Alter-ego 1: El viajero se presenta



Ánderwo recibe la oportunidad de volverse viajero.

 

De entre todas las maneras que existen de convertirse en Viajero, una de las más simples y menos espectaculares (aunque no por eso menos inaudita) ocurrió a un ser de nombre Ánderwo, durante una tarde en la que caía una tormenta tan intensa que toda su ciudad se tornó inhóspita como un profundo lecho marino.
Según cuenta la historia, Ánderwo había pasado todo el día acurrucado en su cama, bajo las sábanas, refugiándose de un frío para el que no estaba preparado, ya que el calor habitual de la ciudad de Éntas lo había disuadido de comprar ropa abrigada. En algún momento sacó la cabeza y dirigió la mirada hacia la ventana que estaba sobre el escritorio; tal y como pensaba, las nubes no dejaban entrar el sol, y la única luz natural en toda la ciudad provenía de los esporádicos relámpagos, seguidos casi siempre por la soberbia respuesta del trueno. Convencido de que ese día no podría ni tendría ganas de hacer nada, refugió la cabeza de nuevo entre las sábanas. El frío pasaba a través del cristal de la ventana y el viento la aporreaba, sacándole un ruido tan molesto que no le dejaba dormir. Lo que pasó por su cabeza durante esas fastidiosas horas de frío son pura conjetura. Su estado emocional debía ser muy similar al de un prisionero al que se le tortura impidiéndole dormir mientras es forzado a recordar sin descanso sus crímenes pasados. Sentía la exasperación del lento paso del tiempo; su cabeza se encontraba estancada con un solo pensamiento que no se alejaba por más que intentaba dormirse; una sensación de que el cuerpo le apretaba y la cabeza le pesaba. No soportaba ver, no soportaba oír, y hasta el aire que lo mantenía vivo le hacía sentir ira; la sensación de no ser ahí, de no estar en ningún lugar y, sin embargo, estar atrapado en todos lados.
Sea cual fuere su estado, algo muy interesante debió haberle encontrado el Viajero, porque en algún momento decidió romper su silencio y lo llamó con voz paternal:
—Ánderwo.
El joven detuvo toda actividad mental. Los músculos, agarrotados por el frío, se sintieron de repente cálidos. Su sentido del tacto se agudizó tanto que sus demás sentidos casi desaparecieron, y su columna adquirió la rigidez del mármol.
—Ánderwo, no te asustes.
La voz había adquirido un tono levemente irónico, quizá hasta burlesco. El Viajero intentaba no reírse de ese miedo exacerbado, y en consecuencia su inicial tono dulce casi se desvanece. Ese cambio no disminuyó el miedo de Ánderwo, aunque sí hizo brotar en él una curiosidad en la que su instinto de supervivencia no le permitió pensar mucho tiempo.
—Vengo de otro universo paralelo —el Viajero volvió a su tono protector, como un dios comunicándose con su creación—. Pasaba por aquí, como parte de mis interminables paseos a través de las realidades, y he sentido el deseo que es el núcleo de tus pensamientos más profundos. —Y como Ánderwo no salía de su refugio abrigado, continuó—: Sé que has leído historias de nosotros los Viajeros, cuyas vivencias de tanto en tanto caen en las cabezas de los seres de este mundo a través de lo que llaman imaginación o sueños, y las confunden con productos de su propia inventiva. Sé que no quieres sentir que sólo recibes las experiencias de los otros seres, sino que la idea de vivir tú mismo todo lo imaginable te quema por dentro y te hace sentirte aprisionado en tu propio cuerpo; de hecho, el encierro físico al que te está condenando esta tormenta lo estás relacionando directamente con tu encierro abstracto, y la combinación de ambos al mismo tiempo te es insoportable. “Ahora mismo ni siquiera la muerte sería un alivio, porque la muerte, según se dice, no es más que una prolongación de este mismo estado de aislamiento en el que no estoy conmigo mismo, pero en el que tampoco puedo escapar de mí. Ojalá que no sea así, ojalá que la muerte sea una liberación”.
La primera reacción de Ánderwo, después de escuchar de ese ser los conceptos que en algún momento había llegado a concebir dentro de su cabeza, fue la de acentuar su miedo, pero pronto surgió en él un asombro por esa lectura mental que se combinó con una indignación por la misma, al sentirse invadido en lo más sagrado que tiene todo ser pensante. El resultado fue que, con un movimiento lento pero firme, removió la sábana de su cabeza y echó un vistazo: nadie; la habitación seguía habitada por todos sus muebles con sus libros y otros objetos de uso y decoración, pero ninguna fuente visible de la extraña voz.
—He decidido permanecer invisible, si no te molesta. Me gusta estar así la mayor parte del tiempo —la voz del Viajero sonó condescendiente.
Un nuevo miedo le hizo a Ánderwo olvidar su asombro e indignación anterior, pero no regresó a su refugio sino que abrió más los ojos como si con eso pudiera ver mejor, y un gran número de otros pensamientos se le apiñaron con poco orden en el cerebro.
—No soy ninguna alucinación —dijo el Viajero, respondiendo a las hipótesis de Ánderwo—, tampoco soy malicioso ni busco con esto hacerte pasar ninguna desventura. He venido a proponerte la realización de tu deseo: tan sólo di a qué realidad quieres viajar, y yo de inmediato te llevaré a ella.
