Alter-ego 5: Un mundo de símbolos



Ánderwo visita un mundo sin verbos.


Llevaba Ánderwo viviendo algún tiempo en el universo al que llamaban Nomots, el cual, al ser un universo no-cósmico, carecía de espacio exterior y el cielo era, como consecuencia, una barrera impenetrable detrás del cual quizá se hallaba un mundo paralelo. Muchas veces, al bajar de la colina donde había construido su casa, veía por los caminos a varios profetas que predicaban en medio de muchedumbres de seres que, embobados, escuchaban las revelaciones que los profetas arrojaban acerca de lo que habría del otro lado del firmamento. Una vez, movido por la curiosidad, se acercó, empujando su carreta llena de leña, a la muchedumbre que rodeaba a uno de esos profetas, y escuchó, de una voz temblorosa adornada de unos ojos completamente blancos:
—Arriba-frontera, arriba-frontera-luz-movimiento, detrás-fuera-ojo, campo-alegría-no-fin, virtuoso-ser-ahí-vida-siempre, ahí-desde-ojo-hacia-abajo, otros-bienestar-regalo…
“Incluso en este mundo inventan paraísos ahí donde sólo hay misterio”, dijo el viajero.
Aburrido, Ánderwo se alejó de ahí hacia el pueblo para vender los leños que había cortado y comprar algunos víveres. “¿Hoy también le darás el extra de leña a Méyu?”, preguntó el viajero, “¿No debería hacerlo?”, contestó Ánderwo, “Sólo digo que te complicas mucho con esta tradición de los obsequios”, “¿De qué otra manera podré darle a entender que me gusta? No soy muy versátil usando el lenguaje de este mundo”, “Y aun así te niegas a integrarte”, “¿Dónde está el reto si solamente me integro así como si nada?”, “No parecías alguien que buscara retos cuando te conocí”, “Yo tampoco lo sabía”.
Entran en la calle de tierra a los lados de la cual habían construido el pueblito. Con el invierno cerca, el cargamento de leña que llevaba era bien apreciado, y recibió muchos saludos amistosos por parte de los lugareños.
—Saludo-bonanza.
—Paz-leñador.
—Leña-necesidad, alegría-cargamento-leña.
Y a todos esos saludos y buenos deseos, Ánderwo contestaba con sonrisas educadas y pequeñas reverencias, pero no pronunciaba palabra.
En la tienda central del pueblo, Méyu atendía a los clientes que compraban y a los vendedores que le llevaban productos valiosos; un mercader vendía carbones y rocas saladas que él mismo había extraído de las entrañas de una montaña cerca del desierto, así parloteaba. Pronto fue turno de Ánderwo.
—¡Llegada-tuya! —exclamó Méyu— ¿Carga-cantidad?
—Leña-cargamento-40-cantidad —dijo Ánderwo con una pequeña pausa entre cada palabra, y sin esperar respuesta empezó a descargarla en la zona designada, una pequeña habitación cuadrada que quedaba en frente del mostrador—. Hoy-también-mayor-ofrecimiento.
—Ánder, agradecimiento, oposición-recibimiento-rechazo, pena.
—¿Razón? —Ánderwo no se detuvo, y siguió descargando toda la carreta con la intención de dejarla vacía.
—Padre-enojo, creencia-absurdez, ideas-errores.
—Exposición-ideas-errores —dijo con algo de trabajo, convencido de que no era una forma muy natural. Vio también que, al decir eso, Méyu hacía una mirada abriendo mucho los ojos, paralizando la boca en una línea, adquiriendo una tonalidad grisácea, señales evidentes de vergüenza.
—Nada —dijo Méyu intentando concentrarse de nuevo en sus cuentas.
Ánderwo terminó tranquilamente de descargar hasta el último leño de la carreta, luego se acercó al mostrador y miró a Méyu, que seguía con el mismo semblante haciendo sumas en su libreta.
—¿Palabras-padre? —preguntó un poco menos inhibido.
Méyu alzó los ojos y se encontró con los de Ánderwo, lo que hizo a su piel volverse más gris.
—Palabras-padre, regalo-intenciones-fuera-ojo, intenciones-sospecha.
Ánderwo se recargó más sobre el mostrador, Méyu bajó los ojos hacia su libreta, pero su mente no se apartaba de él.
—¿Creencia-tuya?
—¿Razón-cantidad-regalo-leña-existencia? —preguntó Méyu sin levantar la vista, tras dejar pasar unos segundos incómodos.
Ánderwo se aseguró de que no hubiera nadie cerca.
—Razón-probabilidad-presente-conocimiento-tuyo —dijo bajando la voz.
El gris de Méyu se volvió amarillo, y luego gris y luego amarillo, intermitentemente. Levantó un poco el puño derecho y asintió despacio con él.
—Razón-habla —dijo Ánderwo.
Era tradición en ese mundo la figura del obsequio exclusivo para los sentimientos fuertes; sólo los que los buscan los ofrecen, y sólo los que los corresponden los aceptan. Desde el día de la primera carga extra de leña que llevó Ánderwo había quedado todo claro, sólo faltaba dar el salto del juego y la tradición a la realidad.
—Obsequio-tuyo-aceptación-mía —dijo Méyu, colocando su puño cerrado sobre el antebrazo de Ánderwo—, tuyo-mío, ofrecimiento-aceptación, sentimiento-tuyo, sentimiento-mío, volición-amor, sí.

