Un lugar cerca de Híns



Un cuento hecho de sólo una pregunta y una respuesta. La pequeña Líe observa cómo su padre es llevado lejos e intenta evitarlo en vano.


—¿Irás a aquella realidad. Aquella realidad teñida en pigmentos, en la que una mañana adornada de espesas nubes la gente pobre del pueblito de Plúz será invadida por los destartalados camiones oxidados, que se detendrán en las desquebrajadas aceras llenas de maleza muerta, y uno a uno, los hombres subirán en silencio, como si supieran que aquel día era inevitable, apretujándose entre ellos e intentando no cortarse los pies descalzos con los agujeros de óxido del suelo de los camiones. Esa realidad en la que sus mujeres e hijos llorarán al verlos desaparecer por los caminos de tierra con charcos de agua de la lluvia de la noche anterior, y sabrán que, pese a todas las promesas que les hicieron antes de que arrancaran los motores, no volverán a verlos de nuevo. La realidad en la que la pequeña Líe contemplará a su padre partir, se subirá a una colina de tierra resbalosa, extenderá su mano y su mente intentará evitar que el camión que se lo lleva avance; pero sólo podrá detenerlo durante unos segundos, y luego el confundido conductor acelerará y escapará del influjo de la niña, la cual caerá sobre la tierra y sus ojos morados no harán más que contemplar el cielo brumoso mientras sus lágrimas fertilizan la tierra?
—Sí.


Nota: Probablemente es más largo, pero no se han encontrado otras láminas que pudieran pertenecerle.

 


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