Láminas azules II
¿Hay láminas repetidas?
Son pocos a los que alguna vez conté que hace muchos años encontré una de esas láminas azules sobre la silla de mi estudio. En aquel momento cometí el error de dársela a un conocido mío, por razones que no es mi objetivo explorar en este documento. Los lectores conocerán la crónica de mi amigo con el nombre de Láminas azules I, tras leer la cual decidí que no era mala idea transcribir algunas de mis experiencias con respecto a estas láminas. Digo experiencias porque aquella lámina de la que tan rápidamente me deshice no fue la única que me encontré, o más bien que la vida arrojó a mis pies, como dándome otra oportunidad para reconciliarme con ellas. Si mi primer encuentro con la lámina apenas fue conocido por algunas personas muy cercanas, mi segundo encuentro permaneció en el silencio total hasta el día de hoy.
La lámina en cuestión literalmente cayó del cielo. Primero impactó contra el tejado de mi casa, y resbaló hasta aterrizar en mi pequeño huerto. Como no es mi intención llenar el relato con párrafos sobre mis emociones y las cosas que pasaban por mi cabeza, resumiré todo diciendo que como mínimo me sentí estupefacto, incluso diría que maravillado, pero eso es todo lo que diré; me limitaré a los hechos y no a los sentimientos. Examiné la lámina y descubrí que se trataba del fragmento de un relato titulado Una resurrección, perteneciente a la colección Senderos alternativos, y que ya había sido publicado hacía un tiempo. Aun si nunca hubiera leído el cuento para conocer su contexto, la lámina dejaba bien en claro no sólo a qué cuento pertenecía, sino qué orden le correspondía entre los demás fragmentos.
Existen cuatro tipos de láminas si las clasificamos por su pertenencia a un relato y su orden dentro de él. En primer lugar, están las láminas con los títulos de los cuentos, relatos y novelas, que obviamente están siempre marcadas con el número uno en la parte inferior; yo las llamo láminas iniciales. El segundo tipo corresponde a las que poseen el título de la obra a la que pertenecen en la esquina superior derecha o izquierda (en una fuente menor a las de las láminas iniciales) y el número del fragmento hasta abajo (que la mayoría considera paginación); yo les digo láminas claras por ser las que mejor ordenan o contextualizan cada fragmento, de manera que no hay duda de adonde corresponden. El tercer tipo, al que llamo el de las láminas ambiguas, carecen ya sea del título en miniatura o del número del fragmento como los tienen las láminas claras, de manera que, de poseer el título pero no el número, queda ubicarlas en algún momento considerado lógico, o totalmente al azar; y de poseer sólo el número del fragmento sin el título, había que buscar entre el resto de las obras a cuál podría pertenecer, sea por congruencia o porque les falte un fragmento. El último tipo lo llamo el de las láminas aisladas, el que se corresponde a aquellas que carecen por completo de referencia de ubicación, sin número de fragmento ni título; estas láminas eran las más raras, y usualmente no hay mucho problema para localizar a dónde pertenecen sólo por el contexto, aunque casos excepcionales hubo también. En la narración de mi amigo estos datos sobre el ordenamiento de las láminas no fue debidamente mencionado, razón por la cual consideré buena idea incluirlo como parte de la mía.
Pero ahora llego al punto. La segunda lámina que encontré pertenecía al tipo de las láminas claras, pues estaba junto al título de Una resurrección en la esquina superior derecha, y el número 22 hasta abajo del todo. Todo esto no habría tenido mayor importancia si no hubiera sido por un detalle del que me di cuenta mientras analizaba el mencionado cuento, para ubicarlo dentro del contexto de esta nueva lámina. Resulta que este cuento, tal como había sido originalmente publicado, contaba con exactamente 22 fragmentos, el último de los cuales narraba un final abierto sobre el destino del protagonista. ¿Cómo era posible que una misma historia tuviera dos fragmentos 22? El que se me apareció a mí debería haber sido el fragmento 23, pues continuaba cronológicamente con lo narrado en el 22.