***

Fue en secreto los primeros meses, que ambos se veían para amarse. ¿Por qué en secreto? Pues porque las tradiciones y criterios para la unión sentimental que dominaban el pueblo no miraban con apruebo a Ánderwo y su escasa versatilidad usando el idioma de manera digna. ¿Era la lengua y su dominio un reflejo del espíritu, sin la cual el valor del pretendiente aminoraba? ¿Más importante era el uso de los signos que el de las manos, más loable la elocuencia que la acción? Sí, pues el verbo les era desconocido, el adjetivo les era invisible, y no había otra manera de ver a la gente en sí misma que a través de la domesticación de la palabra. Era un mundo de domadores de signos, se decían y se creían, y el que no es domador, poco es.
Pero hagamos una pequeña prolepsis y caigamos en aquel instante en el que, ya descubiertos, dispuestos a perdurar en su unión, se encuentran ante Zíyi Prágt, el padre de Méyu, que sin tener tez ni humor intimidante, causa a los dos jóvenes sendas parálisis de espaldas cuando éste habla así:
“Razón-desconocimiento, razón-Méyu-atracción-lengua-quietud-hombre, fuera-costumbres-circunstancia, alma-suya-imposibilidad-conocimiento-ineptitud-habla”.
A lo que Méyu contestó:
“Así-aire-movimiento-regalo-vida-afuera-ojos-existencia, así-valor-palabras-percepción-no-exclusividad-existencia”.
Y como nuestro espectador no quiere aburrirse con un diálogo quizá muy predecible o con poco de innovador, me permitiré otra prolepsis hacia media hora en el futuro, cuando Zíyi Pragt, conmocionados los ojos por lo certero del razonamiento de su hija con respecto a la refutación de sus creencias, pero obligándose a permanecer como un cañón ante ellas para acudir en su defensa, se expresó en los siguientes términos:
“Decisión, flaqueza-imposibilidad, prueba-luego-aceptación, fallo-no-consentimiento. Arriba-semana-concurso, demostración-habilidades-tuyas, condición-puntaje-ganadores, aceptación-después”.
Y así quedó decidido.

***

El Viajero: ¿Participarás entonces?
Ánderwo: ¿Qué otra opción tengo?
El Viajero: Muchas otras.
Ánderwo: Me has enseñado a seguir mi voluntad, y mi voluntad es ésta.
El Viajero: ¿Por qué?
Ánderwo: Tengo ganas de superar algo.
El Viajero: Amigo, las mortificaciones tienen poco lugar con nosotros los viajeros; si yo te contara todas las vivencias que me han mortificado y me han hecho querer expirar mis faltas poco a poco, aún seguiría haciéndome descuartizar en universos de torturadores.
Ánderwo: Exageras, no es más que un pequeño reto que no pasará a mayores.
El Viajero: A muchos viajeros nos pasa así cuando no integramos de inmediato todo lo que conlleva nuestro nuevo estado. Este remordimiento innecesario, producto de las acciones que son inevitables y que se producen incluso quedándonos quietos, llegará a ser una espina que acrecentará la culpa, y en algún momento llegarás a pedir el dolor para expirar el pecado de haberte vuelto un viajero. Todo esto que digo sucederá con tanta certeza como que no sucederá nunca.
Ánderwo se fue a dormir y ya no habló con el Viajero.

