Alter-ego 7: La forma infinita
Ánderwo visita una realidad donde nadie tiene forma.
El concepto de la forma, una vez dijo el Viajero, no es más que un disfraz para que la mente tenga algo con qué entretenerse. Siendo ese el caso, Ánderwo le pidió llevarlo a un universo donde los seres no tuvieran forma, pero donde él pudiera conservar la suya. Apareció así en un mundo cuyos habitantes eran a la vez todas y ninguna forma; describirlos como masas flotantes que son al mismo tiempo círculos que cuadrados que cualquier otro diseño imaginable, es una aproximación inexacta, pero suficiente.
Esos seres sin figura vivían flotando en un planeta plano en el que el sol siempre estaba en posición de atardecer, y vivían a la intemperie absorbiendo nutrientes de las rocas saladas que abundaban en el suelo. Cumpliendo con lo que había prometido, Ánderwo pidió al viajero permitirle integrarse con el conocimiento de ese mundo, y entre todo ello adquirió también el idioma de esos seres, que se comunicaban haciendo vibrar sus cuerpos aceitosos, tras lo cual salió a su encuentro.
Se encontraban en un valle lleno de césped y rocas. Esos seres, a los que llamaré los vibrantes, retrocedieron espantados de Ánderwo al verlo, pues con su forma bien definida y delimitada, parecía a la percepción de los vibrantes un esperpento expulsado del lugar que ellos entendían como infierno. Algunos huyeron volando, otros se volvieron locos de horror y cayeron a tierra, gritando en incontrolables vibraciones. Bastantes se quedaron paralizados y sintiéndose desmayar.
Ánderwo hizo vibrar su cuerpo diciéndoles:
—No me moveré hacia ustedes, ya que les asusto. Sólo me quedaré aquí observándolos, si no les molesta.
Y en respuesta, recibió un tumulto de vibraciones:
—¡Pudo hablarnos!
—¿Qué hacemos ahora?
—¡Nos sigue mirando!
—¡Huyamos!
—No nos hace nada.
—Podría ser peligroso
Todos terminaron abandonando ese valle, con movimientos lentos para no alarmar al intruso y detonar sus instintos asesinos.
***
… pero entre todas las, decía Yúska, veces que me he sentido aterrada al borde de la muerte, la aparición de esa abominación de forma limitada llevó mi pánico hasta, riéndose, las lágrimas.
Fui yo de la multitud que, habló Zúruk, acudió a toda prisa a las autoridades para apresarlo. Estuve ahí también cuando lo rodearon, y en sus espantosa limitación hubo un movimiento o cambio que me hizo sentir miserable; la manera en la que sus líneas, sus límites, el volumen y las torsiones de su cuerpo mutaban y se retorcían resistiéndose al arresto, algo fuera de mi capacidad para expresar me indicó que ése debía ser su modo de expresar terror, uno tan profundo como el que a nosotros nos inspiró sólo al verlo.
Se contaba que todo, respondía Yúska, contagiada de amargura, el mundo estaba aliviado cuando lo encerraron por fin; alguno que otro como mínimo estuvo de acuerdo con que el arresto fue exagerado, pero hasta yo, lo confieso, sentí mi alma volar libre cuando ya no lo tuve frente a mis ojos.
De lo que se cuenta, todo se sabe; de lo que no se cuenta, se sabe aún más. Lo llevaron a los centros de la tierra, con los investigadores. Pero seguía en mi consciencia la imagen de esas formas restringidas por esos límites incoherentes de su cuerpo; no dormía, no comía, no volaba; soñaba que mi cuerpo adquiría una forma limitada noche tras noche, como hechizos que condenaran a mi cuerpo a permanecer en el mismo estado, y luchaba por liberarme y zafarme de la angustia de tener una forma restringida. Y noche tras noche, empezó a surgir en mí la simpatía al comprender el horror al que ese ser debía estar sometido sólo por existir así. Es por eso que, al saber lo que fue de él, no pude evitar llorar por días, me quedé en el suelo y me cubrí de tierra, la sensación de mi propia libertad me llenó de una insoportable culpa.
¿Qué le hicieron en el centro de la tierra, si es que algo sabes?
Se dice que los investigadores, asolados por la incógnita de lo limitado de su cuerpo, tuvieron la buena o mala intención de liberarlo de él. Dicen que sufrió mucho; dicen que gritaba y lloraba; dicen que se retorcía cuando por la fuerza le retorcieron el cuerpo para que cambiara de forma, para desparalizarlo de ese estado de inmutabilidad que tan cruel sería para nosotros.
¿Murió?
Dicen que sí algunos; dicen que no otros. Yo creo que sí, pero no nos lo dirán oficialmente, pues es mejor que sólo se olvide y se deje fluir de nuestras conciencias. Su llegada algún día será parte de nuestras leyendas que contaremos a nuestras crías, y nos preguntarán a los que lo vimos cómo es que tal ser podría haber llegado de verdad a nuestro mundo, rompiendo todos los esquemas que habíamos dado por hecho para nuestro universo.
