símbolos de todo el sufrimiento que pedazo a pedazo planeaban erradicar de la tierra. Ese día, una nueva mordida de los Tigres había rescatado a cientos de niños que durante años habían sido usados por las plantas de reciclaje en un intento de ocular el verdadero negocio de trata infantil. El mundo los alabó como a la siguiente encarnación de cualquier figura mitológica. Minuto a minuto se volvía a contar la historia de cómo estos Tigres habían arriesgado sus fortunas y vidas para combatir una causa que todos conocían pero contra la que nadie tenía el valor de luchar. Cuántos atentados sufrieron, amenazas, desprestigio, y con qué temple e infinita paciencia habían salido airosos de cada uno de esos obstáculos. Era en verdad un día para celebrar en todo el mundo, pues según los Tres Tigres decían, era todo sólo el comienzo, y que no se dejarían vencer hasta haber devorado el mal del mundo sin dejar siquiera los huesos.
Un descanso era bien merecido y animado por todos sus colegas y colaboradores, y con propósito de eso, hicieron unas llamadas y se dirigieron a la ciudad de Yoká, en el estado de Kutuzá, pues era ésta su ciudad natal.

***

No gustándoles nunca llamar la atención, llegaron en un humilde auto alquilado al club Ámperi, cuya imagen era la de un paraceratherium con palmeras en su lomo. Los Tres Tigres descendieron y se tomaron un momento para disfrutar de las hermosas vistas de la lejana coordillera que, tras una extensa planicie, separa los estados de Kutuzá y Níhg. Era el tiempo en el que los vientos del sur soplaban las nubes hacia el norte, pero la cordillera, al bloquearles el paso, hacía que éstas se acumularan, creando una pared que poco a poco se ennegrecía y creaba fuertes lluvias con relámpagos, lo cual creaba un maravilloso espectáculo a la distancia, como un teatro de fenómenos naturales que adornaban el paisaje montañoso. Pero despabilándose y recordando a qué habían ido, dejaron su contemplación y entraron al club.

***

Cuánta belleza en cuerpo y alma poseían los Tres Tigres; en su humildad al presentarse en el club no se pensaría que habían derrotado a uno de los tantos demonios que existía en la tierra, ni en sus miradas tímidas y portes pacientes se intuía la más mínima pizca de orgullo por haberlo hecho. Los pocos que había ahí los recibieron con alabanzas, ofreciéndoles copas de vino y aperitivos mientras esperaban al encargado, que quería conducirlos personalmente a la habitación que habían solicitado. Aprovechemos este momento para describir un poco más a los Tres Tigres.
El primero se llamaba Álmos. En ese momento tenía XXX años. De hombros fuertes y vigorosos, ojos azules que brillaban con su sonrisa carismática. Bendecido por su gran alma con una juventud que prometía ser eterna, pues si no decía su edad, nadie la habría adivinado. Había empezado como modelo masculino en su juventud antes de conocer a Kási y empezar juntos su trayectoria como benefactores de la sociedad.
Kási en cuestión era la novia de Álmos, de XXX años. Una mujer pequeña; apenas le llegaba al pecho a su novio. Su cara era como una muñeca delicada y su voz aguda despertaba el deseo de protegerla. Pero su apariencia frágil no disminuía el fuego de sus ojos negros ante la más pequeña injusticia o abuso de poder. Junto con su hermano había heredado una gran fortuna de sus padres, pero en lugar de darse una gran vida despilfarrándola, habían decidido usarla como vehículo para luchar contra los males del mundo.
Por último, el hermano de Kási se llamaba Préske y tenía XXX. Un hombre muy alto de cabello que cada vez perdía más espacio en su cabeza. Sus ojos eran fríos y reflexivos; siempre parecía estar calculando algún plan, concentrado quizás en la logística de su siguiente acto caritativo. No era tan agraciado físicamente como Álmos, pero su voz era tan articulada y su conversación tan bien pulida que se había vuelto el vocero de los tres. Todos lo consideraban el cerebro del grupo, y como tal, cuando él hablaba, todos a su alrededor callaban.
Nuestros Tres Tigres se habían ganado con sangre y sudor el aprecio y admiración del mundo, y aún más venía en camino. Su esfera de influencia alcanzará un día a otras naciones y motivará a la gente a levantarse, a no esperar salvadores, sino que cada uno puede volverse el salvador del mundo. Así solían concluir los Tres Tigres sus discursos, seguidos de ovaciones y aplausos. Pero eso podría esperar un poco más; por ahora se tomarían un merecido descanso.

***

Llegó el dueño del club y los recibió con el servilismo que ya esperaban, dándoles un saludo con la cabeza.
—¿Estuvo bien el viaje, señores?
—Claro, compañero. No se humille así, por favor —dijo Álmos haciéndole levantarse de su exagerada reverencia.
—Claro, disculpe. Los llevaré a sus habitaciones.
Y en el camino, intentaba hacerles alguna conversación que no tuviera que ver con sus logros recientes, viendo que lo que menos quería era importunarlos.
—Disculpe, señor —dijo Kási—. ¿Cuándo estará lista nuestra sala de juegos?
—Ah, claro, señorita, empezamos a prepararlo apenas nos llamaron.
—¿Tienen lo que pedimos? —preguntó Préske.
—Sí, señor, todo tal cual nos lo indicaron. Será todo de su agrado, se los prometo. Ustedes tengan un poco de paciencia y les avisaremos cuando todo esté listo para ustedes.
Tras acomodarse en los dormitorios y ducharse, los Tres Tigres se tomaron un momento para relajarse, pero sus almas nobles no podían dejar de pensar en sus próximos planes. Quizá intentarían extender su influencia al sur de Danzílmar, donde las ciudades pobres eran una vía de entrada para el tráfico de drogas y personas, pero para lograrlo primero había que destronar a algunos políticos que tenían tratos con dichos negocios. Tal vez había llegado el momento en el que deberían fundar un partido político propio, y uno de ellos eventualmente llegar a la presidencia del país, pero...
Tocaron la puerta, y todo el flujo de la conversación cesó de golpe. Álmos fue a abrir. Al otro lado estaba el dueño del club.
—La sala está lista, señores.

