Alter-ego 10: Protégenos de los milagros
Altréu hace a Méyu presenciar un milagro.
(Altréu despierta. Méyu está sentada al lado de su cama)
Méyu: ¿Dormiste bien?
Altréu: ¿A qué hora llegaste?
Méyu: Mientras dormías; todo pasa mientras duermes.
Altréu (incorporándose): ¿Quieres que te cuente adónde viajé?
***
Hoy vi que me estaba mirando, pero no era como como siempre; era, ¿cómo decirlo?, diferente. ¿No exagerarás, Líe? Zúruk de por sí lo mira todo de manera distraída; no se da cuenta de que sus ojos están en un lugar mientras su mente está en otro. (Líe no levanta la cabeza) No era ese tipo de mirada, creo que era todo lo contrario, ¿Cómo?, Su mente estaba en mí, pero sus ojos estaban a través de mí. (Altréu acerca el cuerpo, curioso) ¿Cómo sabes? (Los ojos de Líe se encuentran con los de Altréu, la oscuridad mantiene las cuatro pupilas dilatadas) [Los ojos de Zúruk, al fijarse en cualquier otra cosa la reflejan como si la expeliera; pero cuando se encuentran con la figura de Líe, la absorben y no la dejan escapar], No lo sé. (Y Altréu vuelve a apoyarse sobre los codos, truena las vértebras de su espalda). Tréu, ¿crees que puede haber algo más entre amigos? (Tras formular la pregunta, se da cuenta de que Altréu ha adquirido un semblante dichoso, una alegría ajena se escapa por su boca cerrada, pocas veces lo ha visto con una mirada al mismo tiempo tan burlesca y amigable). Eso es algo nuevo para mí, ¿en qué momento empezaron a gustarse Zúruk y tú?
***
Méyu: Ahora no.
Altréu (sin borrar la emoción de su rostro): Era un mundo donde todo flotaba en una atmósfera similar al agua, volar ahí era igual a nadar, incluso las estrellas y los planetas estaban sumergidos, imagina que cae un diluvio que inunda el universo por completo, un diluvio auténticamente universal.
Méyu: Te dije que no me dijeras.
Altréu (Borra su sonrisa, la boca recta de un regañado. Pasan unos segundos): ¿Por qué sigues viniendo a verme?
(Méyu no responde. Siempre con un aire de profunda decepción, respira lentamente).
Altréu: Es obvio que no soportas mi condición; odias en lo que me he convertido, hacia dónde me dirijo. Pero, Méyu, te equivocas tanto conmigo.
Méyu (Súbitamente): Dijiste que ibas a mostrarme, ¿recuerdas?, decías que tienes pruebas de que lo que te ocurre es algo más que sólo sueños como los que los demás tenemos. Pues bien, muéstrame.
***
(Suenan los botonazos y los soniditos electrónicos de las consolas portátiles. Yéman muy concentrado, el cuerpo excitado y la mirada fija en la pantallita; Altréu, algo adormilado, relajado en la cama y la mirada volteando a ver a su amigo de tanto en tanto). ¿Te estás dejando ganar, Tréu?, No, Eras muy bueno antes, Tú te has vuelto muy bueno, yo además hace mucho que no practico. (Termina el combate. Yéman lanza un soplido de insatisfacción aunque ha ganado), ¿tienes sed? No, ¿por qué lo supones? Estar aquí encerrado todo el día durmiendo, digo, ¿cuántas veces al día tomas agua? No sé, cada vez que estoy despierto voy al menos una vez. ¿Y cuántas veces al día despiertas? No me he puesto a contarlas; a veces incluso me despierto, veo que hay sol, me vuelvo a dormir y vuelvo a despertar, y todavía hay sol, pero es el sol del día siguiente, veinticuatro horas y cinco minutos de sueño ininterrumpido, tengo la impresión de que sólo dormí esos cinco minutos de diferencia. (Altréu está alegre al hablar, eso preocupa a Yéman). ¿Aún tienes tu colección de canicas? (husmea el tocador de atrás). Creo que en el cajón de abajo, no sé si aún existe, hace ya tanto que las saqué. (Mientras habla, Yéman abre el cajón y saca una caja de plástico amarillo empolvada, sacude un poco el polvo, a través del plástico se vislumbra las formas de las canicas, abre la tapa y saca una al azar, es una roja con una franja azul rodeando su ecuador), Oh, recuerdo esa (Altréu se incorpora) [Se alinea antes de lanzar, Yéman hace resoplidos para atraerle la mala suerte, la canica con cinturón azul se ve tan indefensa entre las otras dos cuya imagen se ha perdido con el tiempo, Altréu apunta con una canica igual de olvidada, sólo es nítido el recuerdo de su textura cristalina, un tanto rasposa por una minúscula abolladura que hay en su superficie, resultado de habérsele caído de las manos varias veces, dispara]. (Yéman sonríe nostálgico) Esta maldita canica. No te enojes con la canica, fui yo el que la ganó. [El que pierda —dijo Yéman— escribirá una grosería en la pizarra a la mitad de la clase. Ya vas —dijo Altréu]. (Altréu rio) Te dieron toda una semana de castigo (Yéman la guardó en la caja).
