La realidad de Yáke y Sínke 6: Nóînye



Se celebra el festival del Nóînye, que celebra los amores. Yáke recibe una confesión sorpresiva.



18

Ese día en que se celebraba el Nóînye, apoyado en el barandal del puente rojo que se extendía sobre el lago, Délo miró tristemente el agua diáfana y a los peces exóticos que nadaban en ella, ignorantes de los problemas más allá de los confines de su estanque, y recordó cuando había conocido a su novia hacía más de cinco años.
A veces las historias de amor comienzan con un conflicto entre familias; otras, a partir de una tragedia, y otras por un flechazo de un aparente y engañoso amor a primera vista, pero la razón por la que el Délo de xxx años se aproximó a su nueva compañera de clase fue porque durante su presentación dijera ser poseedora de un nombre muy similar al suyo. De inmediato fueron amigos a causa de eso, y fueron el dúo más curioso del salón durante aquella época en que la inocencia era poco a poco llevada por el viento. Déla era enamoradiza incluso desde esa edad, una vez se ganó las risas de sus compañeros cuando se le confesó a su maestro en frente de todos, e incluso Délo se rio convenciéndose de que era un juego. Él no era bueno para tener amigos, pero con Déla se sentía cómodo y tranquilo, pues de algún modo la consideraba un alma gemela por el simple hecho de compartir la raíz del nombre que les habían puesto sus padres, como si eso fuera una señal de la realidad que les indicara que estaban destinados a algo más. En el primer año de secundaria Déla consiguió su primer novio, por lo que comenzó a dejar de lado a su amigo, sin embargo esa relación de púberes no duró casi nada, y durante bastante tiempo la chica no quiso volver a saber de otros chicos, y de nuevo solamente en su eterno Délo pudo encontrar a alguien en quien confiar. Pero conforme pasaban los meses, y seguían viviendo juntos su vida de estudiantes como un dúo inquebrantable, los sentimientos comenzaron a surgir también en ella poco a poco. Se dio cuenta de que de repente buscaba excusas para estar sola con él o para ir a su casa, incluso cuando no había motivo para hacerlo. Aunque de por sí en la escuela estaban juntos en casi todo momento, sintieron ambos como si sus vidas comenzaran a girar en torno al otro, y se sintieron solos y con una gran pesadumbre cuando no estaban cerca. Mucho tiempo negaron esos sentimientos, dada la inseguridad que sentían con respecto a lo que el otro pensaba, prisioneros de la incertidumbre, pero eventualmente el frenesí emocional que la realidad hizo crecer en ellos les hizo confesarse el uno al otro al mismo tiempo. Ambos levantaron entonces la vista y se miraron con la boca abierta y el corazón apenas palpitando. Y luego, no siendo necesarias más palabras, se besaron por primera vez.

***

—¡Ah! Estimado amigo Délo, ¿por qué has de tener el infortunio de estar durante este día sumido en la melancolía y la ensoñación del que de pareja que abrazar carece? ¿No debería estar hoy tu enamorada perdida en tus cálidos brazos, y en el tormentoso remolino del segundo círculo del infierno dejarse llevar?
Acostumbrado a su manera de expresarse, Délo se lo tomó con normalidad.
—Ya sabes que Déla está en el comité de moral de Séntsa —contestó desanimado. En el fondo estaba conmovido por el interés del gemelo—, desde entonces tenemos poco tiempo para vernos en la escuela, y hoy los chicos y las chicas les estarán dando algo de problemas, supongo.
—Extraño es, estimado, que siendo ustedes dos una pareja tan apasionada, ella haya decidido unirse a ese comité a sabiendas de que eso la alejaría de ti.
—En realidad lo hizo por unas compañeras que la animaron. Sabes, desde que salimos no ha tenido muchas amigas, por preferir sólo estar conmigo, pero desde que comenzó el año ya varias chicas se han empeñado en invitarla a salir, ya sabes, y a ella eso le ha puesto muy feliz.
—Aun así intrigante es que desde el primer día se notaba el gran amor que de ella tenías la suerte de gozar, y en ella no percibí nada más que el mismo gozo correspondido en su mirar.
—Sí, pero hasta nosotros sabemos que el amor no lo es todo. Es importante convivir con otros también, tener amigos y amigas, no sólo enamorados.
—¿Qué clase de amigas la obligarían a formar parte de algo que contra de sus más característicos sentimientos promueva, en especial en una festividad como la de hoy, que debería ser cuando su naturaleza amante más fuerte se mostrare?
—Lo sé, pero pienso que sería mejor no decirle nada; no quisiera que tuviera problemas con el comité.
—Hablando de cosas más extravagantes, ¿recuerdas a mi hermano Yáke? ¿Qué opinión tienes de él?
—No he hablado mucho con él —dijo después de una pausa—, pero todos dicen que es un antisocial. No creo poder dar una opinión aún, ¿por qué?
—Acompáñame si quieres ver un estrafalario espectáculo.