***

Ataviados en sus batas, los Tres Tigres siguieron al dueño hacia el fondo del club. Pasaron por piscinas donde unos niños y jóvenes jugaban a lanzase clavados, luego por los spa donde varias mujeres se relajaban. Continuaron más allá de las canchas de tenis, cerradas por mantenimiento, y de las aulas donde se daban cursos de diferentes tipos de arte. Llegaron a un edificio muy apartado, tan gris como las nubes que se veían a la distancia junto a la cordillera, y que no tenía ventanas visibles. El interior estaba deshabitado tanto por personas como por muebles; sólo las luces en los techos evitaban que pareciera un lugar desnudo y muerto. Lo siguieron por varios pasillos y pasaron por decenas de puertas numeradas. El dueño se detuvo ante la puerta con el número 27.
Al abrirla, estaba oscuro. El dueño buscó con la mano el interruptor y de inmediato una fuerte luz golpeó el interior. En el suelo duro, bien amarrados y amordazados había dos hombres y dos mujeres, que al encenderse la luz empezaron a retorcerse y a lanzar exclamaciones de desesperación. Había también una mesa con varias cajas de herramientas, pero fuera de eso la habitación parecía un lugar vacío.
—Es lo que pidieron exactamente, señores —dijo el dueño, que empezaba a hartar con su servilismo.
Álmos se les aproximó y los examinó uno por uno, sonriendo complacido al ver que en efecto eran de su satisfacción. Habían pedido un par de hombre y mujer muy jóvenes de gran belleza y sin ninguna imperfección: el varón tenía un brillante pelo rubio y ojos verdes, rostro con rasgos finos como un príncipe, pecas salpicándole la cara como islas en un océano muy blanco. La mujer tenía el cabello largo y negro, lacio y muy bien cuidado, su piel era morena como seda al tacto, su cara era de la más pura inocencia enfatizada por sus profundos ojos azules. y un par de mayor edad pero feos a la vista, incluso desagradables. El otro par era un poco mayor de edad, pero feos casi hasta ser desagradables: el varón era gordo y con los ojos un tanto hundidos, lleno de manchas en la cara quizá de alguna enfermedad de la piel, una nariz muy grande torcida hacia la derecha y dientes chuecos. La mujer parecía tener retraso mental, pues miraba a todos con ojos perdidos y distantes; era baja y jorobada, las piernas algo deformes y dobladas hacia adentro, su boca parecía congelada en una grotesca mueca de la que salía una lengua colgante. Todos menos ésta última rogaron con lágrimas apenas les quitaron las mordazas.
—Son perfectos —declaró Álmos.
Sus compañeros también los examinaron con cuidado y estuvieron de acuerdo, ignorando las súplicas horrorizadas. El dueño, complacido, hizo además de irse.
—Disfruten, señores. Y si necesitan algo, opriman ese botón de la pared y alguien vendrá en seguida —y señaló un botón azul junto al interruptor de la luz, tras lo cual cerró la puerta tras de sí.

***

Préske abrió las cajas de herramientas y encontró todo lo que habían encargado: cuchillos de diversos tamaños, tijeras, agujas, pinzas , martillos y serruchos. Con frialdad los examinó mientras su hermana y cuñado manoseaban y contemplaban a sus víctimas.
—Qué tiernos, qué buena piel que tienen. ¿Cómo los vamos a llamar? —preguntó Kási
—Niño lindo, Niño feo, Niña linda y Niña fea, ¿te parece? —respondió Álmos
—Es perfecto —dijo Kási abrazando a Niña fea, pasándole primero los labios por la cara y luego tomando pedazos de su piel con los dientes para estirarla. Bajó a los labios y los mordió y estiró hasta que Niña fea empezó a sangrar y a llorar, lo cual sólo incitó a Kási a tirar más fuerte.
—Oye, Préske, ¿sí tienen seguetas?
—Sí, aquí hay varias. ¿Ya vas a eso tan rápido?
—Yo no tengo tu paciencia —Álmos tomó el pie de Niño lindo y palpó las articulaciones. —¡Anda, pásame una!
Préske le arrojó una, que cayó haciendo un estruendo a su lado. Álmos la tomó extasiado, y mientras veía a su novia arrancarle los labios a Niña fea con los dientes, transformándose en un beso sangriento, sujetó fuerte el dedo meñique del pie izquierdo de Niño lindo y comenzó a serrucharlo, muy despacio al principio, sólo para escuchar cómo sus súplicas daban paso a los gemidos y gritos, pero empezó a aumentar la velocidad cuando se aburrió de los breves momentos de alivio entre cada corte, cuando intentaba volver a suplicar. Así traspasó la piel, el músculo, y se abrió paso por el hueso, jugando con el ritmo de las serruchadas para ver si los gemidos cambiaban de duración: serruchadas débiles y rápidas producían gemidos fugaces que morían pronto; serruchadas fuertes y constantes creaban un canto alargado de agonía. Así hasta que separó el dedo, y mostrándoselo a su novia, que ya había dejado descarnados los labios de Niña fea, se lo metió rápido en la boca y lo hizo recorrer sus encías con la lengua.
—Amor, comparte conmigo, y compartiré contigo —dijo Kási amorosamente.
Álmos se le acercó y, compartiendo un beso con la sangre de Niña fea, le pasó el dedo de Niño lindo a la boca, y se lo alternaron durante un pequeño rato hasta que Álmos se lo terminó tragando.
—No es bueno que comas huesos y uñas, ya te lo expliqué —dijo Préske, que había seleccionado unas cuantas herramientas y se había sentado junto a Niño feo.
—Sólo un poco no hará daño —dijo Álmos con una risa divertida.

***

El agua fresca salió del fondo del tubo oscuro y fue recibida por decenas de caritas felices que por primera vez disfrutaban de agua limpia sin tener que viajar kilómetros por ella.
Todos vitorearon conforme los pequeños saltaban y se dejaban empapar, refrescándose así del intenso calor del sur del desierto de Bíhem.
Los Tres Tigres soltaron las manos de la bomba y dejaron correr el agua un rato más, mirando con lágrimas la alegría de los pequeños. Incluso horas después de que las cámaras se hubieran apagado, estando los tres solos en la humilde habitación con piso de tierra que tan amablemente les habían prestado, sentían el calor en sus torsos por haber llevado agua a esa comunidad tan pobre.
Varias semanas más se quedaron, pues aún planeaban construir una escuela y mejorar la clínica. Álmos entretenía a los niños regalándoles dulces y juguetes; Kási ayudaba en la enfermería a curar a las víctimas de la epidemia de cólera causada por el agua contaminada que hasta entonces bebían; y Préske evaluaba con los ingenieros la logística para la construcción de la escuela.
—No es sólo gracias a nosotros —dijo Álmos a las cámaras, rodeado de niños contentos—. Es gracias a todos los que nos donaron y apoyaron este proyecto. Pero esto es sólo el principio. No vamos a descansar hasta que todos los niños de Danzílmar puedan tener una infancia feliz.
Y los niños vitorearon.

