Codex Buranus 10: Estuans interius



Hablo conmigo mismo ardiendo en ira.



IV. In Taberna
Arde en adrenalina el corazón de Bárum. Aún siente el frescor del agua y la suavidad de la carne de Yamé mientras camina con la cara cubierta hacia la “taberna”, hacia donde con amargura e ira sus pies lo conducían.
Yo era virtuoso desde la mañana hasta la noche. Era dueño de mis impulsos y de los latidos de mi corazón. Pero ¿no estoy hecho también de materia como todos? ¿No soy acaso otra hoja más en el mundo a la que los vientos zarandean sin control?
“Bárum, no le temas al próximo placer, que el fuego del miedo anestesia los sentidos y te escuda de las sensaciones nuevas” (Yamé).
En la oscura noche, Bárum se quema por dentro.
Debía yo ser como un hombre sabio, que decide lo correcto para poner una morada alrededor de su cuerpo. Padre Futuro y Madre Bienestar se decepcionan: Huye ahora que estás a tiempo, sálvate de la próxima caída. ¿Quieres ser como el río sin domar que nunca está en paz, y en cuyas corrientes nada permanece?
Padre Futuro: veo mucho calor dentro de ti, mucho ruido de gargantas depravadas que han perdido el camino, que no se quieren levantar del suelo.
Madre Bienestar: los ojos no verán bien, la lengua no podrá hablar, los oídos escucharán lo que no se quiere escuchar.
“Bárum, cae con nosotros. Levántate sólo cuando tengas que estar sobre tus pies. Si no, que el suelo sea tu delicia” (Yamé).
Arden las pantorrillas de tanto fuego y presión.
Ahora me arrastran mis pies como un barco en llamas que vaga por el aire, y no soy ave para saltar de él sin matarme.
Se detiene de golpe y las piernas, lejos de aliviarse, se sienten acuchilladas, pues quieren seguir su camino entre los callejones hasta la “taberna”. Se escuchan risas. Se asoma por una esquina y ve a un grupo de compañeros suyos viajando sobre sus propios barcos de fuego hacia la gran caída, pero éstos están entregados y sin sentir cadena alguna sobre sus cuellos, perdida la llave del pudor.
¿No habré de encontrar a otro igual a mí? ¿No me esperan sino los que han aceptado la perversidad?
Padre Futuro: no veo la nobleza que sólo la virtud puede dar. Las espaldas derechas y las frentes en alto han sido sustituidas por cuerpos torcidos y muecas grotescas.
Madre Bienestar: sólo hay los dolores del vicio, que te harán querer arrancarte la cabeza y gritar de desesperación.
“Bárum, la virtud y la perversidad son hermanas gemelas. Yace y goza con ambas. La perversidad también quiere atención, y si la descuidas serás miserable un día” (Yamé).
Su corazón se siente liviano conforme sus pies retoman el camino.
Ya nada hay que me detenga. Mi conciencia me grita, pero Yamé me acaricia con sus palabras. El alimento y el veneno en el mismo plato, y dominar los dos se promete tan liberador. ¿Seré acaso inmune a este veneno? Quiero reír de curiosidad. Quiero ver si sus ánimos son porque encontró en mí un corazón fuerte.
Padre Futuro: el peligro del vicio es muy fuerte. Más vale nunca haberlo conocido. Veo un cielo vacío y tu cabeza vacilante sobre los hombros. El suelo será tu cama, el aire frío será tu sábana, la caridad de los que no han sucumbido será tu alimento.
Madre Bienestar: aun si ganares fortaleza y resistencia, no valdrá la pena. La enfermedad y el desprecio serán tus frutos. Veo ojos enojados, dedos señalándote, y a tu mente nublada y sin poder crear más pensamientos.
Ya se ve la entrada a la “taberna”. Colegas suyos entran con alegre silencio recibidos por Wéishen y Yamé. La tierra bajo sus zapatos sigue haciendo ruidos de mordidas.
Ya estoy al final de este escabroso camino, o más bien a punto de sumergirme aún más en él. ¿No podría acaso servir mi juventud de justificación? ¿No vendrá a mi auxilio la curiosidad por la depravación?
Ella lo ve.
Padre Futuro: te veo aún adentro y afuera, de pie y en el suelo. Ten piedad de mí; créame fuerte y dichoso.
Madre Bienestar: tu cuerpo y mente aún están sanos. Ten piedad de mí; créame hermosa y longeva.
“Bárum, ven con nosotros. Toda virtud puede volverse viciosa, y todo vicio puede ser explorado de forma virtuosa. La virtud puede perderte si te obsesionas con ella” (Yamé).
He de olvidar la virtud otra vez, o más bien entender que está intercalada con el vicio. Caeré, esperando que de esta búsqueda de placer salga algún tipo de fuerza. Mi bienestar tendrá que soportar esta caída y levantarse.
Llega a la entrada.
Mi espíritu morirá por un rato. Sólo me queda proteger mi carne.

 

          

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