***

Había amor por todo el instituto Ítuyu. El periodo del año en que los seres de esa realidad habían sido acostumbrados a percibir como el ícono de un tiempo dedicado a satisfacer aquella primitiva necesidad conocida como afecto, cariño, pasión hacia otros de esos seres que les correspondieran el sentimiento, y a ellos estuvieran dispuestos a regresar el mismo afecto, cariño, y pasión. En Danzílmar se le llamaba Nóînye, y siendo Danzílmar un país fuertemente romántico, los jóvenes se daban tiernos y llamativos regalos, dulces costosos, se escribieron tarjetas, y algunos más cursis plagiaron poemas para las chicas; el corazón de éstas se aceleraba ante la emoción de encontrar la carta de un chico en sus mochilas al regresar a sus asientos, y cuando eso se cumplía y observaban el objeto de papel, sentían su corazón detenerse mientras el frío de la realidad recorría sus espinas, sintiendo el posterior calor que les subía por el cuerpo y nublaba su mente, haciéndolas sentir una especie de felicidad sólo por el hecho de sentirse especiales y deseadas, y los chicos esperaban sudando ansiedad la respuesta de las chicas, las cuales podría proporcionarles la mayor felicidad y júbilo, o la mayor tristeza y desdicha.
—Amor volat undique; captus est libidine. Iuvenes, iuvencule coniunguntur merito —cantó Sínke en el camino hacia el instituto Ítuyu—. Hermano, las hormonas de los zagales llegan hasta mis sentidos aun a la distancia, con mis dientes del aire logro arrancarlas como si fueran viscosos vapores amorosos, y por vez primera ante el vivo acto del cortejo humano nos encontraremos cara a cara.
Mas para el frío gemelo aquella era la festividad que menos lo entusiasmaba de todas, mala suerte para él vivir en un país que rendía tanto culto y aprecio a los amores[1]. Mientras caminaban, observó las muestras de afecto que se daba la gente por seguir una tradición en fecha foránea, que se había incrustado en su sociedad y cultura como una astilla dolorosa de remover[2].
—Creo que regresaré a casa —dijo Yáke, pero en seguida fue detenido por su hermano.
—No te acobardes ahora, hermano —contestó Sínke con picardía—, podría ser que este día una linda doncella virgen de esta realidad, de sonrisa parábola, ojos grandes reflejantes con inverosímiles colores, y actitud tan dulce que caries con sólo mirarla te saque, decida hacerte con todo el cariño de su espíritu el poseedor de su corazón.
—Sería una gran novedad —dijo Yáke fijándose excesivamente en el camino que tenía adelante—, pero ¿por qué arriesgarme?
—Porque tenemos una apuesta, hermano. No vale si no te sumerges al igual que yo en los asuntos triviales de la vida.
Y diciendo eso, salió corriendo.

***

Yáke se encontró con Yúska en la entrada, y juntos caminaron hacia su edificio mientras el gemelo pretendía ignorar todo.
—¿No te parece romántica esta época del año? —preguntó Yúska, pero la fría, casi adormilada cara del gemelo contestaba por sí misma— La verdad a mí también me parece algo tonta, pero hay muchos chicos y chicas que pierden la cabeza.
—Yo creo que es algo innecesario —dijo Yáke—. Si te das cuenta, el amor no es más que un contrato que la gente hace sin darse cuenta, y dice: hazme sentir bien, hazme sentir especial, hazme sentir que soy importante para ti, alimenta mi autoestima con tus palabras y acciones, y haz que mi espíritu goce con tu presencia; condiciona a mi cerebro para que libere endorfinas cuando estoy a tu lado, lucha conmigo y sé mi aliado para ayudarme en mis problemas, tanto físicos como emocionales; haz que mi felicidad, mi estabilidad emocional, sean compartidos y mejorados por tu ser, bríndame el máximo bien que nadie más es capaz de darme; apórtame felicidad, aporta dicha en mi vida, aporta consuelo cuando esté triste, y nunca te olvides de mí. Amándome hazme amarme más a mí mismo. Y a cambio, yo haré lo mismo contigo; te daré felicidad, consuelo, haré que tu cerebro segregue drogas de placer cuando estés junto a mí, haré que tu felicidad incremente conmigo, y amándote te haré amarte más a ti mismo. Ese es el contrato del amor que los seres de esta realidad hacen.
—Eso se escuchó extrañamente romántico —exclamó Yúska con un fingido aire soñador—, ¿no será que te me estabas confesando indirectamente? —preguntó mirándolo con retadora coquetería.

