Láminas azules VII


El fin de la guerra. 

El fin de la llamada guerra de las ficciones fue mucho menos espectacular de lo que muchos de los involucrados habría creído. Yo fui uno de los transcriptores oficiales que, durante varios meses, trabajó en secreto con los grupos independientes para proveerles de los fragmentos que teníamos a la mano. Por eso pude ver de cerca cómo funcionaban ambos mundos.
En láminas azules VI se cometió la imprudencia de generalizar a las editoriales y al internet como si fueran dos bloques peleando entre sí como en un juego de ajedrez, pero la realidad es que tanto entre las editoriales como entre los grupos independientes había cismas, desacuerdos y traiciones que cambiarían bastante el aspecto de la guerra por las ficciones si alguna vez muchos de sus secretos salían a la luz. En resumen, lo único que mantenía a las editoriales del mismo lado del tablero era la incertidumbre de si la presencia gratuita del ParalefikZland en internet les haría perder compradores, y que por ello cierta exclusividad era necesaria; fuera de eso, no había realmente acuerdos de cómo debíamos conseguir esa exclusividad, así que la mayoría optó por por diversas estrategias de marketing para atraer lectores, aunque no todos estábamos de acuerdo con todas estas estrategias. Por otro lado, el internet estaba unido básicamente por el deseo de preservar como gratuita una obra que carecía de dueño y que era, por lo tanto, para todos, sin que nadie tuviera el derecho de reclamarla como propiedad, pero fuera de eso cada grupo también parecía querer competir por una especie de ego tribal contra las grandes editoriales, dedicándole horas a la recopilación, el hackeo, la traducción y la publicación de las obras solamente por el placer de que a las editoriales se les redujeran las probabilidades de ganar dinero con ellas.
Para toda persona ajena a esta guerra el mundo seguía igual que antes, salvo que con alguna que otra noticia por ahí sobre las peripecias de un bando u otro, y todo esto, como ya se dijo en el texto anterior, sólo por unas ficciones sin importancia más que por su extraño origen.
El final de esta guerra nunca fue anunciado, ni siquiera nos pusimos a pensar en él hasta que ya estábamos todos de salida. El cansancio de estarnos peleando entre nosotros pasó una lenta factura en ambas partes. Por el lado de las editoriales, empezaron a acumularse las quejas de que los trabajos no relacionados al ParalefikZland se estaban retrasando más allá de lo admisible, y que el tiempo y recursos que se invertían en esas láminas perjudicaba a otros autores que les habrían hecho ganar más dinero. Poco a poco, la opinión de que quizá no había sido una buena idea apostar demasiado alto por el ParalefikZland empezó a ganar fuerza, sobre todo porque con el tiempo, y con la trivialización del proyecto literario en internet, la gente había empezado a perder el interés, y que ya no era tan segura la rentabilidad de dichas historias sólo por venir de otro mundo de forma mágica. Así, los recursos que originalmente habían sido destinados para el ParalefikZland volvieron a ser repartidos con los demás proyectos, hasta que, bastante tiempo después, el ParalefikZland pasó a ser tratado como un proyecto secundario, no olvidado ni descuidado, sino simplemente como si fuera una colección clásica con importancia cultural y literaria, pero sin tanto marketing y sin intentar llegar a tanta gente. Básicamente se volvió una reliquia para aquellos que estuvieran interesados en ella, pero económicamente sólo un extra que no daba mucho, pero que tampoco podía faltar. Por el lado del internet, era bastante claro que la mayoría de los grupos no recibía recompensa monetaria por su trabajo, salvo algunos pocos que lograban alguna que otra donación para continuar con su trabajo. El ímpetu que había durado más de un año empezó a decaer conforme los miembros empezaron a tener más ocupaciones, y por ende ya no podían dedicarle tanto tiempo a algo que no era más que un pasatiempo. Los hackers perdieron importancia cuando las editoriales, ya cansadas de los ataques y habiendo decidido que no valía ya la pena pelear por la exclusividad, empezaron a abrir sus propias páginas dónde hacían públicos los textos que habían recibido, de modo que ahora cualquiera podría verlos y utilizarlos. Así pues, lo grupos que quedaban ahora tenían acceso a los textos de las editoriales y se tomaban el tiempo necesario para recopilarlos y ensamblarlos. Luego, muchas editoriales tomaban los textos de las páginas y los imprimían tras sus justas revisiones. Era alucinante la especie de relación simbiótica que había surgido sin intención entre los que habían sido enemigos durante la guerra de las ficciones, pero la realidad era sólo que a ambos bandos le dejó de importar lo que hiciera el otro bando, y así como a internet dejó de importarle que se lucraran con las láminas azules, a las editoriales les dejó de importar que éstas estuvieran gratis en la red, conformándose con lo que pudieran ganar con cada nueva edición, que si bien no era exorbitante, tampoco era despreciable.
Para el público todo seguía igual: tenían las versiones gratis al mismo tiempo que la alternativa de comprarlas.
Ahora que la obsesión por las láminas azules había terminado, se puede decir que comenzó la verdadera historia del ParalefikZland en nuestro mundo, pues en mi opinión personal, su importancia nunca debió ser lo enigmático de su origen ni lo que éste supondría para nosotros, sino únicamente ser una colección de historias para que aquel que les encuentre algún valor haga con ellas lo que quiera.


          


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