***

Préske fue el primero en quitarse la bata, quedando desnudo ante Niño feo. Tomando una de las pinzas, uno a uno empezó a romperle los dedos de los pies, doblándolos hacia ángulos antinaturales: hacia arriba todos los del pie izquierdo, hacia los lados los del derecho. Qué hermosa era la variación de la forma natural humana. Se había preguntado cómo sería la vida si las articulaciones hubieran evolucionado hacia otras direcciones. Pero no, en nuestra realidad, al pasar del límite se crea el dolor. Así fue dislocando después los dedos de las manos, y luego, dejando de lado la pinza, tomó las muñecas y también las torció hasta que el límite natural cedió paso a la forma antinatural. La voz gangosa de Niño feo apenas podía articular una súplica antes de lanzar otros alaridos que lo dejaban sin aire y lo hacían toser. No se dio cuenta Préske cuando Álmos se le unió, emocionado y curioso como un niño por lo que hacía. Ya que él tenía además mayor fuerza, casi se apropió de Niño feo y le dislocó los codos y las rodillas, dejándolas como piernas de ave, y siguió retorciéndole las extremidades para ver qué tan agudo le hacía gritar.
En medio de tantos alaridos, Préske le reclamó:
—Oye, yo no te digo cómo hacer lo tuyo. ¿Por qué no terminas lo que empezaste con el Niño lindo?
—Perdona, cuñado, no me pude aguantar.
Tomó Álmos entonces uno de los cuchillos más pequeños y se acercó a Niño lindo, que en vano intentó huir retorciéndose como un gusano. Álmos lo puso boca arriba y examinó su cuerpo desnudo, pensando qué haría después. ¡Ah! Tantos años y aún se siente abrumador. Uno cree que sabe de anatomía hasta que tiene el cuchillo en la mano. Para la próxima vez tendría que estudiar un poco de medicina. ¡No! Si lo bello es explorar y descubrir. Procedió entonces a hacerle cortes superficiales a lo largo del torso, creando rayas desde el ombligo hasta las clavículas, y luego de las costillas a los muslos. Justamente ahí se detuvo un momento e hizo más profundo sus cortes hasta que un pedazo de carne se desprendió. La contempló un momento, luego se la metió en la boca y la mastico con fuerza para exprimirle toda la sangre que pudiera. Niño lindo volvía a suplicar mientras observaba con horror cómo lo devoraban, pero Álmos estaba sordo y muy concentrado con el pedazo de carne en su boca. Pensaba que no sólo la carne ensangrentada era buena sino que también era divertido ver qué tan seca podía dejarla antes de tragársela, así que masticó con fuerza como una goma de mascar, haciendo fuertes sonidos que llamaron la atención de Kási. Emocionada, ésta tomó uno de los cuchillos y cercenó el resto de los labios de Niña fea, dejando un corte más limpio donde antes se veían las marcas imperfectas de las mordidas. Así consumió sus labios, y poco a poco fue avanzando por sus mejillas y la piel de su barbilla, cortando, masticando y tragando pedazos en sucesión, todo ya bañado de las lágrimas saladas de Niña fea.
—Oigan, no se llenen tanto todavía —dijo Préske, que se había puesto a punzar a Niño feo con un picahielo en los muslos.
—Tranquilo, hermano —dijo Kási, que aún tenía la boca un poco llena—. Yo no he comido en dos días, tengo para largo.
—Yo también ayuné varios días para esto —dijo Álmos.
Préske lanzó una mirada de desaprobación.
—Ustedes siempre tan impacientes.
—Bueno, ya estuvo bien el entremés —dijo Kási levantándose y quitándose la bata—. Vamos ya al plato fuerte, ¿sí?
—Empiecen ustedes —dijo Préske.
Álmos se levantó.
—¿Y con quién empezamos?
—Con Niña fea, ¿está bien?
—Bueno —Álmos se alzó de hombros.

***

Era costumbre de los Tres Tigres quedarse un tiempo ayudando en los hospitales infantiles además de apoyarlos económicamente, sobre todo en los de las comunidades más pobres. Préske permaneció una vez varios días donándole su sangre a un niño que tenía una extraña enfermedad y necesitaba constantes transfusiones, y como no había nadie más que fuera compatible con él, estuvo inamovible a su lado incluso cuando se sentía desmayar. Los doctores le dijeron que ya había donado lo suficiente y que debía detenerse, pero a él no le importó.
—Si tengo que darle toda mi sangre para que sobreviva, lo haré —alcanzó a decir.
Cuando el pequeño se recuperó, Préske parecía estar hecho de cartón, pero le sonrió dulcemente mientras lo veía marcharse. Cuando se recuperó, días después, le compró a su familia una casa nueva, pues hasta entonces vivían en una hecha de láminas y plástico.

***

Obligaron a Niña fea a sentarse. Su rostro desfigurado era una sonrisa sangrienta debido a la casi total falta de mejillas y labios. Kási lamió una de sus orejas y la estiró con los dientes. Álmos tomó un cuchillo y empezó a cortarla, pero sólo hasta llegar al lóbulo, pues Kási quiso terminar de arrancársela con sus propios dientes. Niña fea dio un grito desgarrador, como de un ratón aplastado. Siguió así la otra oreja pero invirtiendo los roles los novios.
—¿Ojos? —preguntó Kási.
—Sólo uno; que siga viendo un rato.
Niña fea pareció entender un poco, pues empezó a retorcerse con violencia para liberarse, pero sujetándola Álmos de la cabeza la dejó bien inmovilizada. Kási empezó a sacarle el ojo despacio, asegurándose de cortar bien los músculos de alrededor. Entre los gritos y forcejeos de Niña fea, Álmos dijo:
—Oye, pero intenta no sacarlo todo; quiero ver qué tanto se le estira.
Haciéndole caso, Kási siguió sacando el ojo cuidándose de que saliera lo más limpio posible, y cuando estuvo lo suficientemente afuera, intentó aferrarlo con los dientes, pero sólo consiguió rasguñarle la córnea, lo que hizo saltar de dolor a Niña fea. Kási siguió extrayéndolo con dificultad a causa del forcejeo hasta que por fin logró un agarre firme con los dientes y empezó a tirar de él. El ojo de Niña fea, todavía funcional, veía la oscuridad de la boca de Kási, así como un poco de su propia sangre dentro de la misma cuando la luz se lo permitía, lo cual la hacía atragantarse de terror y dolor. Kási tiró primero despacio, como buscando acomodarse el ojo dentro de la boca, y cuando logró meterlo todo jaló con fuerza. Álmos tenía la expectativa de que el nervio óptico se estiraría mucho, pero éste sólo se rajó a los pocos centímetros de salir de la cuenca y Niña fea dio un salto y un largo chillido. Kási manipuló el ojo con la lengua y lo hizo asomarse por entre sus labios como en un beso: se había vuelto una tríclope con un ojo en la boca. Cerró y abrió los labios a modo de pestañeo asegurándose de que Niña fea, que gritaba tanto por el dolor como por el horror, lo viera bien. Luego cerró los dientes con fuerza y masticó el ojo, escurriendo el líquido viscoso por su boca y salpicándole en la cara a Niña fea.

