Alter-ego 17: Un dios degradado



Ánderwo decide dejar de viajar.



    Recordará el lector que, en el primer capítulo de este escrito, se ha optado por escoger la versión de Ánderwo que acabó aceptando la propuesta del Viajero, por consiguiente dándonos algo moderadamente interesante que atestiguar. Aunque no sea necesario aclararlo, el Ánderwo que dejamos atrás eventualmente salió al pasar la tormenta y contempló los sucios mares citadinos que había dejado atrás. En unos mundos se arrepintió de no haber aceptado la propuesta; en otros, no sintió ni tristeza. En algunos siguió su vida con total normalidad; se graduó, envejeció, se adentró en las demandas de su realidad. Aunque nunca olvidó su rápido encuentro con el Viajero invisible, con el paso del tiempo, y el incremento de su resignación, dicho recuerdo adquirió la categoría de ensoñación provocada por su mal humor causado por aquella tormenta, y cuando lo recordaba volvía a sentir el mismo frío y la misma humedad de ese día que se había vuelto noche.

Nunca se casó ni formó relación sentimental alguna. Vivió en una apacible soledad. Romper su rutina o intentar salir de su retraimiento le producía malestar, tal vez causado por su inconsciente relación de cambiar de vida con viajes a otros mundos, una oportunidad que había rechazado y que había internalizado para todo aspecto de su vida que implicara realizar un cambio. El simple hecho de salir de su casa e ir al trabajo ya le parecía algún tipo de viaje a otro universo, y por eso no le entusiasmaba en lo más mínimo.
Fue entonces un día que, cambiando aburrido los canales en la televisión, se topó con el anuncio de una próxima serie de televisión: “Alter Ego, inspirada en la novela del autor danzilmarés Írgend Bán. Estreno nacional el 24 de abril…”

