Alter-ego 2: El que soñaba que viajaba
Méyu visita a su amigo Altréu, que le habla de los viajes que hace mientras duerme.
¿Despertará Altréu hoy? Siempre despierta todos los días, ya lo sabe Méyu; se corrige y se pregunta si estará despierto cuando ella llegue, o si se despertará en algún momento de su visita, antes de que tenga que marcharse.
Abre la puerta la señora Déla Néi, le sonríe con su regordeta boca del mismo modo que se les sonríe a las visitas que se han tomado la molestia de venir a darle el último adiós a un moribundo. Méyu la saluda y caminan hacia la habitación de Altréu. La señora Néi está hoy menos deprimida que ayer, y ayer lo estaba menos que anteayer; cada día que pasa parece más resignada.
Méyu: ¿Ha despertado hoy?
La señora Néi (un poco optimista): Sí; hace rato fue al baño y luego bebió agua, también habló algo con Líru.
Méyu: Al menos.
Piensa qué le dirá a Altréu si lo encuentra despierto, o qué hará todo el rato en caso de que no se despierte, ¿mirarlo, leer algo, observar a la nada? Al abrir la puerta de la habitación y entrar en ella, piensa que ya hace tiempo que sus demás amigos se han aburrido de venir a visitarlo para encontrarlo siempre medio muerto, medio comatoso, perdido en otro mundo, siempre ignorándolos.
Altréu está, como todos los días, echado en su cama, durmiendo con la profundidad que brindaría un fuerte sedante, y en combinación con lo oscuro de la estancia, la atmósfera llena de aire pesado que las ventanas abiertas no conseguían llevarse, y el absoluto silencio que hay, de verdad parece la habitación de alguien con los minutos contados, alguien que ya está más allá de lo que está acá.
¿Qué es lo que te ha sucedido, Altréu? Con lo que antes a esa hora estaba casi siempre con los demás, bajo los aires frescos de las tardes de vientos del sur, perdiendo el tiempo en el área para patinadores del parque de la esquina, y los demás: ¿hoy tampoco viene? ¿Y qué les va a decir, que sigue durmiendo? No, no duermes: viajas, como tú dices, ¿no es así? “No estaba durmiendo, estaba viajando”, y yo con mi cara de… Pero eso se repitió de nuevo, y otra vez, y una vez más. En la escuela, en medio de la exposición sobre los componentes de las células, tú hablabas de las mitocondrias y sus funciones y todos hacían silencio aunque sus ojos saltaban por todos lados menos hacia el proyector, y (nunca lo olvidaré) sonó el ¡paf! de tu cuerpo, y yo estaba atenta a tener que cambiar de diapositiva y no te vi caer, pero sí lo oí, y todos exclamaron y hablaron y alguien gritó y a mí se me fue el cerebro al estómago. Sólo fueron dos minutos, pero volviste y te obligaron a volver a tu casa, aunque nunca te había visto tan feliz en mi vida, “todo es diferente ahora”, y así lo fue. Te caías dormido en la escuela, en la calle, en el parque, en mi casa, en la tuya; no podíamos dejarte sólo un momento o te desvanecías, fui (y sigo siendo) la que velaba por ti; tu sombra fiel, me debes tantas veces la vida y me la deberías más sino fuera porque ahora estás confinado en esta cama. ¿Pero por qué (amigo mío)? Y piensa disparates de maldiciones y males de ojo, pero se lo sacude todo de la cabeza al ver que las piernas de Altréu se han contraído. Es un tipo de narcolepsia muy extraña, habían dicho los médicos, una falsa catalepsia tan impredecible e intratable que tu vida ha sido condenada a ser un sueño.
Se mueven los brazos; el cuello hace girar la cabeza, y tras una violenta inhalación, como si algún ser invisible le hubiera inflado los pulmones de un soplido en la boca y nariz, Altréu se despierta.
Altréu: Hola, Méyu.
Méyu (taciturna, casi indiferente): Buenas noches, Tréu.
Y como casi todas las veces que va a visitarlo, no sabe ya qué decirle. Altréu respira igual a un pez fuera del agua; la vigilia lo sofoca.