Investigué en internet si en algún lugar ya habían hablado de este extraño fenómeno. Busqué, literalmente: “ParalefikZland láminas con el número repetido”, pero no hubo respuestas ni de los grupos editoriales ni de los testigos que habían encontrado las láminas originales. Fue en parte la expectativa de estar ante algo nuevo lo que me orilló a mantenerla en secreto, al menos por un tiempo. Quería al menos dar una explicación a ese fenómeno antes de entregar la lámina a los editores; no quería sólo deshacerme de ella como lo había hecho antes; esta vez quería al menos pensar en una posible explicación que decirles, una que tal vez cambie la manera en que el mundo entiende aquellas láminas azules.
El lector seguramente se decepcionará de saber que, en mi caso, no hubo una odisea de hipótesis que llevaran a búsquedas infructuosas, contradicciones enervantes o periodos de desesperación que me orillaran a la locura, sino que, aunque la verdad a veces aburra, debo admitir que hallé la respuesta relativamente rápido: ambos fragmentos eran una versión alternativa del otro, o al menos así pretendían parecerlo. El fragmento que había sido publicado era el “final triste”, y el que yo encontré era el “final feliz”, por llamarlos de algún modo. Era curioso (y esto fue precisamente lo que impidió que solucionara el misterio al primer vistazo) que el final alternativo de la historia estuviera disfrazado como una continuación cronológica del primer final. Volví a leer el cuento varias veces alternando entre un final y el otro para ver si alguno podría ser considerado el verdadero o el mejor, pero entre más lo hacía, más sentía que eran los dos fragmentos los que debían leerse en su orden lógico (el antiguo y el nuevo) sin omitirse.
Si hubiera que escoger uno obligatoriamente, me quedaría con el final tal y como fue publicado desde un principio, por lo que empecé a ver a mi nueva lámina como una intrusa en una historia que terminaba bien así como estaba. Durante muchos días estuve cavilando si debía dar a conocer ese final alternativo, a riesgo de alargar innecesariamente una historia que terminaba donde debía terminar, o si era mejor publicarlo de todas formas, porque alguien podría encontrarle valor en sí mismo, independientemente de su relación real con el resto del cuento.
Sin darme cuenta descubrí un quinto tipo de lámina: las láminas alternativas, caracterizándose por repetir el número de un fragmento ya encontrado. Esto fue lo último que le dije a uno de los editores a los que personalmente entregué la lámina, esperando que mi clasificación fuera tomada en serio, o al menos que tomaran en serio mi idea de que ese fragmento fuera en verdad un fragmento alternativo. Debido a la cortesía, el editor en jefe se limitó a agradecerme apresuradamente, como deseando que me largara de su vista lo antes posible. Varios meses pasaron antes de que se anunciara la nueva edición del volumen I de Senderos alternativos, que incluía el relato Una resurrección junto con nuevos agregados, un análisis de las obras y un prólogo a cargo de un autor famoso que yo no conocía. Lo único que me importaba era saber si iban a tratar mi lámina como un final alternativo o como el verdadero de Una resurrección, y también ver si hacían algún tipo de comentario sobre el hecho de que esa lámina nueva tuviera la numeración repetida con el fragmento anterior. Con respecto a lo primero, no me defraudó realmente el resultado. Con respecto a lo segundo, no se mencionó nada. En adición, anunciaron también el comienzo de las publicaciones de las novelas en una nueva serie a la que llamaron Crónicas de seres ficticios, y la serie Archivos interminables.
De ahora en adelante estaré pendiente de si aparecen, en algún lugar del mundo, estas láminas alternativas, con la esperanza de que existan las suficientes como para que mi clasificación se vuelva oficial, o al menos tomada en serio para que las futuras interpretaciones, estudios, análisis y críticas, profundicen sobre las láminas azules llegadas de otros mundos.
Poco a poco voy leyendo, gracias por compartir. Muy interesante.
ResponderBorrar¡Qué imaginación! Ms allá de la realidad y una vuelta de tuerca a la ficción con ese final abierto en el que están por llegar más láminas azules con finales alternativos. No me extraña que esto se llame ParalefikZland, un lugar en el que ocurren esas cosas tan fantásticas como misteriosas y divertidas. El editor es más de mi mundo y por eso no entiende nada y le pone esos nombres tan prosaicos.
ResponderBorrarSaludos!