***
Altréu (recostado muy quieto, con tono preocupado): Hasta hace unos días (o quizá ayer) estaba bien seguro de que sí podría mostrarte algo. Intenté una y otra vez, pero es más difícil de lo que parece.
Méyu (sonriendo sospechosamente): Se te cayó el teatro.
Altréu: Nada de teatro. ¿Acaso pudiste montar perfectamente tu bicicleta al día siguiente de que te la regalaron? Claro que no, lo sé, yo estuve ahí.
Méyu : No es cierto; estuviste cuando aprendí a montar la patineta, ya sabía montar bicicleta antes de conocernos.
Altréu: ¿Ah, sí? (mira el techo). Tenía la impresión de que yo te había ayudado a aprender a montarla.
Méyu: Pues no.
Altréu: ¿No fue ese día en el que derrapaste en el parque porque condujiste hacia la banqueta y tropezaste con ella?
Méyu: Eso fue tiempo después, y me caí porque estaba resbalosa.
Altréu: ¿No fue porque era tu primera vez?
Méyu: ¡No! Y no cambies el tema. ¿Me vas a mostrar algo o no?
***
No sé, dime algo más (Altréu parpadea fuertemente; le arden los ojos). Pues no sé (Zúruk mira por todos lados, como si cualquier cosa le pudiera dar alguna idea para continuar con la conversación), en vacaciones fui con mi familia a Telmánt; aunque no lo creas, mi abuelo preguntó por ti. (Altréu levanta la ceja derecha, hace una mueca forzada con la boca), ¿alguna vez nos conocimos? Claro que sí, ¿ya no te acuerdas?, fue en primero de secundaria, en ese festival multicultural. Alguna imagen me viene, ¿fue donde nos disfrazamos de chinos, vietnamitas, nepalíes? No, no, no, acuérdate, cantamos himnos nacionales. Ah, sí, sí, me vienen algunos sonidos. ¿Te acuerdas de alguno? Fue hace tanto, cantamos tantos, a ver, había uno muy bonito (tararea una nota tras otra. Zúruk escucha, aun en la desafinación logra discernir la tonada que Altréu quiere decir y se emociona), ¡Sudáfrica! ¿Estaba en varios idiomas? Sí, ¿recuerdas algo? Morena…morena boloka… set… set… setjhaba sah eso… eso es todo. Bien, esa era una parte, y ¿qué más? Había una parte muy bella, melódica, la canté una y otra vez, creo que va justo después de lo que ya dije. ¿Cómo va? (Altréu tarareó una vez y luego lo intentó con la letra) O…o… o fedise…. (Zúruk cierra los ojos y toma aire) O fedise dintwa le matshwenyeho. (Los ojos de Altréu se iluminan, se despierta casi por completo, toma aire también y canta con energía) O se boloke… (Zúruk lo acompaña con el mismo ímpetu) O se boloke setshaba sa heso, setshaba sa, South Afrika, South Afrika.
***
Altréu: Vuelve otro día.
(Silencio. Méyu se levanta de la silla y se arrodilla a un lado de la cama, se apoya en el colchón como si rezara por un moribundo, excepto que apoya la barbilla sobre los brazos y mira a Altréu a los ojos, como una inquisidora).
Méyu: ¿Eres feliz en tus sueños?
Altréu: ¿A qué viene esa pregunta?
Méyu: Responde, ¿te hacen feliz?
Altréu (aproxima el cuerpo retadoramente): Supongamos que te digo que no, ¿y eso qué?
Méyu (desconfiada): Te diría que los dejes y regreses a este mundo.
Altréu (riendo): Como si alguna vez dijeras algo diferente. ¿Y si te dijera que sí soy feliz?
Méyu (muy seria): Te diría lo mismo.
Altréu (sorprendido): Vaya una pregunta tonta si cualquier respuesta da lo mismo.