Ahora me contagias la congoja, la culpa por poseer un estado superior por el cual un ser, tal vez inocente, sufrió de manera horrible. Tengo miedo de soñar que yo aparezco en un mundo dominado por monstruos de cuerpos limitados, y que, aprisionándome, me aprieten y constriñan hasta quedar atrapada en una única forma, rompiendo todo cuanto soy, despedazando aquello de lo cual mi mundo se sirvió para crearme.
Hay que saber, Yúska, si más como nosotros han sido tocados por esta nueva inquietud, y tal vez por una culpa y pesadillas similares. Esos seres de forma limitada, de ser posible nos…
***
Tomó, pues, aquel Ánderwo su lugar en su nuevo trono de piedra en el centro del valle en el que había aparecido por primera vez, y allí permaneció sentado por cientos de años, rodeado de discípulos que sólo con contemplarlo, sin necesidad de oír palabra de su boca, se maravillaban y sacaban sabiduría sobre el concepto de la forma limitada, que del horror ya había sido liberada, y a una profunda fascinación llevó a aquellos de espíritu inquieto e impresionable. Rodeábanle por decenas, centenas o millares, las cuarenta horas del día, las tres horas de la noche y las setecientas horas que había entre el día y la noche. Y Ánderwo no se movió; fue estatua viva y muerta.
—¿Aún no? —preguntó el Viajero.
—¿Por qué la prisa? —Ánderwo seguía mirando sosegadamente hacia sus fieles— Sé que llevo años diciendo un minuto más, un minuto más, pero ya me aburrí de querer irme.
—¿Qué crees que aprenden de ti?
—Soy la personificación del finito, estado más allá de la comprensión y la lógica de ellos. Curioso; en mi mundo queríamos ver el infinito, suponiendo que nuestro estado de consciencia se elevaría hasta volvernos uno con el universo y más. Aquí el finito cumple el mismo papel; soy yo el estado de consciencia supremo para ellos, el que ha logrado domar al infinito y ha conseguido paralizarlo en un único estado inmóvil, ellos ven eso como alguno de los inagotables tipos de perfección.
—Pero tu otro yo, ése que tan nítidamente sientes en ese mundo donde sigues siendo un monstruo, aún existe y ahora mismo están vejando tu finitud en lugar de adorarla.
—Me llega algo de ese dolor; no iré ahí, ¿para qué ir al infierno cuando estoy en el cielo?
—El ser es variable, ligero. ¿Flotarás hasta esas alturas alguna vez?
—Si sigues cumpliendo tu promesa de hacerme viajero, y esperamos el tiempo suficiente, lo haré en algún momento.
***
Fue una hora después, y apareció inmóvil en un espacio lleno de todos los colores y formas que conocía, una matriz que era tan iluminada como era oscura, tan constringente que resultaba dolorosamente liberadora. Su consciencia se tambaleó; pudo ver su propio raciocinio como si éste fuera un ser independiente, encadenado ahí junto a él y compartiendo el dolor que comenzaba a percibir. Sus brazos, vio primero, eran al mismo tiempo círculos, triángulos, cuadrados, pentágonos, hexágonos, y así hasta tener tantos lados que volvieron a ser círculos; luego vio el resto de su cuerpo y era lo mismo, poseía todos los lados desde el cero hasta el infinito al mismo tiempo, y el dolor que le producía esa mutación al estado de interminabilidad sacaba de su garganta los gritos y gemidos más secos, más huecos, más llenos de toses moribundas y arcadas que violentamente vomitaban aire. Apenas y le daba tiempo a respirar antes de volver a llenar ese espacio con el sonido de su alarido-tos-arcada.
El Viajero se estremecía, queriendo no poder ver ni oír, y le preguntó:
—¿Te saco ya?
—¡No! —gritó-tosió-vomitó Ánderwo.
—Sufres demasiado.
Pero ya no le era posible a Ánderwo responder ni siquiera en pensamientos. Una minúscula parte de la consciencia de Ánderwo tuvo un pequeño resplandor de cordura, la cual fue usada para recordar que el Viajero había dicho que no le ayudaría en caso de meterse en apuros ni para sacarlo de las consecuencias de sus decisiones. Había intentado hacer lo mismo en el universo del lenguaje distorsionado, sin éxito. Tampoco lo permitiría en ese universo, donde estaba sufriendo la transformación de finito a infinito.
Debió haber usado otras reglas, pensó el Viajero. Es inevitable que las terminarán rompiendo, pero será a decisión de su protegido. El Viajero observó y escuchó el suplicio de Ánderwo hasta que éste murió de dolor. Entonces pudo sacarlo de ahí.
Un relato muy original, loco pero interesante. Experimentar tantos estados... imaginar otros seres que nos ven como algo tan indeseable, no sé... me encantó. Saludos.
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