Méyu: ¿Qué soñabas?, digo, ¿adónde viajaste?
Altréu (divertido por la corrección forzada de Méyu): Fui a un mundo increíble, o al menos lo fue por un rato. Yo era como un dios que convivía con otros dioses; nos divertíamos con las galaxias, jugando con ellas como si fueran juguetes. Pero entre esos dioses me sentía raro; estar entre dioses cuando eres un dios se siente igual que ser un humano entre otros humanos.
Méyu: Hoy la maestra Séntsa nos hizo leer sobre la vida en los países de habla inglesa; vamos a hacer un trabajo en equipo sobre aspectos de sus culturas…
Altréu (con brusquedad): También fui a un mundo donde hablaban una lengua muy rara; gracias a mi libertad, la aprendí en un instante. ¿Quieres oírla? (Con la lengua entre los dientes, moviendo poco los labios e intentando que el sonido salga por la nariz): Hlör u fang axaxaxas mlö[1]. Bueno, no suena tan bien cuando pronuncio con este cuerpo; necesitaba unos órganos fonadores diferentes para pronunciar bien. En todo caso, significa la luna surgió sobre el río.
Méyu: Hoy me preguntaron por ti.
Altréu: ¿Quiénes?
Méyu: Yéman, Líe, Zúruk…
Altréu: Hace tiempo que no vienen a verme…
Méyu (secamente): Querían que te preguntara si querías ir con nosotros al parque a mover un poco esos músculos.
Altréu sonríe hacia el techo, su respiración sigue acelerada.
Altréu: No tiene caso; volveré a irme en cualquier momento.
Cierra plácidamente los ojos y sonríe despreocupadamente.
Decepcionada, algo molesta, Méyu calla y lo observa.
Y aumentó la frecuencia, y dormías cada vez más y más y más y era un milagro si te mantenías despierto dos horas seguidas. Y tú te veías siempre feliz como un niño en su cumpleaños, y te animábamos a salir, a moverte, a curarte, y tú No, gracias, tal vez en otro momento, pero ese otro momento nunca llega y tú sigues duerme y duerme. ¿No quieres curarte acaso? (nunca me había enojado tanto contigo) No respondiste; mencionaste tus sueños y con eso evitaste responder.
¿No quieres curarte?
Los cielos por los que decías volar, en los que aprendiste a volar, te hicieron olvidar la tierra a la que tu cuerpo aún está pegado.
¿Quieres dormir así para siempre?
Y apenas despertándote para mantener vivo el cuerpo. ¡Para eso sí que te levantas!
¡Vas a desperdiciar toda tu vida así!
Te estás pudriendo en tu cama, tu cuerpo y tu mente, Altréu, y no importa cuánto quisiera que volvieras a levantarte y seguir con tu vida, con tu vida de verdad, no con esos sueños que te han hecho olvidarla… resignado, feliz de tu resignación, estorbo para el mundo, ladrón de aire, desperdicio de carne, inútil.
¿Qué tienen esos sueños que los prefieres a tu vida?
Y nunca respondes.
Altréu (abriendo contento los ojos): Un día podré mostrarte.
Méyu: Mostrarme ¿qué?
Altréu: Que lo que te digo es de verdad, que de verdad viajo a otros mundos y no es sólo un sueño, que todo esto no es un desperdicio de vida, como me decías.
Méyu (casi entre dientes): Por favor, Tréu, por favor.
Altréu: No necesito curarme porque no estoy enfermo; estoy trascendiendo.
Méyu (más triste): ¿Y si te mueres así?
Altréu (mirándola indolente): Méyu, entiende; no puedo desperdiciar esta oportunidad.
Altréu vuelve a quedarse dormido tras una repentina inhalación como para sumergirse en el océano, en el cual permanecería sumergido por muchas horas.
Méyu se levanta. La ira, la tristeza y la fatiga se disputan el dominio sobre ella. Es un imbécil, ojalá se muera de una vez. No, pobre, ha perdido las ganas de vivir, no podemos dejarlo morir. No, que haga ya lo que quiera; es su vida, no la nuestra.
Sale de la habitación.
[1] Lenguaje de Tlön, descrito por Borges en el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
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