Méyu: Tréu, tienes que entenderlo: Vives en este mundo, no tienes que amarlo, no tienes que venerarlo, pero debes vivirlo, ¿por qué?, porque es TU mundo. No te engañaría diciéndote que aquí estarás mejor, que aquí serás feliz, que aquí está la verdad; sería honesta y te diría que aquí te puede ir peor, que quizá seas más infeliz y que quizás aquí todo sea más mentiras que verdades. Aún si es verdad que dónde estás soñando alcanzarás la felicidad y las verdades del universo, aun así tienes que desechar todo eso para unirte al mundo. La felicidad y la verdad no cuentan cuando las consigues fuera de este mundo, con esas ficciones y cosas que no suceden acá. Tréu, ven aquí a sentir lo real, lo que es tanto tuyo como mío.
***
La costumbre, siempre es la costumbre (Líe mira hacia la nada), pasa el tiempo y observas a alguien haciendo cosas y lo escuchas diciendo cosas, todo normal, uno se acostumbra y la presencia del otro se vuelve rutina, día tras día, uno se expone a cómo es el otro, y si en algún momento están lejos, sucede algún evento y te preguntas ¿qué diría él, qué pensaría, qué haría?, y todo normal, así se hace con todos los cercanos, pero luego notas algo, primero no sabes qué es, y muchas veces nunca lo entiendes, pero ves un algo, un gesto, un tono, la forma de decir una palabra, de moverse en la silla, de mirarte a los ojos, algo en su aspecto te parece que sobresale de entre los demás, te parece que tiene algo de diferente aunque siga viéndose exactamente igual, y te le acercas y se siente algo en la espalda, y te das la vuelta y permanece un rato más en tus ojos, y te dices que le has desarrollado estima, mucha estima, pero luego te empiezas a preguntar ¿qué estará sintiendo ahora?, muestra por un segundo una cara en la cual crees ver un poco de preocupación y sientes que tu mundo se sacude, te preguntas ¿qué le sucede?, luego se ríe y sientes alivio, ves su sonrisa y te parece que tú también sonríes, escuchas su voz y crees que en el fondo siempre te está hablando a ti indirectamente…., y así, y así, no hay mucho más que explicar. (Altréu sonríe para contrastar con la preocupación de Líe) Suena bien, amiga. ¿Tú alguna vez te has sentido así? (Altréu abre la boca; no dice nada; la cierra y ya no está sonriendo, mira hacia la nada), Sí, lo he sentido, en otro mundo.
***
(Pasan largos segundos de silencio
Altréu (más serio que Méyu): Entonces es mejor morir.
Méyu (con repentina alteración): ¿Qué?
Altréu: Me pides que me cure de mi enfermedad, y a cambio me ofreces otra enfermedad.
Méyu: ¿Otra enfermedad?
Altréu (apoyado sobre los codos, casi gritando): La esclavitud.
Méyu (levantando la voz a la intensidad de la de Altréu): ¿Qué esclavitud?
Altréu: Resignarme a quedarme aquí en este mundo sólo porque la casualidad me hizo nacer aquí. ¿Le dirías a un danzilmarés que, haga lo que haga, sólo debe hacerlo en Danzílmar porque de casualidad nació aquí?
Méyu: No seas idiota.
Altréu: No es una idiotez.
Méyu: Puedes salir de Danzílmar; hay mucho mundo allá afuera, pero de la realidad no puedes escapar.
Altréu: ¡Yo sí puedo!
(Se sostienen las miradas. Méyu poco a poco baja la cabeza, roja de ira).
***
Tenías otra muy parecida, ¿no? (Yéman busca entre las otras canicas de la caja), una que creo que era plateada con una franja dorada. (Altréu respira hondamente) No, esa tú me la ganaste, ¿recuerdas? (Yéman deja de buscar de repente, hace memoria rodando los ojos hacia arriba, frunce las cejas) Ah, sí, ya me acuerdo (vuelve a relajar la cara), pero no recuerdo haberla tenido en mi casa después de eso. (Altréu se incorporó) Creo que porque lo importante fue la apuesta; recuerdo que en cuanto ganaste la arrojaste entre las tuyas y ya no volviste a sacarla. Es extraño (Yéman se frotó la sien), desde que supe que la tenías siempre quise tenerla, pero después ya no la vi, debe de seguir en mi casa en algún lado. (Yéman mira a Altréu, éste tiene una cara rara, como si estuviera sentado en una silla muy incómoda, con los ojos arrepentidos y avergonzados. Entiende a qué se debe esa cara e inconscientemente trata de imitar su expresión) ¿Estás pensando en ese día? [—¿Vas a apostar la dorada? —Yéman sacude su bolsa de canicas. —No la voy a perder —sonríe Altréu. —¿Qué castigo tendrá el que pierda? —No, sé, yo elegí la otra vez; te toca. —Ya sé —Yéman sonríe con malicia—, el que pierda tendrá que confesársele de broma a Méyu. (Altréu levanta la cabeza con cara de tonto) —¿Eh?] Yo lo decía como broma (Yéman ríe dejando salir aire por la nariz), tú lo aceptaste. Sí, lo acepté (Altréu se recuesta), acepté.