***

Entonces aparecerás.
—Los chicos y las chicas no pueden caminar juntos a menos de un metro de distancia uno del otro —irrumpirá tu voz con una actitud forzadamente seria.
—¡Déla! —exclamará Yúska—¿No deberías estar con Délo este día?
Bajarás la cabeza tristemente.
—No puedo, soy parte del comité de moral, y hoy precisamente es un día muy ocupado. Todos se andan regalando y escribiendo cosas por todos lado y se hablan más que de costumbre. Y sea como sea, Séntsa ha permitido dichas actitudes siempre y cuando no avancen a muestras de afecto más reprochables. Estamos monitoreando lo que se escribe en las tarjetas y las reacciones de todos al leerlas. Ya hemos suspendido a dos alumnos hoy: una pareja que se abrazó por más de diez segundos; creí que era exagerado pero me dijeron que había que cuidar más la imagen. Y el día de clases ni siquiera ha comenzado.
—¿Por qué te has unido a dicho comité si se ve que estás a favor de la idea contraria? —se forzará a preguntar Yáke— Si es porque Séntsa y las demás te han convencido de que tu proceder es inadecuado, su razonamiento me parece carente de justificación.
—Bueno, mis amigas me lo propusieron y no quisiera defraudarlas. Ya sabes, muchas son adeptas a la ideología de Séntsa. Siempre les molestó que estuviera tan apegada a Délo y me decían que debía tener más control sobre mí misma, más amor propio.
—¿Y lo necesitas —preguntará Yáke.
—No estoy segura —contestarás, bajando la cabeza—, tal vez sí.
—¿Por qué te dejas manipular por las demás? —dirá Yáke con algo de mofa en la voz—, En especial por Séntsa, cuyas razones para su actuar siempre me han parecido altamente cuestionables.
—Hasta cierto punto creo que tiene razón —dirás resignada—, si los jóvenes actúan como quieren, y se dejan llevar por sus emociones, eso pudiera llevarlos a cometer errores; tal vez lo mejor sea reprimirlos para evitar que sucedan. Si las distracciones por esos motivos resultaran en un descenso en sus calificaciones o si alguna chica resultara embarazada, eso no repercutiría bien en la imagen del instituto. Es mejor prevenir que lamentar.
Yáke se llevará la mano a la cara con fastidio.
—Creo que hablaré con Séntsa terminando las clases —dirá mientras sigue su camino.
Yúska irá tras él y durante un rato no dejará de acosarlo con preguntas entusiastas.
No verás a tu querido Délo hasta mucho rato después.

***

—¿Qué opinan de esos Délo y Déla? —preguntó Sínke mientras se recostaba contra el tronco de la palmera— Se ve que tienen una relación muy crepuscular y azucarada.
—Todas las escuelas tienen a una pareja así —dijo Kányu.
—A mí me dan fastidio —dijo Áte—, mírenlos, besándose a la vista de todos, está bien que se quieran y todo eso, pero exageran.
—Y ustedes, gemelos, ¿son capaces de sentir amor? —preguntó Séntsa— Ya saben, con eso de que no se sienten parte de la realidad...
Sínke rio cínicamente.
—“Amor” sólo es el término agradable para una relación de dependencia donde lo que se aporta es la felicidad, es en esencia un tipo de egoísmo del que se han convencido de que es necesario para ser considerado un ser humano.
—Yo creo que todos necesitamos amor en nuestra vida —dijo Séntsa, recuperando su postura firme—, el amor de familia es lo que sostiene a la sociedad, y sin ella nada hace que una sociedad funcione.
—Lamento discrepar contigo, estimada jínne, mas el amor no debe ser visto como algo inherentemente indispensable; pero nos hemos dejado convencer de que es tan importante, que no nos hemos dado cuenta de que en realidad no tiene por qué serlo.
—Pero no han respondido a la pregunta de Séntsa —dijo Hínta jugueteando con su tenedor—, ¿pueden ustedes amar o no?
—Amar, no creo que sea de la incumbencia de nadie —respondió Yáke con apatía.
Yúska llegó corriendo repentinamente y propuso a los gemelos que la fueran a visitar a su casa, y de paso les recomendó a los demás que también deberían dejarlos conocer a sus familias.