***

Estaba yo en uno de los bares del Kurámbuy[1]con los muchachos cuando el cantinero le cambió de canal para ver Alter Ego. Tarde: ya había comenzado; estaban ya en la plataforma para el concurso del que hablaron el capítulo pasado.
—No ¿Pa’ qué le cambia? —me preguntó Kányu, quedito.
—A muchos aquí les gusta ese show —dije e hice como que no quería ver.
[La voz del Viajero en off: No vas a poder ganarles así, pídemelo y te integraré a esta realidad y su lenguaje…]
—Bueno —dijo Kányu—, decía que el viejo ese que ve lo del mantenimiento del equipo… ¿cómo se llamaba?
[Un humanoide de colores opacos lanza un montón de sustantivos cuando el juez le indica su turno]
—No sé —dije—, ¿Yáubu?
[Camino-arriba-dentro-luz-dentro-corazón]
Y había ruido de las pláticas con un eco sin idioma.
—No; es Érnte —dijo Élmela, el lemurés[2].
[Otro concursante: Círculos-ojos-velocidad-latido-viento-sobre-cabello-flote…]
—Bueno, ese Érnte, el caso es que lo vi saliendo de la sala donde guardan las máquinas descompuestas y tenía las manos de color azul.
Cállense, coño, casi no oigo.
—Ajá, ajá.
Y las demás personas: Anda, quédate. Ya estuvo, no me queda nada. ¡Que le den a ese hijo de puta! Okey, me avisas. Etcétera. Con los diálogos casi mudos de la tele.
[El viajero: Te toca, Ánder. Dime ya y te integro]
Lo hará, no puede ser tan imbécil.
—No, pues el líquido ese no lo dejaría de ese color; algo más estará haciendo —dijo Élmela.
[El juez indica el turno de Ánderwo. La cámara hace zoom a su rostro, él tiembla, mira a Méyu en el público y ésta se pone la mano en la boca. Silencio. Su cara deja escapar miedo y…]
—¡No! —alguien gritó detrás de mí tras oírse un ruido de cristal rompiéndose— ¡Ah, mi celular, carajo!
Se agacha para recogerlo, gime de rabia y maldice al aire.
—¿Sabes qué deja ese color? La dírua[3]—dijo Kányu al pasar la conmoción.
[Balbuceo de Ánderwo: vida-senda… ruido-furia…]
Los sustantivos se pierden entre las voces.
—Podría entrar mañana para ver si esconde eso en una de las máquinas —dijo Élmela, dejando escapar su rudo acento lemurés en la palabra “máquina” (suena como “makiína”).
[Los espectadores sienten lástima de Ánderwo; Méyu baja la cabeza y mira a la nada. El viajero: No te está saliendo, dime y te hago dominar el idioma]
¡Acepta, idiota! ¿Por qué no lo hace? ¿Lo explican en el libro?
[Ánderwo niega, sacude la cabeza, lanza sustantivos aleatoriamente, no recuerda ya el discurso original que tenía planeado]
—Oye —me dijo Kányu con un codazo—, ¿qué haremos si siempre sí es dírua lo que esconde?
—No sé, no nos metamos en lo que no nos importa.
—¿Qué tanto estás viendo?
Se volteó y miró las analépsis de Ánderwo ideando y repasando su discurso en su casa.
[Vida-senda-viaje-carencia-destino, oposición-cambio-transformación-contrariedad-todo-permanencia-ruido-furia…]
—¿Cómo estás viendo eso? —preguntó Élmela— Es para niños.
—Bueno, bueno, ya —dije y añadí de inmediato—: Entonces ¿qué decían de Ernte?
Salimos y me repitieron todo; estuve de acuerdo con la idea de inspeccionar las máquinas para buscar rastros de dírua.

***

La razón de rehusarse a ganar por la vía fácil, a costa de perderla, pero ¿qué lograré de verdad si recurro a tu plan de emergencia? Estás a tiempo; siempre te puedo dar tiempo. No. Mírala; se desmorona, te sabe perdido, ya llevas diez segundos sin hablar. ¿Partida-comienzo-lejanía-…final? El juez ya perdió el brillo que le habían dado las bellas demostraciones de los participantes anteriores. No, no, no, debo poder. Risas, murmullos de lástima de los seres que en otros momentos lo reciben alegres y con respeto.
Causa del olvido, ¿cuál? El nervio de la presión y la presencia del juicio crítico obsesionado con el manejo de los símbolos. Una vez vi a un ser que vivía en un desierto; ahí construyó su casa sin más material que los signos y la tormenta de arena lo enterró vivo; otro intentó alimentarse de signos y murió de hambre; otro intentó comerciar con signos y lo mataron. Olvida tu orgullo; déjame ayudarte. No. “Entrada-vida-no-vía-salida”.
Si supiera de mí, pensaría que la verdad es que no quieres ganar. La quiero de verdad. Tu voluntad no concuerda con tu acción. Porque en las caricias de sus brazos lo que sientes no es el tacto sólido de la existencia, sino que todo, su voz, sus ojos, sus toques, todo está frente a ti, pero es signo; ella y todo es más abstracción que concreción. Te enamoraste de un signo. Hay momentos para lo fácil y para lo difícil. No es más sabio ni más valioso el que camina por la vía espinosa; a veces el lecho de rosas es la solución más sabia. Sí, pero aun así, no.
Suena la campana. Termina el turno de Ánderwo. Aplausos educados. Méyu ha desaparecido. Zíyi Pragt lo observa desde la muchedumbre, satisfecho; la alianza está rota. Ánderwo baja de la tarima, la cabeza hinchada de lamentos, arrepentimientos tardíos e insoportable vergüenza. Su intención: buscar a Méyu, explicar, proponer soluciones, sugerir que se escapen. Pero reflexiona: No, ya no hay caso. Intenta ignorar esto último.
¿No vas a buscarla? ¿Ya para qué? He vivido suficiente aquí. Sácame ya. Tengo más oportunidades para integrarme, pero no en este mundo.

          

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[1]Famoso edificio de Éntas que sirve como centro de diversas actividades recreativas y culturales.
[2]Del continente de Lemuria.
[3]Droga producida de las semillas de la fruta del árbol dírum. 

Comentarios

  1. Continúo con la lectura, estoy intrigada. Este capítulo me pareció muy interesante 👍

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