Codex Buranus 21: In Trutina



Me someto a tan dulce yugo.


Entonces todo el ambiente se volvió suave y silencioso cuando Yamé empezó a caminar entre la fila de hombres y mujeres. A ambos lados se sentía una calma y paz tan grande al contemplarla que bien hubieran caído dormidos si no fuera por la excitación de sus cerebros, que pese a dejarlos con las espaldas ácidas y las piernas frágiles, los mantenía elevados y muy atentos. Era un sueño lúcido donde los sentidos están alerta pero el cuerpo está entumecido.
Yamé habló entonces, más como un canto dulce y seductor:
—Ahora, estimados, os encontráis todos en una gran balanza como nunca antes lo estuvisteis. Os sentís inciertos, y toda la razón que tienen en la cabeza vacila. En el primer lado de la balanza se encuentra el deseo, vetado durante toda vuestra vida, misterioso y que se os ha dicho que os perderá, que de sucumbir ante él os volveréis desgraciados por el resto de vuestras vidas, y que no tenéis derecho a él hasta que seáis manzanas listas para ser comidas. Del otro lado está el pudor, gran virtud de los pacientes, de los que prosperan, de los obedientes, que los mantiene encaminados al camino justo, el único que podéis seguir para ser seres sanos. Estáis vosotros ahora en el medio de la balanza, y ahora tenéis que elegir.
Se paseó un poco más entre ellos, mirando como tenían la cabeza baja, no temerosos ni confundidos, sino tomando valor, sabiéndose frente a dos caminos que no podrían desandar una vez adentrados en ellos. Yamé, volvió lentamente al lado de Wéishen, y apropiándose de él con sus brazos, apretando sus formas con las de él, continuó:
—Cada uno debe escoger si se someterá al deseo o al pudor. Por nuestra parte no hay gloria ni vergüenza en ninguno. Escoged ahora al pudor e iros, o escoged al deseo y quedaros. Yo por mi parte elijo lo que veo y siento ahora, lo que ahora mismo es mío; no lo voy a dejar por promesas de lo que podría ser. El deseo me da libertad; el pudor, me la quita. Siempre se ofrece uno a un yugo, siempre es uno esclavo de algo aún en la libertad. Todo yugo os apretará el cuello y os hará arrodillaros, sea que escojan el deseo o el pudor. Yo ya le he ofrecido mi cuello a un yugo, al más alto de todos, en el que más valor encuentro. Es mi voluntad, desde lo más profundo de mi libertad, someterme a éste, el más dulce de los yugos.
Todos respiraron con más tranquilidad la dulce atmósfera que emanaba de las palabras de Yamé. Se quedaron quietos y levantaron las cabezas con mayor seguridad. Aquellos en los que aún había duda, ésta había quedado enterrada. Los ganadores, Méyu y Bárum, se acercaron resueltamente a sus premios con la frente en alto, pero con humildad en los ojos.
Los demás también eligieron ese dulce yugo.

 

          



Comentarios

  1. Me ha gustado mucho tu escrito. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece. Gracias y buen día.

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