***

Poco a poco, los pacientes se quitarán las vendas y abrirán los ojos. Todos empezarán a llorar al ver que pueden ver. Los Tres Tigres habrán pagado por los tratamientos de todos ellos, los que no podían recuperar la vista por falta de recursos. Uno a uno abrazarán a los Tres Tigres, y volverán a llorar cuando sorpresivamente los reciban con sobres de dinero con miles de yáos. Las imágenes conmoverán al mundo, pero lo más noble ocurrirá cuando las cámaras ya no rueden. Estando de nuevo solos, los Tres Tigres sentirán que no ha sido suficiente y que todavía pueden hacer algo mejor. Álmos sintió una basura en el ojo, haciéndole pestañear varias veces, y su rostro se iluminó.
—Yo no creo necesitar mis dos ojos para ayudar al mundo.
Su novia y cuñado de inmediato entendieron a qué se refería y estuvieron de acuerdo. Pocos días después, salían los Tres Tigres del hospital, cada uno con un parche en un ojo, sus corneas donadas incondicionalmente para ser trasplantadas en cualquiera que las necesitara más que ellos.

***

Siempre era así con esos dos, pensaba Préske, que estaba desollando despacio a Niño feo, juntando los pedazos de piel a su lado; cada corte era una súplica interrumpida por gimoteos; no se cansaba de intentar darle lástima. Siempre comiendo juntos desde que empezaron a salir. Creo que nunca vio a uno comer sin el otro, e incluso cuando lo incluían, iban por su lado. Pero así le gustaba. Apuñaló a Niño feo en la rodilla para sacar el líquido sinovial, el cual sorbió junto con la sangre de alrededor. Otra súplica ignorada. No saben apreciar los pequeños detalles de esta experiencia. Rajó con el cuchillo la pierna para descubrir los nervios, los cuales con paciencia y dedicación extrajo hasta que parecieron hebras de cabello. Jugó con ellos estirándolos con los dientes hasta arrancarlos. Niño feo gritó lo más agudo que podía gritar alguien tan gordo y corpulento. Iba Préske a hacer lo mismo con la otra pierna cuando escuchó un súbito estallido de risa y volteó a ver a su hermana y cuñado. Parecía que la tortura de Niña fea los había calentado demasiado, y no pudiendo contenerse más, Álmos se posicionó detrás de Kási, pero antes de penetrarla, ésta le hizo un corte profundo a Niña fea desde el cuello hasta el ombligo, no tanto para matarla sino para hacerla sangrar lo suficiente. En el momento en el que Kási se agachó a sorber la sangre, Álmos la penetró con fuerza, sacudiendo a su vez a Niña fea en cada embestida. Kási mantuvo la suficiente cordura para tomar el cuchillo otra vez, y con mucha dificultad le cercenó uno de los pezones, el cual de inmediato dio a su amante en la boca, para luego cortar el otro pezón e meterlo en su propia boca. Así siguieron hasta que cada uno lo tragó, tras lo cual Kási siguió cortando pedazos de los senos de Niña fea, alimentando a su amado y a sí misma, hasta que no hubo más que cortar. Los gritos se iban transformando en gorjeos salivosos conforme Niña fea se quedaba sin aire.
Préske se dejó llevar también un poco por la emoción, que por culpa de aquella vista empezaba a desplazar sus deseos de retenerse un poco, así que con el mismo picahielo apuñaló el ojo izquierdo de Niño feo, procedió a sacarlo rápido, y sujetándolo por encima de su boca, lo apretó para bañarse en sus líquidos. Fue tan repentino que el dolor tardó un poco en llegar súbitamente a Niño feo, y su consiguiente grito coincidió con el momento en que los líquidos de su ojo caían sobre él. Préske Se contuvo para no hacer lo mismo con el otro ojo, pero en su lugar tomó la segueta y, manipulando con cuidado los dedos de Niño feo, empezó a amputarlos uno a uno, pero no de raíz sino centímetro a centímetro, de manera que cada dedo podía ser amputado en varias partes. Procedió así con todos los dedos de las manos y de los pies. Luego hizo lo mismo con uno de los brazos, cortando cada vez un centímetro a la distancia de la amputación anterior, de manera que cada brazo quedó dividido en más de cuarenta pedazos. Los últimos intentos de súplica de Niño feo se quedaron sin aire, y además el dolor empezaba a apagarle los sentidos, por lo que se quedó callado poco a poco.
Durante esta larga faena de amputación. Los novios continuaban con su rojo apareamiento al mismo tiempo que, poco a poco, Niña fea se quedaba descarnada. Kási continuó arrancando pedazos de carne hasta que llegó a los órganos, y al darse cuenta de eso, ambos se volvieron locos de deseo. Álmos aumentaba la velocidad mientras Kási desesperadamente cortaba y apuñalaba en busca de las vísceras de Niña fea, y cuando éstas estuvieron lo suficientemente expuestas, soltó el cuchullo e intentó arrancarlas con sus propias manos. El cuerpo de Niña fea, con sus últimos respiros de vida, se fue abriendo conforme Álmos aplastaba a Kási sobre ella. La novia tiraba de su estómago y se peleaba con las costillas para apropiarse de sus pulmones. Kísa llegó a su orgasmo hundiendo la cabeza con desesperación en las entrañas de Niña fea, y un momento después, Álmos también colapsó sobre ella. Préske los vio revolcarse sobre los órganos desperdigados de Niña fea. A su alrededor, la sangre formaba un grueso charco que se iba deformando conforme los amantes pasaban sus manos y pies sobre él. Parecía que Kási quería meterse dentro del cuerpo ya carente de órganos de Niña fea por lo mucho que hundía la cara en él.
Álmos tomó uno de los riñones y le dio una mordida. Los tres de hecho ya no tenían un riñón porque lo habían donado a alguien que lo necesitara, y quizá por eso los riñones se habían vuelto algo especiales durante esas reuniones, o tal vez sólo a Álmos se lo parecía así. Kási prefirió ir por los pulmones, soplando por la tráquea y viendo cómo se inflaban como globos. Cuando se aburrió de eso, tomó el hígado, y partiéndolo en pedazos pequeños se lo devoró poco a poco, aunque sólo un cuarto del total, pues quería probar los de los demás.