***

El dios que Ánderwo acababa de matar se llamaba Nózam[1]. Había aparecido por puro capricho de la realidad y creía que había existido desde siempre. Había creado un multiverso que se diversificó infinitamente, y pensaba que él se encontraba en la cima de toda existencia y que nada había más allá de él. Se decía perfecto, infinito y todopoderoso, lo cual no era errado dentro de las circunstancias en las que habitaba. Por eso, cuando llegó Ánderwo y éste le contó acerca de la infinidad de seres similares y más libres que él, que podían crear y destruir megaversos con su mera presencia, y que la infinidad de su libertad no era más que una comodidad insignificante, Nózam entró en estado de negación, terror, melancolía y, finalmente, violencia. En aquel tiempo, Ánderwo le había pedido al Viajero que le diera la suficiente libertad para moverse dentro de los límites del Zland, y la infinidad y perfección en la que se encontraba era muy superior a la infinidad y perfección de Nózam.
Las razones por las que decidió matar a ese ser trascendental no son muy claras. Simplemente podemos suponer, basados en nuestras observaciones anteriores, que Ánderwo había hecho suya la voluntad de bajar de su pedestal a todos los seres que se denominaran a sí mismos como dioses, demostrándoles que incluso los seres perfectos e infalibles pueden sucumbir y fallar ante alguien que se halle un poco más arriba de ellos.
Durante eones viajó matando dioses. Sin importar que estos fueran omniscientes u omnipotentes, Ánderwo había pedido integrar para su naturaleza la manera de superar y cancelar esas características, todo con tal de inculcarles un poco de humildad a los seres perfectos.
Una vez quiso crear un universo, el evento inmediatamente se bifurcó en todas sus posibilidades creando un multiverso, y cada posibilidad creó un universo que se bifurcó en ultraversos. Hizo ocurrir otro evento creador, y volvió a surgir un ultraverso que contenía multiversos que contenían universos. Creó así un pequeño megaverso de sólo dos orígenes. Siguió creando orígenes para engrosar su megaverso hasta que estuvo satisfecho. Luego, a sugerencia del Viajero, creó, siguiendo el mismo proceso, otro megaverso, que se diferenciaba del primero porque había limitado el número posible de bifurcaciones de sus universos a sólo un millón en vez de infinitas. Había creado un pequeño omniverso. Una vez más, expandió el número de los megaversos para engrandecer su omniverso; megaversos con bifurcaciones que iban desde el cero hasta lo más próximo posible al infinito; algunos donde sus bifurcaciones variaban sólo entre sus ultraversos, sólo entre sus universos, o que no se bifurcaban en absoluto. Cuando se aburrió de añadir megaversos a su omniverso, el Viajero le sugirió que incluyera magnitudes. Entonces el omniverso se bifurcó en dos; uno con una magnitud ligeramente mayor al otro; estos dos se volvieron a bifurcar para crear cuatro magnitudes. Repitió el proceso, bifurcando los omniversos hasta que cada uno tuvo una magnitud diferente, y a petición del Viajero hizo copias infinitas de todos esos omniversos y los encerró en un solo punto que cabía en la palma de su mano.
—Haz creado una réplica de nuestro zlánd —dijo el Viajero—. Todo cuanto has visitado y visitarás, lo has creado tú ahora, y es tuyo; puedes hacer lo que quieras con él.
En vez de emocionarse, Ánderwo tuvo al mismo tiempo una sed insaciable por saber más y un horror profundo por su propia obra.
—Del mismo modo que ahora sostengo un zlánd, estando yo fuera de él, e infinitos seres dentro de él, yo estoy dentro de un zlánd, y fuera de él hay aún más existencia.
Ánderwo se sentía aturdido, como si lo fantasioso de ese hecho sobrepasara todos los límites de los hechos que ya había vivido y atestiguado. Tuvo un repentino cansancio, fue víctima de un adormecimiento de ambición que dominó su sed de quietud. Pero para aparentar, preguntó:
—¿No podrías hacerme salir de mi zlánd?
—Los límites de este zlánd son mi límite para otorgarte. Te he convertido en un ser que trasciende todo menos tu zlánd; dentro de él eres el ser supremo, solamente igualado o superado por otros seres trascendentales similares o más libres que tú; pero si quieres ir más allá del zlánd y explorar el paraléfik, a tu suerte te dejaré. Pero importa poco, pues veo que no tienes realmente la intención de abandonar el zlánd. Siendo sincero, en realidad tu infinitud aún está incompleta; eres lo suficientemente libre y tienes suficiente control para ser trascendental en todo el zlánd, excepto porque aún hay un universo que no dominas del todo: tú mismo. No serás un ser trascendental completo a menos que domines todos los rincones de tu vastísimo ser del mismo modo que puedes dominar todos los rincones del zlánd que creaste.
Ánderwo lo escuchó mirando tristemente su zlánd, y se vio a sí mismo como un niño jugando con algo para lo que no está listo para jugar, pese a que lo entienda bien.
—A pesar de que he creado e integrado en mí millones realidades, no he hecho ninguna auténticamente mía; sólo han sido para mí como memorizar el léxico de una lengua nueva, y aunque la domine y conozca todos sus secretos la sigo considerando como algo ajeno.
Tras decir eso, Ánderwo apretó el zlánd que flotaba en su palma, y éste quedó reducido a nada.
—¿No es irresponsable andar obsequiando a cualquiera este nivel de poder? ¿No peligrará todo el zlánd si seres más maliciosos llegan a este nivel de trascendencia?
—Aunque yo no haga nada, todo el tiempo infinitos seres alcanzan este estado y ponen en peligro al zlánd, pero de nada sirve preocuparse; a veces yo lo protejo; a veces son otros seres de voluntad menos destructiva los que lo defienden; a veces en efecto este zlánd es destruido, pero simplemente se bifurca y se crea un zlánd en el que no se dio tal destrucción. Desde que comenzaste tu viaje, este zlánd ha sido reducido a nada un número infinito de veces, y un número infinito de veces se ha bifurcado para seguir existiendo. O más aún, existen infinitas copias de este mismo zlánd, y al ser destruido éste, nuestras mentes viajan automáticamente a otro que todavía exista más allá, en algún lugar del paraléfik. El zlánd que acabas de destruir aún sigue existiendo, y existía antes de que lo crearas, y existe incluso si tú no lo creabas, en infinitos lugares de este zlánd y del paraléfik.
Ánderwo volvió a crear el mismo zlánd en la palma de su mano, y con la misma facilidad lo volvió a destruir, y lo volvió a crear, y lo destruyó de nuevo. Al destruirlo por última vez, preguntó:
—¿Qué he de hacer ahora?
—Lo que quieras. Llegados a este punto, ha llegado el fin de mi compañía.
—¿Me dejas?
—Tengo más voluntades; aún no soy el alter ego cuya voluntad es permanecer eternamente contigo.
—Tengo miedo, no quiero que me dejes.
—Yo en realidad no hice nada muy importante; no fui ni siquiera un guía; sólo hacía lo que me pedías. Pero ahora puedes lograr lo mismo sin mí. Ya podrías volver a la realidad de esa niña Méyu y hacer con ella lo mismo que yo hice contigo.
—Aún no quiero volver a ese mundo.
—¿Qué quieres entonces?
—Vivir plenamente en algún mundo; hacerlo mío no con una rápida integración, sino con el paso de las lentas experiencias.
—¿Volverás a tu primer universo?
—No; quiero otro. Uno nuevo pero similar. Escógeme tú uno, Viajero. Te pido, como último acto de nuestra aventura, que me encuentres un mundo a tu propio criterio y me hagas existir en él.
—¿Lo que yo decida? ¿Estás seguro?
—Sí, porque quiero nacer de nuevo, y yo no elegí mi mundo cuando nací.

***

Me has confiado tu nueva vida, y escogeré a conciencia una para ti, Ánder. Vive mucho y vive bien, antes de que vuelva a ser tu voluntad emprender de nuevo los viajes. Esperaré con ansias encontrarte un día recorriendo el paraléfik. Ya no importará qué tan lejos en la existencia vayas, a cuántos niveles de magnitud te encuentres, o si llegas a salir del paraléfik, ¡qué bello es tener al menos una realidad en la que todos se alegren cuando te vean regresar después de recorrer toda la existencia! ¿De cuántas realidades harás hogar, donde puedas olvidar tu trascendencia y simplemente regocijarte con la bella condena de vivir?
Ahora que te sumiré en un profundo sueño, al término del cual aparecerás en una nueva realidad. No me queda más que agradecerte por las experiencias que me permitiste atestiguar a través de ti, pues sabe que no eres el único que en algo se ha enriquecido con tus experiencias; incluso los seres de mi nivel de trascendencia podemos ser los torpes alumnos de seres como tú, que nos recuerdan, nos hacen reflexionar, nos hacen cuestionarnos o nos reafirman el por qué decidimos convertirnos en Viajeros en primer lugar.
Hasta otro universo paralelo.

          

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[1] Un dios menor que, según los mitos, fue condenado a vivir como humano y olvidar que un tiempo había sido un dios.

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