19

Cuando los dos chicos llegaron a su aula, los demás alumnos estaban presas de una extraña expectación. Sínke se encontraba en su lugar sentado campantemente con una sonrisa atónita.
—Alégrate, hermano —le dijo—. La realidad otra sorpresa nos ha querido dar.
Y al llegar a su asiento, Yáke observó que sobre el pupitre una carta yacía con un corazón dibujado sobre ella. La tomó y la observó con una espantada incredulidad mientras los jóvenes murmuraban.
—¿Alguien se le confesó a Yáke?
—¡No jodas!
—Avísenle a todos.
Con un rápido movimiento, Yúska le arrebató la carta de las manos, la miró apretando las cejas, y la abrió.
—¿Qué es lo que dice? —preguntó una chica de largas trenzas, muriéndose de curiosidad con las manos juntas a la altura del pecho.
Con un gesto de desconfianza, Yúska leyó en voz alta el mensaje. Se trataba de una carta de amor anónima que había escrito una chica, la cual se identificó como admiradora secreta del gemelo. Me pareció curiosa esa costumbre de que alguien pudiera declararse admirador de alguien de aquella manera, pero las palabras con las que describía lo que sentía por él, sin rayar en lo absolutamente cursi, eran como mínimo causa de una gran vergüenza ajena para el gemelo, que indiferentemente escuchaba mientras leía Lolita en su silla. Conforme leía, Yúska acercaba el rostro a la carta, sus dedos la arrugaban levemente y su tono adoptaba una inflexión interrogativa y sorpresiva en las partes en que describía sus sentimientos con gran detalle; hubo una gran conmoción cuando leyó que iba a estar esperándolo durante el descanso bajo un naranjo que se encontraba en la parte de atrás del mismo edificio. Algunos se sentían envidiosos del gemelo, otros lo motivaban a corresponderle a esa chica misteriosa independientemente de quién fuera, y unos pocos sólo lo dieron todo por broma. Yáke se lo tomó como si no fuera nada, y las clases comenzaron sin que pareciera perturbado en absoluto.

***

Hínta también recibió una carta de confesión por parte de un chico de otro grupo. Le llegó por parte de una compañera alta y regordeta que a veces le pedía ayuda para las tareas, ya que el muchacho en cuestión era demasiado tímido para entregarla personalmente, y con algo de vergüenza se fue a encontrar con él en cuanto la alarma del descanso sonó. El joven se llamaba Zúruk, uno de los mejores promedios del primer grado; de aspecto saludable, fisonomía algo infantil, lo cual resultaba atractivo para algunas hembras de ese mundo. Hínta había hablado con él en varias ocasiones desde hacía algunos meses, le constaba que su carácter era bastante similar al de ella: tímido, callado, y en general bastante sumiso y pacifista. Pero a pesar de todo eso, al joven Zúruk le tocó aquel día degustar el rechazo de la chica de cabello áureo.
—Lo siento mucho —se disculpó Hínta.
Zúruk retuvo una lágrima que quiso escurrirse por su mejilla, y sintió un ardor quemante recorriéndole la espalda.
—No te preocupes —contestó manteniéndose sonriente—, supongo que alguien tan linda como tú ya tiene a alguien más.
La sangre tiñó las mejillas de Hínta.
—No… te equivocas…
Un ajetreo se escuchó entonces, y el siempre acelerado Sínke se detuvo bruscamente junto a ellos, jalando a Délo de uno de los brazos.
—Hínta, buscándote he estado. Si no nos apuramos, nos perderemos el espectáculo.
—¿Qué espectáculo? —preguntó Hínta.
—Mi hermano irá a ver a la chica que le dejó la carta de amor… y trae a tu trémulo amigo, entre más gente esté ahí, mejor.

