Láminas azules III


¿Se toman las láminas en serio?

Uno de mis tíos, jefe de una editorial de la ciudad en la que vive, nos informó con avaricia en los labios que iba a ser el encargado de las láminas azules que aparecieran en nuestro estado, y se le permitiría a su editorial publicar adelantos de los contenidos antes de enviarlas a la capital para su posterior ordenamiento y publicación. Es el mismo editor que el lector recordará de Láminas azules II, y al día de hoy sigue estando tan carcomido por la novedad de las láminas que apenas ve a la gente a la cara sin poner una mueca de ya querer irse.
Es preciso poner al lector en contexto con respecto a la publicación de los libros hasta aquel momento. Los primeros dos libros fueron publicados con aproximadamente un año de diferencia entre sí, y en ambos casos el contenido se había mantenido en secreto salvo por lo que los dueños de las láminas quisieran compartir, casi como rumores en el aire. Poco después empezaron a surgir nuevas ediciones con nuevo contenido, y se descubrió el fenómeno de las láminas con números repetidos, como se vio en Láminas azules II. Surgió el sentimiento de que, hasta ese momento, las publicaciones de los libros habían sido muy aceleradas, y que no se había esperado el tiempo justo para recopilar los fragmentos suficientes para completar las historias. Un caso conocido de esto es el cuento Un lugar cerca de Híns, el cual fue incluido en volumen I de Memorias de otras realidades de último momento, y del cual no se ha encontrado otro fragmento hasta ahora. Por lo tanto, y después de cierta presión por parte de los lectores, se aceptó que algunos de los fragmentos fueran publicados como parte de artículos en periódicos y revistas, y, después de un tiempo razonable, serían publicados en formato libro cuando se hubieran recopilado todos los fragmentos posibles. La decisión fue bien recibida, y de un día para otro los periódicos y muchas revistas por todo el mundo habían abierto un espacio exclusivo para publicar fragmentos del ParalefikZland. El primero de ellos fue uno que, tiempo después, aparecería en una de las historias de la colección Senderos alternativos.
En aquel entonces, poco después de la publicación de Alter-Ego, de la colección Crónicas de seres ficticios, ayudaba a mi tío con la editorial, pues era de mi interés un día dedicarme al mismo ámbito. Tuve la oportunidad de que muchas de las láminas azules pasaran por mis manos, aunque era obligatorio el uso de guantes, por lo que nunca pude sentirlas directamente sobre mi piel. Mi tarea consistía en transcribir el contenido a computadora, con lo que pude enterarme de algunos pasajes que no serían conocidos sino hasta mucho después. Aun hoy, a punto de entrar al otoño de mi vida, muchas de esas láminas que transcribí no han sido publicadas.
Yo no era desde luego el único transcriptor; había otros diez o veinte conmigo, pero, a pesar de la gran concentración con que trabajábamos, era sorprendente que nunca habláramos de lo que leíamos, y no es que estuviera prohibido. Tiempo después, averigüé que los trabajadores de prácticamente todas las editoriales permanecían en silencio absoluto durante y después del trabajo; ni siquiera en los descansos, bebiendo en el bar, en alguna salida casual o en la privacidad de la familia se hablaba nunca del contenido de las láminas azules. Alguna que otra vez escuché a uno de ellos quejarse de que en casa, un hijo, sobrino o similares no dejaba de pedirle que le contara un poco, y este colega abruptamente dejaba de hablar, sin terminar su oración, como si con eso enfatizara que nunca diría nada. La indiferencia de los demás se sentía como si estuvieran de acuerdo y planearan seguir su ejemplo. Un día me atreví a sacar el tema con uno de ellos, el de más edad y que por lo tanto me parecía más sensato. Le pregunté si es que, en el fondo, no le gustaba lo que hacíamos, si el proyecto de las láminas azules no le parecía tan interesante en realidad, si no quería estar ahí. Me miró confundido, hasta algo divertido, y con una sonrisa me apartó la mirada. No insistí.
Durante mucho tiempo pensé que había algo que yo no veía en esas láminas, alguna razón por la que afuera, en la calle, en los hogares y en los medios, el contenido de las láminas provocara tanta expectación y tanto de qué hablar, mientras que dentro de las editoriales, y entre los traductores y analistas, si bien se respiraba entusiasmo, nunca se hablaba de nada con nadie.
A lo largo de los años me he formulado varias respuestas, y todas pueden ser verdaderas al mismo tiempo. Puede ser que a muchos les haya sido indiferente el contenido de las láminas y sólo les hubiera entusiasmado su misterioso origen, fuera de lo cual no encontraban sino literatura del montón. Puede ser que simplemente preferían esperar a ver el trabajo publicado, sin saber nada más de antemano, para no arruinar la sorpresa de cómo sería la historia. Puede ser que, en el fondo, cada uno llenaba los huecos de lo que leía y creaba sus propias láminas en la mente, apostando consigo mismos qué tanto podrían acertar al ver la publicación completa. Puede ser que no querían hablar de sus láminas con los demás porque ni ellos las entendían bien.
Fue para mí una sorpresa que el primer fragmento que publicaron los periódicos de mi ciudad fuera uno de los míos. En concreto es el tercer fragmento de La omnipresencia del pajarito, en el cual aparece una liga a una página de internet que no existe, sobre un cuento que tampoco existe. Supe después que alguien había creado una versión de esa página sólo por diversión. Hubiera preferido que el primer fragmento hubiera sido uno de los que transcribí de Un libro perfecto.

          


Comentarios

  1. Tienen razón cuando han dicho que, "lo peor del ser humano quedaba reflejado"
    Me gusta cuando quien cree tener el poder se da cuenta que la comunidad es el verdadero poder y la fuerza; y la empatía, unión y apoyo de los que se unen, lo fortalece aun más.

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