Tuvo que pasar un rato de silencio para que la situación terminara de forjarse con calma en Ánderwo.
—¿Un Viajero? —preguntó.
—Un Viajero como de aquellos que alguna vez leíste en algunas ficciones de tu mundo; seres que no están limitados a una única realidad, sino que tienen virtualmente un número infinito de ellas en las cuales existir. Quiero hacerte parte de eso también, que te vuelvas un Viajero; yo te facilitaré la libertad para viajar entre los universos como yo.
Ánderwo se incorporó y se sentó en el borde de la cama, aún con recelo en los ojos.
—¿Por qué quieres hacer eso? —preguntó mirando al techo, donde por un momento tuvo la impresión que se encontraba su invisible compañero.
—Mis razones no son importantes —dijo el Viajero como burlándose de sí mismo—. ¿Qué más da que sea porque tus intenciones han llamado mi atención, por aburrimiento, por el orgullo de convertir a alguien en Viajero o sólo porque así me da la gana? No pongas esa cara, Ánderwo. Sé que piensas que si mis razones no son muy convincentes, o si hay en mí algún propósito malvado, eso obviamente va a afectar el resultado de esta experiencia que te propongo. Es verdad, no es imposible que todo esto no sea más que una treta para engañar a un pobre incauto con increíbles promesas; tienes razón al sospechar que quizás algún destino macabro te espere si aceptas, y cualquier cosa que haga para intentar demostrar mi pacifismo bien podría ser parte de esa treta. Ni siquiera puedes estar seguro de que me empeñaré en ser un guía fiel y confiable para ti. Tienes todas las de ganar y de perder, Ánderwo. La decisión es tuya al fin y al cabo; basta que me digas que no, y no tendré más que irme al universo en el que dijiste que sí. Pero debes saber unas condiciones en caso de que aceptes mi propuesta. En primer lugar, no te será permitido regresar a un universo anterior; una vez que decidas salir de un universo, no podrás volver a él. En segundo lugar, si bien te daré consejo durante tus viajes, las decisiones y consecuencias que por tu causa se generen en esos mundos serán tu responsabilidad; no te salvaré en caso de que así lo necesites, únicamente te garantizo que nunca tendrás una muerte auténtica, pues siempre mantendré tu existencia viva para que puedas continuar viajando. Por último, en caso de que quieras abandonar este proyecto, eres libre de hacerlo cuando me digas, y te regresaré a este preciso mundo y momento, como si toda tu partida no hubiera durado ni lo que tarda un parpadeo. Te dejo elegir entonces, puedes tardarte cuanto quieras.
Muchas horas después, la tormenta seguía acompañando las violentas cavilaciones de Ánderwo, que apenas y cambió su posición sentado sobre la cama; cuatro o cinco veces fue al baño; otras tantas buscó algo de comer y beber; por un periodo de media hora caminó de un lado al otro de su habitación; por quince minutos hojeó algunos de sus libros y cuadernos de la universidad; diez minutos estuvo acostado mirando el techo casi sin pestañear; se durmió envuelto en su capullo de sábanas por aproximadamente una hora, y tuvo sueños que eran más bien sensaciones desagradables en el cuerpo. Pero por lo demás permaneció sentado al borde de la cama, a veces sujetando la cabeza con las manos; a veces echado hacia atrás; a veces encorvado hacia adelante; a veces golpeando el suelo con los pies.
Dado que no es de interés para nuestra historia atestiguar el mundo en el que Ánderwo rechazó la propuesta del Viajero, atestigüemos mejor el mundo en el que la aceptó, por razones tan variables e insignificantes como las razones del Viajero para querer hacerle esa propuesta.
Ánderwo siguió con un semblante desconfiado, similar al de un gato que acepta con cautela la comida que le ofrece un extraño; su excitación permaneció oculta en el litoral de su conciencia, y dio pocas señales de ella en su cara y lenguaje corporal.
—¿A qué universo quieres ir ahora? —preguntó el Viajero, con la emoción que suponía debía estar sintiendo Ánderwo por dentro.
Ánderwo aún tardó un rato antes de dar su respuesta, y casi sonó como si estuviera pidiendo un deseo humilde ante algún dios ya extinto del pasado:
—Quisiera ir a un mundo como este pero de una magnitud inferior, para sentir cómo es ser como un dios.
Imaginemos ahora que, al desaparecer Ánderwo de la habitación, el tiempo se detiene; se paralizan los truenos y los rayos, el frío se congela en el aire, el viento de la tormenta se vuelve una estatua. Así es como la realidad esperará a Ánderwo en caso de que decida regresar a ella. Para el resto de los seres de ese mundo que no sean Ánderwo, el tiempo seguirá su flujo normal, y el desaparecido para siempre será él, en caso de que elija nunca más volver.

    

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Comentarios

  1. Mi apreciación personal mee indica que ees uun excelente relato de ficción. Las charlas de Anderwo con el Viajero tienen asidero, y el remate es espectacular. Felicitaciones.

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  2. Una ficción muy buena. Te aplaudo. Un abrazo

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