Entes 8: Bizái
La hermana Bizái separa las realidades unidas.
Lo siguiente que vieron fue un bosque que al mismo tiempo era océano. Sobre y bajo las aguas saladas, en las que nadaban tranquilamente peces, tiburones y ballenas, crecían árboles y arbustos sobre verdes campos de césped y colinas de tamaño variable; cebras, venados, lobos y caballos corrían entre ellos sin ver sus movimientos afectados por la presencia del agua, y los animales acuáticos nadaban entre ellos sin importarles el compartir ese mundo con los animales terrestres. Sumergida en esa refrescante quimera encontraron a la hermana Bizái, de la cual, debido a su manera de levitar entre unos árboles, examinando atentamente un minúsculo punto entre un árbol y el agua con el que hacía contacto, no podía distinguirse si estaba volando siguiendo las leyes del bosque o nadando según las del océano. Se acercaron hasta ella (volando o nadando) y la llamaron por su nombre, sus epítetos fueron “la misteriosa”, “la curiosa” y “la sagaz”. Le explicaron el cometido de su visita sin que Bizái volteara a mirarlos ni un instante, pero al terminar de hablar, volteó la cara hacia ellos y pidió que le dieran las láminas, Áigen se las dio y Bizái, más que leerlas, pareció interesarse más por el material del que estaban hechas. Mientras las examinaba, Yelái se adelantó sin pena y dijo:
—Oye, sagaz Bizái, ¿de casualidad este es uno de esos universos perpendiculares? Nunca he estado en uno de esos y la verdad me impresiona la manera en la que estas dos realidades se han encontrado y chocado entre ellas.
—Es un tipo de universo perpendicular —contestó Bizái, aburrida y sin dejar de examinar con gran atención las láminas, palpándolas como si sus manos vieran mejor que sus ojos—. Éste en específico permite una completa convivencia entre opuestos. Sin embargo, no creo que dure mucho; la forma original de este mundo era la del bosque, pero el mundo del océano chocó contra él y creó esta mezcolanza. Vine aquí —dejó las láminas— para buscar el punto exacto que las mantiene pegadas y así intentar separarlas, y estoy segura de que éste es el preciso lugar —señaló con un dedo el punto que había estado observando.
—¿Para qué quieres separar las dos realidades? —preguntó Áigen, que era el que se veía más emocionado por la agradable sensación de la cópula entre esos mundos— Este nuevo mundo hijo es perfecto; ningún ser parece importunarse y no se ofrece riesgo para nuestras vidas.
—Tienes razón hasta cierto punto —dijo Bizái, respirando con placer un poco de esa agua salada con restos de aroma de los árboles, sonrió satisfecha y continuó—: Pero por otro lado, un mundo como éste existe de manera natural en otros universos paralelos; no hay necesidad de un punto inperpendicular como éste para que existan, por lo que si quieren seguir disfrutando de este mundo, pueden ir a uno que sea igual por naturaleza y no habrá diferencia.
—¿Por qué has dicho “punto inperpendicular”? —preguntó Yelái, confundida porque nunca había oído ese término.
—Es un nombre que yo inventé —Bizái estiró su cuello hacia el cielo, y al darle más directamente el sol pudieron ver las pequeñas pecas de su cara que la sombra del árbol había ocultado. —Lo hice para diferenciar a los universos perpendiculares cuyas leyes al mezclarse no crean una mutua interferencia. Los peores casos de puntos perpendiculares son aquellos en los que la materia y la energía de los universos son contrarios u hostiles entre sí, dando lugar a fallas que pueden ir desde la incapacidad para la vida hasta la destrucción de uno de los mundos o de los dos. En los mundos inperpendiculares no pasa nada de eso.
—Entonces un punto inperpendicular es similar al concepto de los universos tolerantes, ¿o no? —preguntó Áigen.
—Algo así; cada uno pasa independiente del otro, a pesar de estar mezclados.
—Todo eso capta mi interés —dijo Yelái, algo apenada por interrumpir—, pero estamos aquí para saber tu opinión sobre las láminas.
—Después de lo que les dijo mi hermana Odelá, ¿aún piensan persistir en ello? Y sí, ya me apropié de sus seres, por si se lo preguntaban.
—No importa, gran Bizái —dijo Yelái—, nuestro tiempo es infinito mientras así lo decidamos, y en algo tenemos que llenarlo.
Tras pensar por pocos segundos, Bizái dijo:
—Veamos algo diferente.
Y cambiaron de realidad.
***
(Bellos óvalos cuyas circunferencias parpadean van caprichosamente rodeando los aros amarillos que surgen de las respiraciones de los árboles, y del cielo surge un murmullo que quema y va diciendo: bribriiiiibribriiiiii)
Los árboles
¡Ay de nosotros!
Los átomos
¿Qué ha sucedido?
Los otros átomos
¡Hemos chocado! ¡Oh, no! ¡Estamos atrapados! (Lloran).
Bizái
¿Cómo os ocurrió eso? (Abraza con una mirada burlona a todas las existencias, sarcásticamente acaricia los troncos de los suaves árboles como flanes)
Los átomos
Rotábamos y retozábamos felices en nuestra orgía matemática cuando, sin aviso ni causa, unidos nos hallamos. ¡Ay, cómo duele! ¡Por piedad, ayúdanos gran diosa!