***

Dirigiéndose un día a una conferencia sobre el tráfico de niños, los Tres Tigres vieron en la carretera a un hombre cargando un letrero. Al reducir Préske la velocidad, pudieron leer “Por favor, necesito un riñón para mi esposa”. Se detuvieron junto al hombre, que estaba gimoteando en un estado lamentable. Les contó que la lista de espera era demasiado larga y que su esposa necesitaba el órgano con urgencia. Tanto se conmovieron los Tres Tigres que lo hicieron subirse al auto, y avisando que no podrían asistir a la conferencia, se dirigieron al hospital. Ahí los tres se hicieron pruebas esperando que uno fuera compatible. Álmos fue el que finalmente entró a la sala de operaciones, y apenas le sacaron el riñón, fue trasplantado a la esposa. Kási y Préske, mientras esperaban, pensaron que sólo se había salvado una vida, y que la lista de espera todavía era larga para mucha gente. Así que tomaron la decisión de también donar uno de sus riñones con la esperanza de aliviar la espera para alguien. A pesar de que no le habían dicho a nadie de esa repentina acción, parece ser que una persona en el hospital los reconoció y llamó a los medios. Cuando los Tres Tigres salieron, fueron recibidos por la prensa, y tras unas rápidas declaraciones regresaron a su hotel. Pocos días después, llevaban a cabo la conferencia que habían postergado; les frustró un poco que parte de la atención se la llevara la anécdota de los riñones, pero luego se enteraron de que gracias a eso muchas personas se habían inspirado a donar los suyos, reduciendo así las listas de espera y salvando muchas vidas.

***

—Creo que se nos fue la mano —dijo Álmos, ya recuperado—. Se murió muy rápido.
—Ni modos —Kási se limpió la sangre de los ojos con la bata—. Con la próxima, aguántate más.
—¿Es mi culpa? —rio Álmos.
—Pues claro —Kási le dio un beso jocosamente.
Entonces los dos vieron cómo Préske había formado una pila de pedazos de los brazos y las piernas de Niño feo en rodajas, y acostado sobre ellas se estiraba para sentirlas como si fueran pétalos de rosas. Tenía una fuerte erección de la que se hacía cargo usando la sangre como lubricante. Su hermana se le acercó riéndose.
—Oh, pobrecito mi hermanito. ¿Te dejamos solo mucho rato?
—La soledad es la madre del arte, hermanita. ¿Ya viste lo que creé?
—El Niño feo ya no responde —dijo Álmos, examinándolo—. Ya lo hiciste entrar en shock, o como se diga.
—Y tú que decías que nosotros nos apresurábamos demasiado, hermanito.
Kási se arrodilló junto a él y examinó la sangre en el pene de su hermano. Lo tomó y empezó a manipuarlo para ver como sus manos dejaban huellas en la sangre. Luego, con una última risa, se la metió a la boca y la lamió desde la punta hasta la base. Mientras tanto, Álmos abrió a Niño feo y empezó a sacarle los órganos, con lo cual lo dieron ya por muerto. Como si leyera la mente de su novia, le fue pasando los órganos conforme los extraía. Primero le envió el corazón. Kási le hizo un agujero con el picahielo, y metiendo el pene de su hermano en él lo masturbó, y como la punta del pene todavía sobresalía del corazón, aprovechó para metérselo a la boca. Continuaron así con ese juego con todos los órganos, abriéndole agujeros en los que meter el pene de Préske e intentar chupárselo al mismo tiempo, aunque no le fue posible con todos. Cuando se vino en el bazo de Niño feo, Kási le dio a éste varias mordidas, ingiriendo todo tipo de líquidos corporales que escurrían de dicho órgano. Préske se tomó un descanso para comer un poco de la carne que quedaba.
Durante un rato estuvo todo tranquilo, incluso se quedaron dormidos plácidamente entre las entrañas y la sangre de los dos que ya habían muerto. Cuando Álmos despertó, vio que Niño lindo y Niña linda se habían arrastrado hasta la puerta. Se puso de pie riendo y gritando sus nombres despertó a sus compañeros, y se pusieron a discutir qué harían con ellos para que no murieran tan rápido. Los dos compañeros de juegos lloraron de horror, y en sus súplicas que aún tenían una pizca de esperanza de remorderles la conciencia apenas lograban articular una palabra inteligible. Sólo Niño lindo logró con todas sus fuerzas calmarse lo suficiente para bajar la cabeza servilmente ante los Tres Tigres y pronunciar, con toda la intensidad que se lo permitía el temblor de su voz:
—¡Por favor, por favor, por favor! ¡No! ¡No! ¡No no no!
Los Tres Tigres lanzaron exclamaciones conmovidas muy fingidas, como ante un grupo de animales indefensos haciendo alguna gracia para su diversión. Kási se arrodilló ante los dos, y con la voz más dulce y maternal que podía hacer, la misma que siempre usaba con los niños que tan esmeradamente cuidaba en los hospitales, dijo:
—Pobrecitos, ya sufrieron mucho. Está bien, los dejaremos ir —su voz sonó radiante y esperanzadora al final.
Sorprendidos por ese cambio, ambos levantaron la mirada con una repentina esperanza iluminándoles los rostros, pero de inmediato el terror volvió a llenarles de lágrimas los ojos y a hacerles sentir un intenso calor en las espaldas al ver que Kási retenía las ganas de reír, apenas logrando ocultar sus dientes rojos tras los labios. Álmos no pudo aguantar la carcajada y se tapó la boca, avergonzado por no poder seguir el juego que había empezado su novia. Préske se cruzó de brazos y retuvo una risa violenta que salió a pedazos de su boca como un motor descompuesto. Tal fue la impresión que les dejaron los Tres Tigres con esa burla, que Niño lindo y Niña linda no pudieron hacer más que dar unos últimos gritos desesperados y frenéticos de ayuda a cualquiera que estuviera del otro lado de la puerta.

