Codex Buranus 20: Veni, Veni, Venias



Ven, no me hagas morir.



    Venid, venid, venid uno frente al otro, encárense y contémplense. Están recién limpios, pero siguen cubiertos. El regalo debe ser desenvuelto para ser admirado propiamente y para poder jugar con él. Yamé y Wéishen les indican que se aproximen y abran los regalos, que arrojen lejos los envoltorios para que no estorben.

Todos los corazones arden de tanto correr dentro de los torsos, pero uno a uno se van acercando y retiran las envolturas del macho o la hembra que tengan en frente.
Ven, ven, ven rápido a despojarme de lo que te impide contemplarme y disfrutarme. Si has de hacerme morir de vergüenza o deseo, que sea de éste último.
Y más rápido empiezan a volar las prendas, dejándose e incentivando que se les arranque con desesperación. Y empiezan a aparecer campos y colinas suaves, páramos extensos, manantiales secretos, lagos dulces, montañas luminosas, valles profundos y campos cálidos, contemplados por primera vez por nuevos soles.
Se ve ahora más que la belleza de los rostros, que el brillo de los ojos, que los rizos de los cabellos.
Ven, ven, ven a descubrir mis selvas y desiertos, mis bosques y mis tundras, mis océanos y mis glaciares.
¡Qué gloriosas creaciones se someten al ojo y a la mano!
Las envolturas del mundo se van agotando, se van apilando a lo lejos.
Wéishen y Yamé también se desenvuelven el uno al otro, y con más fuerza que nadie arrojan desquiciados sus pocas protecciones contra las miradas morbosas. Salen al descubierto los cuerpos como esculturas, tallados cada uno como si la masculinidad y la feminidad se hubieran materializado y hubieran creado su mejor obra con los materiales más deslumbrantes. El paraíso terrenal se había hecho carne.
Las mejillas se vuelven más rojas que las rosas, la respiración es más profunda que el dolor, el corazón late más rápido que la vergüenza, las espinas segregan más ardor que si contemplaran a la muerte.
Y terminan así de descubrir esos nuevos mundos con un último frenesí de impaciencia. Vuelan las últimas defensas casi hechas jirones, sólo el aire acaricia y refresca ahora los nuevos mundos que se han abierto para ser conquistados.
Ven, ven, ven a tomarme ahora, el mundo está listo para ser explorado y vejado.
Ven, ven, ven a moldear el nuevo mundo a tu antojo, pero siempre glorificándolo.


          



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