El aire y el viento
(Se pasean suplicantes entre los marrones cabellos de Bizái)
Has uso de tu magistral agarre, y separa nuestras realidades para que volvamos a nuestro estado de paralelas en vez de perpendiculares.
Áigen
Pobre realidad; siento su sufrir (tuerce la boca y deja a los átomos y a los otros átomos darle un abrazo). Cada tipo de átomo vibra a mi alrededor de manera diferente; uno más rápido, más alegre, más nítido, más entumido o más amargo que el otro.
Bizái
Se cruza de brazos
¿Separar o no separar las realidades?
Yelái
(Se postra a los pies de Bizái, triste e impotente)
¡Oh, ayúdales por favor! El dolor que ambos mundos sienten está empezando a incrustarse en mi ser; siento a los átomos de mi cuerpo rozar con violencia contra estos diferentes átomos y todos sufrimos, el sufrimiento generado por dos realidades que aún no pueden compartir el mismo espacio-tiempo, el estado es de inutilidad, pues unidas nada pueden lograr; sólo en la separación de las realidades es factible la paz.
Áigen
(Cae de rodillas)
Separa las realidades, gran Bizái.
Bizái
(Impasible ante las súplicas de los viajeros y de las realidades, permanece como una estatua que, acostumbrada a tener los pies clavados en su base, y al sol y a la lluvia desgastándola, mira indiferente hacia un horizonte hacia el cual no decide aventurarse)
Pero si separara estas realidades, ¿cómo habrían de aprender y acostumbrarse la una a la otra? ¿Mejor no sería dejarlas y que descubrieran la manera de funcionar entre sí, venciendo las incomodidades que se crean la una a la otra y conseguir, pese a ello, un funcionamiento estable? Verdad es que la separación es muchas veces el camino necesario; el censurarse a sí mismo de lo otro produce alivio, pero para mí el verdadero alivio debe surgir abrazando lo otro, el conflicto que produce roces y crea malestar; de ahí ha de provenir la sabiduría.
Áigen
Mas el caso contrario es también una verdad: la sabiduría que nace del apartarse de lo otro, estado en el que, si no mal recordamos, te encuentras ahora.
Las flores
Te prometemos la sabiduría en la separación, mas no en la unión.
Los otros átomos
(Tiemblan)
No necesitamos entrar en conflicto con las ideas de la diosa para hallar solución. Proponemos que nos ayudes ahora, y nos entrenes para cumplir con el objetivo que tan sabiamente nos propones.
Yelái
Decídete, gran Bizái, a los pies de la cual pido una elección razonable. O los separas para siempre, o los separas para entrenarlos para tolerarse, o haces que se toleren con tu poder, o nos vamos.
Bizái
De entre todas esas opciones, la que mi voluntad me obliga a realizar es esta: os separaré por ahora, pero haré que cada cierto tiempo volváis a uniros y separaros; nunca sabréis en qué momento pasará, simplemente ocurrirá que os encontraréis incrustadas como ahora. Vosotras han de desarrollarse por vuestra cuenta, y más os vale adaptarse si no queréis que cada unión sea una carga para vuestro funcionamiento.
Las realidades
Aceptamos la propuesta de la diosa Bizái, pues en su buen juicio confiamos y le prometemos no decepcionarla; garantizamos que en menos de lo que usted crea, acabaremos volviéndonos tan necesarias entre nosotras como si siempre hubiéramos sido una única realidad.
Bizái
(Busca la interjección entre las dos realidades en uno de los óvalos que rodean a los aros amarillos. Posa sus manos sobre aquel punto sin forma ni textura, lo agarra y con un suave movimiento de manos, como una sacerdotisa abriéndose de brazos para recibir al sol en el pecho, separa las dos realidades. Desaparecen los óvalos en un mundo y los círculos en el otro)
Hecho.
***
Y después de eso volvimos al mundo ese del bosque y el mar, entonces nos habló de que esos cuentos podrían ser interpretados como ese conflicto en el que varias realidades no conocen sus fronteras y se mezclan entre ellas, confundiendo a sus protagonistas acerca de hacia qué objetivo se dirigen. Cito: “Cada nivel de la burbuja, la cueva o la zona de la que se sale es una perspectiva nueva de la realidad, y como tal entra en conflicto con la perspectiva anterior de la misma; surge así la opinión de que hay niveles de la realidad “mejores” que los otros, y que no se puede vivir con los estándares de los niveles altos al mismo tiempo que con los de los niveles bajos”. Así pues, en los cuentos surge la idea de que lo que está “afuera” es mejor (o más dignificante) que lo que está “adentro”, y que la moraleja de los cuentos es que la verdadera grandeza no consiste en hacer luchar a lo uno con lo otro, sino hacer equilibrio con las diferentes existencias poniéndolas todas en igualdad, donde no haya ni arriba ni abajo, ni adentro ni afuera, ni hay ni centro ni bordes, ni sabiduría ni ignorancia; el que llegue a entender esto y aplicarlo en su ser no es diferente de aquel que nunca lo entienda ni nunca lo aplique; en sus palabras: “todo importa nada”, y esto último fue lo único que pronunció con verdadera convicción, pues al explicar todo lo anterior le noté un aire incrédulo, burlándose de sus propias palabras como si ni ella misma se las creyera, y la verdad ¿qué diferencia hay entre la Bizái que sí se toma sus palabras en serio de la que no? Nos despidió, prometiéndome regalarme su naturaleza la próxima vez que nos encontráramos.
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