***

Las fuertes lluvias habían devastado la zona sur de Déspos con sus fuertes inundaciones. Los Tres Tigres acudieron de inmediato con millones de yáos en víveres, además de ayudar a los desamparados en los refugios. Pero las lluvias no cesaban y el nivel del agua empezaba a poner en peligro los albergues. Tuvieron que desplazar de emergencia a muchas víctimas heridas que apenas podían moverse. Los Tres Tigres se las arreglaron para tener listo otro albergue en un lugar más seguro y la evacuación comenzó. Pero en un momento Álmos escuchó un grito desgarrador: una niñita había caído al agua y la corriente la llevaba arrastrando ante el llanto de su madre. Sin dudar un segundo, se lanzó al agua en su rescate. Luchó con la intensa corriente y la buscó entre los restos de árboles, basura y chatarra a los que el agua lo arrojaba. Con mucho esfuerzo llegó a la niña y la tomó en brazos. Estaba por sacarla a tierra cuando sintió una fuerte punzada en la pierna: un pedazo de metal oxidado se le había clavado, pero se aguantó el dolor sin dejar de sujetar a la niña, y lentamente salió del agua y caminó de vuelta con la pierna sangrándole. Cuando los encontraron, entregó a la niña, y los dos recibieron ayuda médica. Incluso con la gran herida, se rehusó a descansar hasta que todos estuvieron a salvo. Una infección lo mantuvo hospitalizado una semana después, pero sobrevivió, y el día de su salida, la madre estaba esperando con la niña, que le dio un beso en la mejilla en agradecimiento.
Pasada toda la emergencia, los Tres Tigres donaron a cada familia fuertes sumas para ayudarlos a recuperar un poco lo perdido.

***

¡Qué grandiosos se ven nuestros héroes! Así es como todos debemos vivir: en el placer del dolor ajeno, demostrar que los infiernos se crean aquí en la tierra.
Mírenlos tomar a la fuerza a Niño lindo y Niña linda. Van a empezar con despellejamientos en sus miembros; no son expertos y les queda todo disparejo, pero lo que cuenta es la intención. Ahora van por los cueros cabelludos. También es difícil, pero no tanto como antes. Miren qué bello: quieren cortar sólo lo suficiente para poder arrancárselos con sus propias manos, pero qué mal que sólo Niña linda tiene el cabello lo suficientemente largo como para asirse con firmeza para jalar. Ni modo, ella se quedará sin cabello, sólo con una calvicie de carne y un poco de blanco del hueso.

¡Qué miserables! Esos despreciables ahora van a por la cara de Niño lindo. Le van a quitar lo lindo. Le arrancan la cara, incluyendo los párpados; ahora no puede parpadear. Pero encima le clavan agujas, que han calentado previamente con un encendedor de las cajas, justo en los ojos, de manera que no los puede mover ni de arriba abajo ni de derecha a izquierda. ¡Hijos de puta! Ahora con un cuchillo le retiran las corneas, y por el agujero de la pupila meten otras agujas ardientes y las usan para explorar el interior antes de clavarlas en la retina. Se emocionan demasiado con las agujas y las siguen clavando hasta que los ojos son sólo piscinas de sangre, y tras retirarlos definitivamente les dan la vuelta y le rellenan las cuencas con ellos, metiéndoselos al revés, de manera que le cuelgan los nervios ópticos por afuera.

Sigan así, mis ídolos. Arránquenle ahora los dientes uno por uno a Niño lindo. Préske vuelve a usar su maestría amputadora y le rebana una de las piernas, cuya sangre deja caer sobre el rostro de Niña linda. ¡Qué gran obra de arte! Pues en verdad hay arte en el dolor, en el martirio y la agonía. Sigan creando, mis hijos. Ahora córtenle una mano a Niña linda. Kási ahora se la mete a sí misma por el coño por el lado amputado, luego se sube sobre Niña linda y la abofetea con su propia mano que le sale del coño. Son golpes suaves pero Niña linda no deja de gritar y toser. Álmos no se contiene y colocándose detrás de su amada la sodomiza usando toda clase de líquidos como lubricante. Los dos se mueven mientras Préske arranca pedazos de carne de Niño lindo y alimenta a todos con ella.

¡Ya deténganse, se los suplico! Tanto horror es insoportable. Pero no me escuchan, sólo siguen follando y comiendo. Pedazo a pedazo, Niño lindo va perdiendo carne y órganos, como devorado vivo por osos o hienas. Kási pide un momento el cuchillo y con él corta el glande de Niño lindo, cuyos alaridos como carcajadas de hiena no detienen esa aberración sino que la alimentan. Kási toma ahora el glande cortado y se lo mete en la boca, masticándolo con éxtasis sin que su novio se detenga. Después de tragárselo se apropia del pene cercenado que aún está pegado al cuerpo de Niño lindo y se lo mete a la boca, sorbiendo la sangre que rápidamente se escapa de ahí como si Niño lindo fuera sólo un envase de jugo. Préske hace lo propio con Niña buena y le corta el clítoris, que rápido consume, y continúa con el resto de los labios, cortando y comiendo como pedazos de fruta a la vez que ella también lanza gritos como carcajadas con tos. No queriendo quedarse atrás, Kási despelleja el escroto de Niño lindo, liberando ambos testículos. ¡No lo hagas, por favor! Si te importa el lugar de tu alma en el lérenh, cesen de inmediato, no sea que sean condenados a sufrir lo mismo que han provocado.

No hay amenaza que deba privarlos de sus placeres. Adelante, clávale las agujas en los testículos expuestos de Niño bueno, métetelos en la boca y muérdelos. ¡Qué grite como condenado y se retuerza! ¡Ah! Si los demás pudieran experimentar el placer tan extraordinario del tormento al inocente, de sentir las caricias de los alaridos ante el constante influjo del dolor. Ojalá los dioses un día se den cuenta de esto y premien a los que vivieron para crear el infierno en la tierra. Adelante, estírale los testículos con los dientes hasta que los conductos se revienten y los suelten. Ten un orgasmo más intenso que los placeres en los niveles más elevados del lérenh, mientras tu novio también se descarga en ti al ver tu proeza y Niño lindo se deshaga en más gritos agónicos hasta quedarse sin aire.

No escuchéis a ese malvado viajero. En verdad os digo que en esta vida o en la otra el sufrimiento que causamos se castiga. Así que dejad al pobre Niño lindo, que parece que se ahoga con su propio vómito y no respira. ¡No! No le intentéis despertar: dejadlo morir de una vez.

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Kási estuvo al frente de una operación para erradicar a un grupo criminal que traficaba con animales, especialmente cazadores furtivos que habían dejado el parque nacional de Danzílmar casi sin rinocerontes y paraceratherium, pues se creía que sus pesuñas y piel gruesa tenían cualidades curativas. Cuando los animales fueron rescatados y vieron cómo les habían amputado las patas y despellejado vivos gran parte de la superficie corporal, a Kási se le rompió el corazón, y dedicó los siguientes meses a financiar la construcción de prótesis para más de cincuenta animales. De su propio bolsillo y de las donaciones que recibió, logró mantener a los animales con vida durante el tiempo necesario, y cuando las prótesis estuvieron listas, los animales fueron llevados a un refugio especial, donde serían cuidados el resto de sus vidas con el apoyo de los Tres Tigres.

