Estaciones: Primavera III



Los espíritus también tienen batallas.



Me condujo después mi guía por el páramo hasta que divisamos un río conectado a un lago. Había ahí reunido un séquito de otras entidades que, según mi guía, se habían detenido a refrescarse un rato en el agua.

“Son otros compañeros espíritus. Se dirigen rio arriba para encontrarse con el resto, donde tendrán su fiesta. Observa que muchos de ellos se parecen a las criaturas que ya hemos visto antes, eso es porque un tiempo lo fueron, y al morir se unieron al mundo intangible al que tú y yo pertenecemos ahora.”
Nos unimos a ellos y nos refrescamos en el agua, ahí le pregunté quienes eran los otros espíritus que tenían formas extrañas o ambiguas, cuya visión no me recordaba a la de ningún ser vivo hecho de carne.
“Esos espíritus no han vivido todavía entre los entes mortales. Algunos de ellos fueron creados sin propósito para el mundo, por lo que sólo vagan como rumores en el aire, solitarios y sin poder interactuar con el resto de la creación más que en esta época, cuando tienen permiso de acompañar a los demás espíritus. A veces les es posible hacerse ver por los vivos, pero sólo por poco tiempo y confundiéndolos con alguna otra criatura. Hay otros que están destinados a nacer un día en el mundo físico, pero no saben si serán roca, flor, felino o ave, por eso existen como una mezcla de todos ellos hasta que los dioses decidan cuál será su forma.”
Tras salir del agua, caminamos a lo largo del rio. Iban algunos entonando cantos a los dioses; los que ya habían vivido pedían prosperidad para su especie, que los huevos y las crías de sus descendientes estuvieran a salvo y que crecieran fuertes. Vi a muchos espíritus que se veían similares a varios de los animales que ya había visto, pero con muchas diferencias notables, a lo que dijo mi guía:
“El ciclo de la vida y muerte es muy antiguo, tanto así que los antepasados de las criaturas actuales no son iguales, pues vivieron en un diferente mundo y estaban por ello adaptadas a aquél. Sus descendientes han cambiado, sea de tamaño, sea de color, sea de hábitos o incluso de piel y de forma. Pero de todos modos siguen orando por ellos para que los dioses les permitan adaptarse mejor y no extinguirse. Mira, escucha a ese de ahí, está llorando porque su linaje se ha terminado: ya no tiene descendientes vivos.”
Entre ellos también escuchamos que algunos espíritus del pasado se ufanaban de que sus hijos siguieran vivos y prosperando, y hablaban de cómo estaban seguros de que iban a sobrevivir más que otras especies, pero no había rivalidad en el tono de esos espíritus pacíficos, pues en su estado de comprensión de su mundo sabían que algunas circunstancias eran indiscutibles y que sólo los dioses sabían quiénes iban a vivir por los siglos de los siglos.
Me acerqué a un espíritu que parecía un ave enorme, con algunas plumas, con cola y dientes enormes. Iba entonando memorias de sus viejos tiempos, de un mundo más cruel y sangriento, donde casi todos sus compañeros le temían y le consideraban una de las criaturas más perfectas, y reflexionó sobre el futuro de sus hijos, que ahora volaban por el cielo, y se preguntó si la grandeza de su estirpe se había perfeccionado o entorpecido, si en esa forma tan poco imponente los dioses le habían castigado su arrogancia, pero al mismo tiempo habían tenido compasión por permitirles continuar con vida. Sólo se mostraba orgulloso de su descendiente moa, que más a él se le asemejaba cuando vivía.
Caminamos así hasta llegar a una enorme cascada a los pies de una montaña. Ahí nos recibieron los demás espíritus entre los que se encontraban muchos como los que ya he descrito, pero también otros que más parecían luces que revoloteaban formando halos de colores en el agua de la cascada.
“Esos espíritus pertenecen a mi estirpe. Son las conciencias sin cuerpo que aparecen espontáneamente en el universo, como si fueran pequeños dioses menores que no tienen más poder que el de explorar y aprender de la creación.”
Cuando nos instalamos entre ellos, varios espíritus vinieron a recibirnos, y al verme a mí, mi guía les explicó mi naturaleza de viajero entre universos, por lo que se sintieron curiosos y me preguntaron cómo era la realidad en mi mundo y qué me parecía hasta ahora la del suyo.
Me contaron además varios aspectos interesantes de la historia de su universo. Al principio sólo existía el dios Áikan, que era la única conciencia flotando en la nada. Se dedicaba a crear universos y observarlos mientras los dejaba al cuidado de otros dioses, que también creaba para ese propósito. Al crear ese universo designó a un dios que decidiera cómo configurar la existencia y sus detalles, y éste había elegido las leyes que gobiernan a la vida y a la muerte, a los vivos y a los espíritus, esperando que esto complaciera a Áikan, quien algún día, en un futuro muy lejano, volverá para evaluar cada universo y escoger cuál es más de su agrado, y cuando encuentre uno decidirá encarnarse en él y así vivir entre sus creaciones. Aquí otro espíritu interrumpió para objetar, pues en su conocimiento no sería el universo que más le agradare en el que se encarnaría, sino en el peor y más caótico, a fin de aprender a superar las limitaciones de su libertad y ser así más humilde. Otro espíritu objetó que la elección del ese universo sería totalmente al azar, y otro más que todos se equivocaban y que nunca se encarnaría.
No obstante, todas esas discusiones no obstaculizaron la festividad que a nuestro alrededor tomaba lugar. Había ahí alimentos que las almas de los mortales habían consumido cuando vivían, pues aunque no la necesitaban se les permitía volver a probarlas para recordar sus tiempos en vida. También podían volver a copular entre las mismas especies, dormir y en general disfrutar cualquier otra actividad que en su tiempo les dieran aunque sea un poco de placer.
En un momento de la fiesta se nos unió otro espíritu. Era similar a los simios que manipulaban palos y se vestían con pieles de otros animales. Se acercó con timidez, como si no comprendiera del todo lo que estaba pasando, y fue recibido por los espíritus de luz, quienes lo condujeron al centro de la cascada para purificarlo.
Dijo mi guía:
“Éste hace poco que ha abandonado la vida. Está desconcertado porque es el único de los espíritus que cuando estaba vivo sabía que iba a morir y se preguntaba si habría algo después. Ahora que sabe la verdad, querrá volver con los suyos a contarles. Pero será mejor que no, pues cualquier especie que sepa que en la muerte hay más paz que en la vida querrá venir aquí cuanto antes y no se preocuparía por sobrevivir, o al menos viviría sin apreciar tanto la vida por estar anhelando el mundo de los espíritus.”
Me quedé un rato contemplando a ese espíritu recién llegado y cómo se relacionaba con los demás, sin duda relatándose sus historias y contándose las interacciones con los descendientes de los espíritus antiguos, y poco a poco pareció aceptar que aquella realidad física en la que había vivido no había sido más que un sueño o una ficción en ese nuevo mundo de espíritus.
No me quedó más que imaginarme que un día, ese espíritu recién llegado se volvería también un espíritu antiguo que contemplaría a sus descendientes, espero que con orgullo y no con tristeza.
Le pregunté a mi guía si había algo más después del mundo espiritual, si todos estos espíritus existirían aquí infinitamente o si éste no era más que otro escalón en el camino de la realidad.
“No hay nadie que sepa eso. Si hay algo después de esto, no lo sabremos hasta que el dios Áikan haya decidido ponerle fin a este universo. Si los espíritus desaparecerán para siempre o despertarán en otra realidad, te toca a ti imaginarlo, viajero.”

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