***

Sentado bajo el naranjo, Yáke sintió a la realidad estremecerse alrededor. Desde que sonó la alarma del descanso, Sínke voló por toda la escuela dando la noticia del singular evento que se llevaría a cabo detrás del edificio de los primeros años frente al árbol de naranja, y a donde fuera que lo anunciaba las exclamaciones de sorpresa abrumaban a los jóvenes que los conocían, incluso algunos profesores fueron víctimas de esos cotilleos.
Decenas de alumnos comenzaron a apostar entre ellos si el muchacho sin emociones aceptaría o rechazaría a la chica. Algunos optimistas optaron por que aceptaría, pero la gran mayoría daba por hecho que no lo haría, y sólo esperaban que la chica que fuera no se entristeciera mucho ante la inminente negativa. Algunos mantenían la idea de que todo era una broma y sólo quisieron ir a verlo caer. Fuera como fuera, el hecho es que el gemelo que prefería permanecer en las sombras se convirtió de repente en la figura central de la escuela en una situación romántica, y a la distancia decenas de chicos y chicas lo observaban de manera completamente evidente: algunos resguardándose tras las decenas de árboles que conformaban el enorme huerto, fingiendo que hacían otras cosas por ahí, pero siempre pendientes de lo que sucediera bajo aquel naranjo. Los minutos del descanso pasaban, y la expectación entre todos los fisgones aumentaba. Los jínnyi y su hermano también lo observaban a la distancia mientras el gemelo permanecía con la mirada sosegada y los brazos cruzados, ignorando a todos los que descaradamente ni siquiera intentaban pasar inadvertidos.
—¿Por qué tardará tanto la chica? —preguntó Séntsa, quién miraba con impaciencia junto a los demás a la distancia.
—¿Qué pasa, Séntsa? —preguntó Áte— Creí que habías dicho que las relaciones entre estudiantes estaban prohibidas.
—Sólo… sólo es curiosidad, si las cosas se vuelven extrañas, da por hecho que intervendré, que para eso es el departamento de moral…
Yáke lanzó una mirada robótica a un grupo de chicos que lo observaban fijamente desde las sombras de los árboles, y estos de inmediato hacían como que almorzaban sin tener nada que ver con él.
—Sínke, ¿por qué Yáke aceptó aparecerse si tanto odia estas cosas? —preguntó Délo.
—Digamos que, a pesar de que mi hermano es tan como es, hasta él tiene su lado curioso; tiene que obligarse a sí mismo a hacer cosas que en el fondo le llaman fuertemente la atención —contestó indicándole con la mano que no hablara tan fuerte.
Momentos después, una figura femenina apareció del otro lado del edificio y caminó hacia el árbol de naranja. Todo enmudeció, desde los atentos observadores hasta el viento entre las hojas de los árboles. Sínke tuvo de nuevo una extraña sensación en su ser, miró al cielo por un momento y le pareció que la realidad se contraía de manera casi imperceptible. Yáke también sintió al espacio tensarse. El aire adquirió una densidad diferente mientras se sentían los ecos silenciosos de la respiración de todas las criaturas vivientes en el huerto. Inconsciente de todo eso, Áte miró un momento a Yúska, cuyos ojos preocupados estaban sobre la chica que caminaba hacia el gemelo, y pensó que nunca antes la había visto tan tensa, tan rígida como el árbol sobre el que apoyaba la mano como una garra.

***

—Hola, Yáke —dijo la tierna voz que aterrizó con suavidad en sus tímpanos.
Al voltear la mirada, Yáke se encontró con su pesadilla.
—¿Es Íma Líb? —exclamaron con sorpresa muchos de los estudiantes, con voz discreta.
Las exclamaciones de los jóvenes, como el tenue murmullo previo a un concierto, se extendieron rápidamente hasta el punto en que resultaba innecesario tratar de seguir fingiendo. Íma no se daba cuenta o no le importaba.
—¡Vaya, hermano! —dijo Sínke sonriendo malévolamente— Te has llevado el premio mayor, o quizás el mayor castigo, las circunstancias lo dirán.