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Préske le da la vuelta para intentar que expulse el líquido de sus pulmones. Parece funcionar porque Niño lindo tose y se retuerce. Toma el cuchillo de carnicero y le cercena la otra pierna, pero en su estado ya no le es posible lanzar ni un quejido. En vano Préske intenta hacerlo gritar amputándole las manos y arrancándole la carne de las nalgas. Le da la vuelta y le abre desde el ombligo hasta la base de lo que le queda de pene. Con sus manos le arranca los intestinos y se los pasa a Kási, que toma a Niña linda y empieza a envolverla con dichos órganos. Niña linda se ha desmayado por un rato, pero despierta para verse arropada con los intestinos de Niño lindo a la vez que Kási le maquilla la cara con sangre. Sus gritos son atroces y parece que va a enloquecer. Se acerca Álmos para sujetarla de la cabeza y ayudar a su novia a arrancarle algunos de los dientes, los suficientes para meterle la mano sin lastimarse con ellos. Luego la fuerza a abrir la boca, cuyas mandíbulas van llegando a su límite, pero todavía resisten. Álmos lo sigue intentando mientras Préske empieza a descarnarle las piernas desde el pie hasta la rodilla. El dolor la hace abrir más la boca y finalmente la fuerza del agarre de Álmos supera la fuerza de la articulación. La mandíbula se disloca y suena como un suave disparo; un grito húmedo sale con violencia de su garganta. Tan grande le queda la apertura de la boca que Kási agarra pedazos de sus piernas conforme Préske las va arrancando e intenta metérselas por la boca, moviéndole la mandíbula de arriba abajo para que saboree su propia carne. Pero temiendo que se ahogara, la obliga a escupir todo.

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“La organización de caridad de los Tres Tigres ayuda a todos los que lo necesiten. Acude con nosotros si no puedes pagar un procedimiento médico costoso, si tu casa se incendió, si secuestraron a un ser querido y piden rescate, si necesitas una prótesis, o si estás discapacitado y no puedes trabajar. Haremos lo que podamos para aliviar tu sufrimiento.”

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Sin decir una palabra entre sí, como sabiéndose de memoria un plan meticuloso previamente estudiado, se reparten los Tres Tigres los últimos suplicios de Niña linda. Kási se encarga de arrancar y cortar lo que quede en su cabeza, sólo manteniendo en su lugar uno de los ojos, una de las orejas y los labios; todo lo demás es arrebatado, mordisqueado y comido. Préske termina de dejarle las piernas limpias de carne, y cuando el hueso queda bien expuesto saca de la caja lo que parece un grueso rallador de metal, con el que comienza a frotar la tibia hasta que el serrín óseo empieza a caer. Álmos se encarga de desollarle el estómago, cuidando de no hacerle cortes letales, aunque para ese momento Niña linda ya está perdida e insensible, siendo el único signo de vida sus esporádicos movimientos bruscos, como la gacela que, siendo comida viva por hienas, aún pretende tener alguna esperanza de defenderse pateando al aire.
Mas viendo que ya estaba más muerta que viva, y que cualquier intento de alargar su suplicio sólo aceleraría más su muerte, decidieron mejor pasar a la siguiente fase. Mientras Préske seguía intentando reunir serrín óseo, lo cual era complicado debido a la sangre, Kási tomó el cuchillo de carnicero y empezó a cortarle la cabeza. Álmos se dispuso a sacarle los órganos y le dio una gran mordida a cada uno, especialmente a su riñón derecho, del cual consumió casi todo. Cuando la cabeza se desprendió, Kási la levantó en el aire, la arrojó y la atrapó varias veces como jugando con una pelota. Préske reunió suficiente serrín óseo en las manos y, sosteniéndolo frente a su boca, dio un fuerte soplido. Una fina capa de nieve de hueso flotó por el aire sobre los dos novios, que alzaron las caras para recibirlas como agua de lluvia en una sequía. Kási abrió la boca de Niña linda para que recibiera, al menos en muerte, una probada de sus propios huesos.

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“Nuevo programa de becas desde nivel primaria. No saques a tus hijos para ponerlos a trabajar; llama a los Tres Tigres y nosotros los ayudaremos para que puedan estudiar. Regrésenle la infancia a los niños.”

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Ahora devoran con deleite los restos de Niño lindo y de Niña buena, dando cada uno al menos una mordida a cada órgano y acompañándolo con pedazos de carne. En poco tiempo los cuerpos van desapareciendo hasta llegar casi a los huesos. Pero decepcionados se dieron cuenta de que no podrían terminárselos enteros, pues pronto el espacio en sus estómagos llegó a su límite. Y una vez terminado el banquete se sintieron con nuevas energías para aprovechar al máximo posible los restos de todos los cuerpos.

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“Programa de apoyo para pequeños emprendedores. Nosotros te ayudamos a empezar y te asesoramos. No permitas que te impidan alcanzar tus sueños.”

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Tras apilar los sobrantes de los cuatro cuerpos, Álmos se lanzó sobre ellos como si fueran un océano en qué nadar. Creó una pequeña masa con ese mar de sangre, piel, músculos, huesos y entrañas a medio comer, formando una bola lo más comprimida posible. Hizo un agujero a la mitad de la misma y empezó a follársela. Entusiasmada, Kási también creó su masa de restos humanos y se la metió por el coño. El placer que sintió fue tal que siguió formando bolas con los restos para ver cuántas le cabrían. Así tomó los huesos, la carne, los órganos y se rellenó hasta que no le cupo más. Préske, de nuevo con una enorme erección, tomó la cabeza de Niña linda, pero en vez de hacer lo que su hermana y cuñado pensarían que haría, la sujetó por detrás y le metió la verga por el esófago, de manera que el resto del tronco y la punta sobresalían por la enorme boca de Niña linda. Divertida por esa ocurrencia, Kási se acercó a gatas a su hermano y se metió a la boca lo que podía de su pene cuando éste salía. Así Préske le folló la boca a su hermana a través de Niña linda, a quien Kási sujetaba para besarla con lujuria mientras el miembro de su hermano taladraba ambas bocas desde lados opuestos.

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Una de las actividades favoritas de los Tres Tigres era investigar familias en estado de pobreza extrema, y cuando éstas menos se lo esperaban, llamaban a la puerta y los sorprendían con víveres, ropa y muebles nuevos, medicinas y juguetes, además de construirles una mejor casa, mandar a los hijos a la escuela y ofrecerles mejores trabajos a los padres. Las donaciones que recibían de los fans de todo el mundo por este programa eran usadas enteramente para ayudar a la siguiente familia.