***
Altréu (sonriendo maliciosamente): Es curioso que dijeras “no podemos escapar de la realidad”, como si reconocieras que somos esclavos de este mundo. Méyu, no quiero que pienses que estoy enojado contigo; nunca podría hacer eso, es sólo que, ahora que me está pasando todo esto, no puedo sólo permanecer en un mundo, no puedes exigirme que renuncie a mi libertad para ser un esclavo aquí.
Méyu (muy seria): ¿Eres libre?
Altréu (un poco contrariado): Ahora mismo no, porque estoy despierto.
(Méyu se indigna)
Altréu: Méyu, creo que me tienes un poco de envidia.
Méyu (ríe con aire distante, ofendida): ¿Envidia de qué? ¿De que estas desperdiciando tu vida real en tus sueños?
Altréu: Tienes envidia de que tengo la habilidad de escapar. Estás resignada a lo que entiendes del mundo, te has vuelto como el cangrejo que quiere evitar que otro cangrejo salga de la cubeta, diciéndole: “No existe el afuera de la cubeta, todo lo que existe está aquí dentro, y sólo lo que hay aquí dentro es importante y valioso, incluso si existiera algo más afuera”. ¡Pero yo soy la prueba!, Méyu, soy la prueba de que es absurdo pretender que la verdad se divide en realidad y ficción; no hay realidad, hay realidades, vastísimas e inabarcables, y quieres mantenerme en solo una de ellas porque soy el único cangrejo capaz de trepar por la cubeta; ¡no soportas eso, piensas que no es justo que sólo un cangrejo pueda darse el lujo de irse mientras que los demás deben seguir de rodillas con los pies clavados en la cubeta!
(Méyu se levanta, mira hacia abajo al rostro de Altréu con una expresión que es al mismo tiempo enojo, tristeza y lástima, negando una y otra vez con la cabeza)
***
(Cantan los dos)… Aura pour devise immortelle: le Roi, la Loi, la Liberté! Le Roi, la Loi, la Liberté! Le Roi, la Loi, la Liberté! (Callan y ríen) ¿Alguna vez supiste lo que decía la letra? (Zúruk se encoje de hombros) Sólo nos la aprendíamos de memoria; si supe algo, ya lo olvidé. (Pasan unos segundos. El ambiente poco a poco vuelve a tornarse calmado, silencioso y sombrío) Oye, Zúruk, ¿cómo es que tu abuelo se acordó de mí, si solamente nos vimos una vez y muy como si nada? No lo sé; él tiene una gran memoria, si le extrajeran los genes, de seguro encontrarían la cura para el alzhéimer; lo recuerda todo, siempre nos sorprende cuando de repente se pone a hablar de cosas que sucedieron o existieron hace muchos años, recordaba incluso el nombre del pescado dorado que tuve a los seis años, que murió a las tres semanas, y él fue el único al que se le acordó; con todo y que dijo el nombre en vacaciones, yo ya lo he olvidado de nuevo. (Altréu se ha acostado de nuevo, sus párpados vuelven a verse pesados) Bueno, y ¿qué le dijiste de mí? (Zúruk se queda en silencio unos segundos, luego adquiere un tono conmovedor) Le dije que estabas enfermo, me preguntó de qué y le respondí que narcolepsia, un caso grave de narcolepsia, y que (se detiene un momento, prosigue esperando que Altréu no se moleste) al parecer has perdido la esperanza de curarte, que no intentas salir, que ya casi no nos ves, que estás cómodo en tu cama y que te vas alejando del mundo. (Altréu no se inmuta; mira a Zúruk tranquilamente, con una media sonrisa) Buena descripción de mí. Luego me dijo (Zúruk se siente menos inhibido al ver la tranquilidad de su amigo), más bien me pidió que te dijera algo en su lugar, no me preguntes por qué quiso hacerlo, sólo me dijo que te dijera que: hay un hermoso mundo allá afuera; dormido no se disfruta la vida. (Altréu sonrió complaciente) Gracias, amigo, mensaje recibido.