***

Íma Líb se había ganado rápidamente la reputación de la chica más bella del instituto desde el primer día, levantando a su paso suspiros y admiración en todos los chicos que agradecían el no haber nacido ciegos, y también era envidiada por muchas chicas por la voluptuosidad de su cuerpo y rostro. Llamarla hermosa era poco, su esplendoroso ser era algo casi divino para todo ser humano de esa realidad. Con una carita infantil de ángel, en apariencia totalmente inocente y una sonrisa que radiaba una tímida alegría, reconfortaba incluso a los humores más entristecidos. Pero su apariencia no era lo único que ponía de cabeza a la gente, sino que también estaba dotada de una personalidad que hacía sentir a los que la veían como si un rayo les hubiera alcanzado, con la actitud y comportamiento de la más tierna pureza, que hacía surgir en todos la inevitable necesidad de protegerla, y una sonrisa de tal timidez que la hacían verse mucho más encantadora, unos ojos verdes diáfanos que derretían incluso al más tosco cuando lo miraban con vergüenza por haber chocado por accidente; el cabello largo de cascada y de un profundo azul marino, el cual cuando era mecido por el viento de ese mundo la hacían verse como la encarnación de una antigua hánla[3], mientras pensaba con el dedo índice en la comisura de su labio y la mirada perdida en el infinito.
Todo el mundo creyó que los dioses se habían vuelto locos al ver que ésa era la chica que se le había declarado al gemelo, y entre algunos chicos se sintió el increíble deseo de matarlo por considerarlo indigno de esos portentos.
—Espero no haberte hecho esperar mucho —dijo Íma contoneando su cuerpo con timidez, la cara levemente roja—, pero es que estaba tan nerviosa.
El gemelo se levantó del asiento y la observó con una mirada fría, pero en su mente el desconcierto irrumpió con fuerza al examinar sus rasgos, que serían un sueño paradisiaco para los demás.
—¿Por qué yo? —preguntó fríamente— ¿Por qué entre tantos otros seres entre los que pudiste haber elegido para dar esa carta, tenías que escogerme a mí? Para mí todo esto no es más que una trivialidad inútil, algo de lo que no quiero ser parte.
Íma se acercó a él lentamente, la sonrisa se le había desdibujado, y luchó por no mostrarse afligida.
—Cuando tu hermano estuvo dando la noticia de que ibas a presentarte, lo escuché y me sentí muy feliz porque había dado por hecho que me correspondías —dijo con una tierna voz temblorosa—, dime ¿no es verdad acaso? —lo miró a los ojos suplicante— ¿Pero por qué?... estaba tan feliz que superé mi vergüenza, y no me importa si incluso toda la escuela nos está mirando… si al final sabía que todo iba a salir bien… —se acercó hasta invadir su espacio personal, y lo miró con unos reflejantes ojos cristalinos, pequeñas lágrimas brillantes asomaron en sus ojos, sin vergüenza alguna se aferró a una de sus manos hasta inconscientemente acercarla a su prodigioso pecho—. Después de lo mucho que esperé esto, y con lo contenta que vine… —sollozó con una voz conmovedora, voz que habría impedido que los más horribles crímenes y las más sangrientas guerras se hubieran llevado a cabo si hubiera sido escuchada.
El gemelo sintió sus extremidades congeladas de calor. La sensación de su cuerpo contra el de ella, al principio la sintió irreal y caricaturesca como todo lo demás en el mundo, pero luego sus sentidos comenzaron a cederle paso a una sensación familiar. Se tambaleó al sentir que se llenaba de la misma sensación banal que hechizaba a todos sus compañeros, y se opuso a eso desesperadamente, aunque su semblante siguiera siempre tan serio e insensible como siempre a la vista de todos los demás, los cuales se quedaron mudos al ver cómo la adorable chica pegaba desesperada su rostro contra el pecho del gemelo, suplicándole y derramando lágrimas en el uniforme de Yáke.
Séntsa estaba a punto de hacer cumplir su deber como la presidenta del comité de moral, cuando el desastre se desató.
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[1] Se suele decir que Danzílmar es todo lo romático que el resto del mundo considera erróneamente para Francia.
[2] El Nóînye, o fiesta de la lluvia, solía celebrarse durante el verano, pero se cambió la fecha a febrero para coincidirla con el San Valentín. Originalmente celebraba, además del amor de pareja, el amor de familia, a la vida y a la naturaleza, aunque éstos últimos perdieron mucha notoriedad por influencia de la festividad extranjera.
    [3] Ninfas de la mitología danzilmaresa que habitaba en lagos, tomaban la forma de las mujeres que los hombres amaban para tener hijos con ellos.  

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