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Incluso para nuestros héroes dicha hazaña resultó demasiado estimulante. Préske terminó corriéndose en la boca de su hermana mientras ésta besaba con fuerza la cabeza cercenada desde cuya boca salía el pene de su hermano, y casi de inmediato se corrió también, soltando toda la materia orgánica que había metido en su útero como si estuviera dando a luz a pedazos ensangrentados de un ser humano. Al mismo tiempo Álmos se corrió en la masa que estaba usando y la dejó caer al suelo. Los Tres Tigres, ya satisfechos, se tumbaron entre los restos sangrientos. Quisieron dormir un poco, pero sólo consiguieron rodar de un lado al otro por toda la habitación, impregnándose con todas las sustancias corporales como lombrices arrastrándose bajo la tierra. Así lentamente se cubrieron todo el cuerpo, dando pequeños mordiscos a cualquier resto que cayera en sus manos.

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No acabaría nunca si listara todas las veces que intentaron sobornar a los Tres Tigres por parte de alguna autoridad corrupta, sea con dinero o con poder. Tampoco todas las veces que recibieron atentados en los hoteles donde se quedaban o cuántas veces intentaron tirotearlos mientras iban en su auto. Tenían cada uno al menos una herida de bala en algún lugar del cuerpo o una herida de arma punzo cortante. Pero lejos de amedrentarse, los Tres Tigres siempre lograron revertir la situación. En más de una ocasión, los propios fans de los Tres Tigres averiguaron quiénes habían sido los terroristas y los lincharon en público.

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Rato después se levantaron, y para celebrar el final a Álmos se le ocurrió una idea, pero por más que buscó en las cajas de herramientas no encontró lo que quería, así que tocó el botón azul junto a los interruptores, y tras un rato un empleado tocó la puerta.
—Tráenos un mazo lo más grande posible, por favor —pidió Álmos.
Mientras esperaban, terminaron de cercenar todas las cabezas, así como cortar y consumir parte de los genitales que les faltaban. Cuando el mazo llegó, pusieron las cabezas en fila una al lado de la otra. Se colocaron los dos hermanos frente a las cabezas y Álmos, colocándose detrás de las mismas, levantó el mazo. Lo dejó caer con fuerza sobre cada una, y conforme eran aplastadas, salpicaban de sangre y cerebro a los hermanos. Kási brincaba contenta como intentando atrapar la mayor cantidad posible de sesos con su cuerpo. Préske estaba más calmado, sereno incluso, como si recibiera las aguas de un bautismo hacia una nueva fe. Así llenos de sangre y otros líquidos, los tres se dieron un último abrazo para terminar la reunión. Fue un abrazo muy largo y fraternal, como si no se fueran a ver nunca más el resto de sus vidas.
Al final la habitación quedó hecha una obra de arte. La hermosa pintura roja coloreaba soberbias esculturas blanquecinas rodeadas de diversas masas cárnicas y orgánicas. Con tristeza se despidieron de aquella escena obsequiando un solemne saludo con la cabeza.
—Gracias por la fiesta —dijeron los tres.
La sangre, los huesos, la carne y los órganos se quedaron en silencio, imaginándose nuestros tres miserables que una parte de sus compañeros de juego también se despedían, ya liberados de la prisión de la carne y de la sangre.
Se pusieron sus batas, que estaban tan rojas como el suelo, y salieron de la habitación apagando la luz tras de sí. Conforme se acercaban a la salida, escuchaban fuertes sonidos de lluvia. Su inicial satisfacción y alegría por haber pasado el mejor momento de sus vidas pareció atenuarse con los truenos y relámpagos. Al llegar a la salida, el cielo estaba tan oscuro que parecía media noche. Las nubes que habían visto en las montañas cuando llegaron se habían acumulado hasta alcanzar la ciudad y estaban descargándose sobre ellos. ¿Habrá allá arriba algún ser que, siendo testigo de todo lo que pasó, estuviera ahora enojado con los tres y por eso hacía rugir al cielo? La idea les pareció divertida pero también les hizo temblar, aunque más bien sería por el frío. Se quitaron las batas rojas y salieron a la tormenta.

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“Queridos Tigres, no sé si un día leerán este correo, pero quiero agradecerles todo lo que han hecho. Aunque no he recibido nada de ustedes directamente, puedo decir que me han salvado la vida. Yo estaba deprimido todo el tiempo; le temía a la vida y a todo lo que había en ella. Creía que el mundo estaba perdido y que no había salvación. Pero ustedes me mostraron que es posible vivir sólo para mejorar este mundo, para crear al menos pequeños pedazos de paraíso en él que cada vez se pueden hacer más grandes. Ahora quiero seguir sus pasos. Espero poder unirme a sus filas cuando haya logrado encarrilar mejor mi vida, y que así podamos sacar del hoyo a otras personas algún día, un alma a la vez.”

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Quien quiera que esté allá arriba, si tanto nos desprecias, aquí estamos para que ejerzas justicia. Si en tu impotencia no pudiste hacer nada para detenernos, desquítate ahora. Pero no, los rayos no cayeron sobre ellos sino sólo el agua que, pese a estar helada y punzante, les iba limpiando la sangre que con tanto júbilo se habían embarrado. ¿Para esto es esta lluvia acaso? ¿Para lavarnos de nuestras acciones? Los tres extendieron los brazos y se dejaron bañar por todos lados, poco a poco limpiándose de toda mancha de sangre hasta quedar como los tres ángeles que el mundo tanto necesitaba. Ya se habían divertido lo suficiente y el frío aumentaba. Ya vayan a su habitación, y no se sientan tristes por dejar a sus amados compañeros de juego abandonados ahí en ese cuarto; siempre hay el próximo año.

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La niña que vendía frutas se dirigió al auto que acababa de detenerse para comprar. Era regordeta, de grandes ojos oscuros y piel morena; a su sonrisa le faltaban dos dientes. Adentro del auto iban los Tres Tigres, ya avejentados por los años, sin un ojo y un riñón cada uno, pero todavía con la energía para auxiliar al prójimo.
—Dame toda tu fruta —dijo Préske.
La niña lo miró sorprendida pero contenta, y recibió en la mano un billete de diez mil yáos, muchas veces más de lo que costaba su mercancía.
—Quédatelo todo, pequeña —dijo Kási.
Días después, averiguaron dónde vivía la familia de la niña y los sorprendieron con despensa y ayuda económica para poder mandarla a la escuela. Los padres no sabían con qué cara mirarlos.
—No es nada —dijo Álmos—. Sólo cuiden mucho a su hijita, y no la manden ya a vender.
Antes de irse la miraron una vez más con su familia, jugando con sus juguetes nuevos. Los Tres Tigres estaban embelesados y relamiéndose los labios.
Préske sacó su teléfono y marcó.
—Una más —dijo en voz baja y colgó.
Durante el camino de regreso, los Tres Tigres iban sonriendo, excitados y con hambre.


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