***
—Ya no volveré, Tréu —dijo Méyu.
Altréu no respondió. Entrecerró los ojos retadoramente y luego adquirió un semblante indiferente y frío. Méyu guardó por siempre en la memoria ese nuevo rostro de Altréu, tan blanco, áspero y estático como una máscara de yeso; la boca congelada en una mueca apretada, los labios casi desaparecidos, tragados por la hendidura de la boca; los ojos paralizados en un punto a la distancia, apenas pestañeando, parecía que hubieran perdido lo blanco y que sus negras pupilas estuvieran rodeadas por materia acuosa de color gris. Méyu sintió un escalofrío en la espalda, no sólo porque Altréu había adquirido la imagen de un muerto que mira a los vivos con lástima, sino también porque algo se había movido detrás de ella, algo ligero, inestable, cuyo sonido al moverse hizo aparecer en su cabeza la imagen de algún insecto de canto viscoso y húmedo. Lentamente viró el cuerpo. Frente a sus ojos había una masa transparente que deformaba la luz de la ventana que tenía detrás, un orbe que se convulsionaba y se negaba a mantenerse esférico, haciendo esfuerzos por salir de sí mismo. Tembló, retrocedió, tropezó con el borde de la cama y cayó sobre el abdomen de Altréu, quien no se inmutó y continuó viendo aquel espectro líquido con la misma expresión de antes. Méyu rápidamente rodó los ojos hasta el vaso de agua que estaba en la mesa, delante de la cual se había sentado: ahora estaba vacío. No se puede saber cuánto tiempo contemplaron aquella burbuja en esa posición; Méyu derrumbada sobre Altréu, clavándole el codo en el abdomen, la otra mano tapándose la boca; Altréu congelado en su nueva expresión sin apenas vida. ¿Diez, treinta, cuarenta segundos? ¿Uno, tres, cuatro minutos? ¿Media hora? Cada uno lo sintió a su manera, y el reloj de la pared no le dio la razón a ninguno.
Entonces también hubo un cambio repentino en Méyu; se levantó sin dejar de observar la masa de agua, pero no había terror en su cara; su capacidad de asombro se durmió, cayó en un sueño tan profundo como los de Altréu, miró el orbe como quien mira el picaporte de su puerta, su cepillo de dientes o las hojas de los árboles que hay que rastrillar. Se posicionó en frente de Altréu, a sus pies, y sus ojos también habían perdido su brillo y estaban congelados, parecía una ciega de enormes pupilas que puede verlo todo excepto lo que tiene en frente de su cara.
—Voy a morir, Méyu —dijo Altréu, con una voz apagada, una firme resolución sin apenas energía—, moriré de una vez para librar a todos de mí y para librarme a mí mismo de todos. —Méyu no cambió la expresión de su rostro; se limitó a bajar un poco los ojos para ver a Altréu a la cara, pero su cabeza seguía en alto con soberbia, sin parpadear—. Eso que tú llamas ficciones ha tenido un mayor impacto en mí que cualquier cosa que me haya sucedido en esto que llamas mundo. A partir de ahora, ya no haré nada que le impida a la muerte venir por mí. —Hubo un momento de silencio; ninguno movió ni un músculo ni cambió su expresión en lo más mínimo. Al final, Altréu sentenció—: Moriré.
Méyu salió de esa habitación y de esa casa tan rápidamente que, para la conciencia de Altréu, que desvariaba y viajaba entre todo tipo de recuerdos y sensaciones, fue casi como si hubiera desaparecido. Ella estaba en frente de él, nítida y paralizada; luego, una imagen fantasmagórica de su espalda alejándose pausadamente; cada tres o cuatro pasos aparecía una foto de ella cada vez más lejos hasta llegar a la puerta; al final, un horrible portazo, lleno de todo el furor que Méyu no podía expresar por sí misma, le hizo sentir una violenta sacudida. El orbe de agua cayó muy lentamente sobre el escritorio, despedazándose y desperdigando pedazos de agua sobre los libros, los utensilios de escritura, la caja de las canicas y la lámpara. Al mismo tiempo, Altréu cayó dormido.
Muy buena la ambientación y la descripción de las emociones y las expresiones de los personajes.
ResponderBorrar¡Un saludo!